𝙴𝚡𝚝𝚛𝚊 𝟙

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[Secuela del capítulo 36, la historia de Volkov algún tiempo después del incidente en la isla de los sueños.]



Son las 6 de la tarde de un sábado cualquiera, el único día de la semana en el que la familia Volkov puede compartir la misma mesa por un instante.

No es invierno, ni siquiera otoño, de hecho es primavera, pero Viktor está a punto de morir de frío, de pesar.

—¿Has tenido noticias de... la policía o el parque de atracciones? —pregunta Aleksandra de repente.

El arrepentimiento llega a ella tan pronto como la expresión de su hermano se descompone amargamente. Tal vez no debió tocar el tema para empezar.

—No... —responde Viktor, cabizbajo.

Su tenedor vacila entre los vegetales de su plato, no porque sea indeciso sobre cuál llevarse primero a la boca, sino porque su mente está perdida en un sitio muy lejano al presente.

—¿Hasta cuando piensas seguir así? —reprocha su padre.

Todos permanecen en silencio, pues saben que se aproxima una pelea, la misma de siempre. El único sonido que aminora la tensión en el ambiente es el metal de los cubiertos contrastando contra la cerámica de la vajilla, pero nada más.

—Mi tiny está perdido... ya no tengo un destino —contesta él.

Su voz es apenas un susurro lamentable, roto, afónico.

Viktor jamás se atrevería a confesarlo, pero este día en especial ha perdido la esperanza, porque la policía dio por terminada la investigación oficialmente, tomando la desaparición de su tiny como una huida de casa en lugar de un extravío.

La fecha no importa, pero el mes es marzo. Ha pasado casi un año desde que su pequeño rayo de sol se perdió. La herida continúa abierta y tocar el tema de esta forma sólo acentúa su tormento. De hecho, es aún peor, porque absolutamente nada ha cambiado desde que Horacio no está. ¿Por qué todos actúan de esa forma tan gris y apática? ¿Acaso nadie puede entender lo roto que está?

—Ya perdiste un semestre. Si no deseas continuar la universidad, entonces comenzarás a trabajar en la compañía a partir de mañana —insiste Maksim—. No puedo permitir que mi hijo siga perdiendo el tiempo en alguien que no va a regresar.

Viktor ignora el hecho de que su madre no intervino esta vez en su defensa, rígido se vuelve hacia su padre y, con la mandíbula igual de tensa, contesta.

—¿Lo que acabo de decir siquiera te importa?

—No puedes quedarte así toda la vida —replica Volkov, pero no lo mira, está demasiado ocupado cortando el filete de su plato en simétricos trozos—. Tarde o temprano tendrás que superarlo.

Un par de palmas golpean la mesa con fuerza al mismo tiempo, causando un estruendo.

—¡Pero no quiero superarlo!

Sus ojos, que arden con centelleante furia, abrasarán a quien tenga el valor de enfrentarlos directamente, y su ceño fruncido por fin deja entrever el precedente de quién más tarde se convertirá en un insensible gigante de hielo.

—Olvídalo —Viktor deja caer sobre la mesa la servilleta que cubría sus piernas y aparta su silla en un ruidoso arrastre—. No lo entenderías, después de todo tu sí tienes un alma gemela.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora