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«𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊́𝚜 𝚊𝚋𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘»
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El silencio que se extendía lentamente dentro del coche patrulla era colosal.

Han pasado tan sólo unas horas desde su último encuentro, pero Horacio juraría que aún podía sentir el aire golpeando su rostro al descender en la drop tower y la arena de la playa descansando bajo sus palmas.

No ocurrió nada relevante desde su regreso, tan sólo un intenso interrogatorio familiar que evadió olímpicamente al encerrarse en su habitación con un animal de peluche en brazos y una sonrisa tonta plasmada en el rostro.

Por supuesto lo únicos que conocían la historia tras bambalinas de su fugaz escape al Pier eran Willy y Athenea, aunque el chismoso tiny de barbita que se coló en la conversación no falló en contarle todo de pies a cabeza a su alma gemela.

En tiempo presente Gustabo aún lidiaba con los estragos de la resaca, se veía incapaz de mantener los ojos abiertos por más de un minuto y su cabeza no hacía más que rebotar contra el cristal de la ventana, pero en lugar de espabilar tan sólo se acurrucaba sobre su propio asiento.

Hasta el momento no habían tocado el tema de su escape, pero aún así ya estaba preparado para exigir que su promesa se cumpliera en caso de que su hermano intentara algo en contra de Volkov.

Curiosos son los giros del destino para lograr el cometido que ha labrado en las estrellas ya que Horacio pasó de verdugo a protector de aquel príncipe ruso en tan sólo una semana.

El semáforo marcaba rojo, pero no tenía intención alguna de adelantarse a Vespucci con el estómago vacío así que marcó su direccional y, una vez la luz verde destelleó frente a él, emprendió rumbo hacia su cafetería preferida.

Después de aparcar a paso calmo se encaminó hasta el mostrador para ordenar un latte con crema y canela para el rubio durmiente que le esperaba dentro del coche, un chocolate caliente con bombones para él y un par de crujientes croissants.

Tamborileaba los dedos en un gesto ansioso, valorando internamente el si llevar a cabo la fugaz idea que se le cruzó por la mente sería o no contraproducente.

—¿Desea algo más? —inquirió la cajera.

Horacio no pudo evitar sonreír para sí ya que le era imposible ir en contra de una decisión que tomó incluso antes de poner un pie dentro del establecimiento.

—Un café americano sin azúcar y... —por un instante se giró en dirección al aparador de postres pese a no tener que pensar demasiado su siguiente pedido —una orden de macarons de zarzamora con violetas de azúcar.

Horacio conocía demasiado bien a su pequeña luna, lo suficiente como para endulzar el café con la medida justa de azúcar con la que el comisario solía beberlo. Dudó por un instante, pero al final sí que tomó el bolígrafo azulado que descansaba en el bolsillo interior de su traje negro y garabateó delicadamente un par de cosas sobre el java jacket antes de encaminarse de vuelta hacia su auto.

—Gus —le zarandeó ligeramente hasta que el rubio se volvió en su dirección y, una vez obtuvo su atención, depositó el latte sobre su mano dominante aún adormecida —toma esto, te sentirás mejor.

El aroma pareció traer de vuelta a la vida al mayor de los hermanos ya que este no tardó en enderezarse correctamente y pegar el primer sorbo.

—Huele bien. ¿Son macarons? —cuestionó el rubio mientras hurgaba dentro de la bolsa de papel que ahora descansaba sobre su regazo.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora