Ejercicios de meditacion.

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»¡Vamos, Anna! Trágate tu orgullo y escribe algo, lo que sea. Me animo. A regañadientes, abro la libreta en la segunda página agarro una pluma. ¿Cómo empiezo?

Mi mente repasa todo lo que sé sobre redacción y escritura. Puedo escribir mis pensamientos en forma de historias, o puedo escribir mi historia... ¿En futuro pasado o presente? ¿Con un narrador de primera persona, testigo, personaje o omnisciente? Mi mano temblorosa empieza a moverse sobre la hoja, y me dejo guiar por mis manos instintos.

Justo cuando empiezo a acostumbrarme y me empiezo a entretener con un sentimiento de suficiencia... La punta de mi pluma de dobla, dejándola inservible.

Gruño con desespero y lanzó la libreta a través de la puerta. Me levanto de golpe y empujó mi silla contra el escritorio. Entonces, sin que yo pueda evitarlo, mis ojos se llenan de lágrimas. Intento controlarme, pero no puedo. Mi mente es un huracán a rienda suelta, mi cerebro y mi subconsciente se encuentran en una batalla campal. Por primera vez en mi vida me doy cuenta que no estoy en control, y me di cuenta de la peor forma posible.

Me regaño mentalmente, esto no puede ser así... simplemente no. Es solo un poema; me repito una y otra vez, aunque muy bien sé que esa no es la única razón de mi locura.  Me siento en la cama, sintiéndome cansada, de pronto.

Los pasos de alguien acercandose resuenan en el pasillo. Descarto la idea de que sea Gar, ya que sus pasos son ridículamente mas abruptos e irregulares, Kory camina con gracia, y Damian n hace ruido al caminar, justo como un gato. Mi estomago se revuelve cuando pienso en él. Desde ayer no nos hemos dirigido la palabra, en parte porque él me ha estado ignorando, y en parte porque yo he intentado evitarlo.

Los pasos se detienen en la puerta.

— Ire a meditar — la voz de Rachel reemplaza el silencio que habían dejado las pisadas — Me perece sensato dejarte acompañarme.

La vuelvo a ver, la chica viste un camisón negro y unos jeans sueltos. Me mira con esa seriedad tan característica de ella.

— No estoy loca.

— Nunca dije que así fuera. A veces es bueno aprender a controlar sus emociones.

Me siento de golpe y le lanzó una mirada asesina. Ella se encoge de hombros.

— No necesito controlar nada — declaro.

La chica se agacha y recoge la libreta que yace en el suelo. La inspecciona entre sus manos por un momento y luego me la lanza. La atrapo entre mis manos.

— Andando, hay que hacer el ritual antes del atardecer —. Rachel se da media y desaparece por el pasillo.

— ¿Ritual? ¿Que ritual? — la chica me ignora, despertando mi curiosidad.

Dejo la libreta en la cama y salgo detrás de ella. Lo primero que noto es que la chica camina a paso firme y controlado, sus pisadas no son muy fuertes, pero no son livianas como las de Kory. Su cabello se encuentra recogido con un par de prensas, las cuales amenazan con ceder.

Salimos de la torre y el aire salado llena mis fosas. La sigo por la hermosa zona llena de césped hasta que llegamos al bosque. Vacilo por un segundo antes de adentrarme entre la oscuridad de los árboles.

Entrar aquí es como entrar a una dimensión desconocida. Es húmedo y frío, el aire se siente más pesado de lo normal. El bosque parece respirar, estar vivo; sonidos de animales y el ecosistema rebotan el los árboles hasta nuestros oídos. No puedo evitar pensar que una vez que estamos aqui, somos parte del bosque, y eso me aterra.

Llegamos a un círculo donde los arboles no han crecido.

— Siéntate — me ordena.

Sin estar muy segura del porque, le obedezco. Me siento donde ella señala y cruzo mis piernas. Rachel se acerca a mí y saca de su bolsillo un recipiente con algo grisáceo adentro. La chica lo abre y llena su dedo índice del polvo, luego lo acerca a mi cara. Me alejo instintivamente.

Stronger | Damian WayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora