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𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚕𝚊 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚢 𝚛𝚎𝚙𝚎𝚝𝚒𝚛 𝚑𝚊𝚜𝚝𝚊 𝚎𝚕 𝚏𝚒𝚗𝚊𝚕 𝚍𝚎𝚕 𝚌𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘.
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La espera había valido la pena cada día; Horacio llegó a colorear su monótona vida de una forma que no podía explicar rellenando así el vacío que la ausencia de sus padres por trabajo y la muerte de su hermano menor habían dejado en él.

Crecieron haciéndose compañía el uno al otro sin separarse en ningún momento y para sorpresa de todos aquellos que alegaban que ambos eran demasiado diferentes como para afianzar un vínculo duradero la realidad era que al ser opuestos se complementaban a la perfección.

Como era de esperarse la llegada de su "pequeño regalo" modificó por completo su rutina.

Juntos crearon sus propias tradiciones y pasatiempos compartiendo absolutamente todo y sumergiéndose en su peculiar mundo de ensueño; un mundo en el que solo existían Viktor y Horacio, nadie más.

Solían acudir a la misma heladería los viernes después de clases intercalando entre los diferentes sabores a petición del pelirrojo escogiendo uno cada quien para así comer de la misma copa.

Admiraban las estrellas cada noche sentados en el alféizar de la ventana y cuando Hache se quedaba dormido en el pecho del pequeño peliplata él lo recostaba en su camita para al día siguiente recibir un puchero y una nueva amenaza sobre no volver a abrir su cápsula sin su permiso pues según el tiny Viktor era demasiado bruto y desacomodaba todo; aunque realmente no quería que se acercara porque tenía guardado lo que sería el inicio de una pequeña sorpresa para él y temía que la encontrara antes de que fuera tiempo de entregársela.

No tenían demasiados amigos; lo cierto era que el único dispuesto a acompañarlo hasta el fin del mundo, jamás dudar de él o juzgarlo siquiera era el tiny; justo por eso durante los almuerzos se recostaban en el césped del instituto alejados del resto y admiraban las formas en las nubes hasta que la campana rompiera su burbuja obligándoles a volver.

Naturalmente con el paso de los años conocieron cada detalle, cada virtud, cada miedo e inseguridad y por ende cada defecto del contrario aprendiendo a amarlos en lugar de resistirlos y a comprenderse incluso sin necesidad de palabras.

Viktor descubrió que la cresta de Hache cambiaba de color cada año, que amaba la ropa extravagante y colorida; que le fascinaban las flores, especialmente los girasoles y que su aspecto era algo muy importante para él por eso utilizaba maquillaje, sin duda era coqueto y no se molestaba en ocultarlo.

Aprendió por las malas que no debía despertarlo demasiado temprano porque lo hacía de mal humor, que adoraba crear sus propias coreografías al ritmo de cualquier melodía, que las frases sueltas que a veces no entendía eran en francés y que cada vez que repartía caricias en su cresta solía caer dormido con rapidez.

Adoptó la costumbre de consentirlo preparándole el desayuno cada día aprendiendo en el proceso que la leche chocolatada era su preferida y que si agregaba crema batida y algunos bombones ganaría no sólo un espectáculo de saltos si no también un sin fin de besos; tal vez por eso lo hacia seguido.

Se acostumbró a las espontáneas muestras de afecto del tiny como recibir besitos en toda su cara y se desenvolvió tan naturalmente que ni siquiera notó cuando los mimos se volvieron una acción frecuente en él también.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora