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«𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊́𝚜 𝚊𝚋𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘»
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Los días se deslizaban veloces como estrellas fugaces en el cielo; tan efímero lapso que, en apenas un abrir y cerrar de ojos, había transcurrido ya una semana desde lo acontecido en el hospital.

Lluvia y sol se intercalaban sin indicio alguno de cuál predominaría. Inclusive resultaba imposible elegir entre sofocarse de calor al portar un abrumador rompevientos durante todo el día o empaparse con el impredecible diluvio vespertino.

Patrullaba por el norte aquel día cuando un par de gotas le alertaron de la pronta tormenta, entonces se despidió con una sonrisa queda y giró sobre sus talones en busca de su compañero. Gustabo también había terminado de charlar con sus testigos y le esperaba dentro del vehículo oficial, aunque no era el único que le acompañaba ese día.

Al colocarse el cinturón de seguridad, Horacio miró de soslayo al par de tinys que descansaban despreocupadamente en los asientos traseros del coche. Tiny Gus yacía recostado sobre el regazo del pequeño barbitas y este último peinaba distraídamente sus hebras doradas mientras entonaban al unísono la canción que resonaba en el par de auriculares miniatura que compartían.

— ¿Por qué tenemos que cuidarlos nosotros? — cuestionó a su hermano.

— Porque se niegan a separarse ahora que han vinculao' y Greco tenía algo que hacer con la bruja, — se encogió de hombros en un gesto que obviaba el '¿qué querías que hiciera?' inmerso en su respuesta.

— Podrían haberse quedado en casa con Vik y Hache — replicó el moreno — sabes bien que es peligroso traerlos al trabajo.

— No era una opción, él dijo que quería conocerte mejor — sin girarse, señaló a su versión chiquita con el pulgar — Y... cuidarte del ruso abandona tinys también.

El hastío en su mirar ardió con furia a causa de lo ultimo dicho.

— No le has dicho nada ¿no?

— Él ya lo sabe, pero me conoces bastante bien. No le hará nada al comisario cabeza pequeña, a menos que la situación lo amerite, por supuesto.

El contrario asintió conforme, pues confiaba ciegamente en ambas versiones de su hermano, más aún quedaba un cabo suelto por atar.

— ¿Y Greco?

— No los ha visto — afirmó en referencia a los tinys que yacían bajo el cuidado de su hermano menor — y, por lo que hablamos el otro día, parece que el ruso nunca le ha contado nada acerca de lo que pasó con el crestitas, así que puedes estar tranquilo.

— Vale... — murmuró por lo bajo, conforme y decepcionado a la par — Entonces... no sabe nada.

— Rien de rien (nada de nada). Aunque sí que me ha dicho algo... mhm ¿cómo llamarlo? — miró hacia arriba, alargando la tensión del momento hasta que su hermano mordiera el anzuelo — Curioso. — dijo por fin — sí, curioso es la palabra.

Horacio se lanzó de cabeza a la trampa del adverso y cuestionó.

— ¿Qué ha dicho?

— Que te conoció en la boda de Dante — espetó, sin más ni menos palabras o adornos en aquella simple frase.

A la par de su discurso, el rubio estacionó el vehículo justo al lado de una pequeña tienda de conveniencia que se encontraba en medio de la nada y se dispuso a revisar tranquilamente la pantalla táctil del patrulla para verificar las alertas más recientes.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora