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«𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊́𝚜 𝚊𝚋𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘»
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La sinceridad es un acto de amor verdadero en sí, pero también un arma de doble filo que pondrá a prueba la resistencia del vínculo entre ambas partes.

Cuanto más grande la mentira, mayor es la vacilación para revelarla, pues tirar del telón puede resultar incluso más difícil que aferrarse a la cuerda; es por eso que los cuentos de hadas tienen un límite para la felicidad de ensueño que una persona puede experimentar.

Tres días fue el término establecido para sol y luna, tiempo en el que compartieron largos paseos, dulces halagos y miles sonrisas cómplices.

No obstante, cuando la cuenta regresiva pasó de días a horas, el resto de las piezas presentes en el tablero de ajedrez comenzaron a moverse por sí mismas. Si el personaje principal de la obra no dejaba libre la tensa cuerda que constantemente le hería las manos, esta última cedería de igual forma.

—...cio.

Su visión repentinamente se tornó borrosa, más no dejó a ninguna lágrima escapar de su sitio al batir sus pestañas una y otra vez.

—...racio.

Las manos le temblaban al igual que el corazón. El aire era cada vez más denso en la habitación.

—¡Horacio!

El sonoro llamado de su hermano lo arrancó violentamente de sus cavilaciones, entonces se volvió hacia él aún viéndose desconcertado.

—¿Q-qué? —cuestionó fuera de sí.

Entre contenidas risas el mayor de los Conway se aproximó a él, rodeó su cuello con uno de sus brazos y le despeinó al revolver su cresta de forma juguetona.

—¿Y a ti qué cojones te pasa?

El contrario no respondió, en su lugar, extendió en su dirección la hoja recién impresa que sostenía con su diestra.
Sus azulados orbes bailaban entre cada línea escrita e inmediatamente se tensó al comprender el porqué de su intranquila expresión.

Aquellas eran sus siguientes asignaciones, evidentemente, en la sede y ciudad que les correspondía. Nueva York.

—¿Debemos regresar...? —murmuró Mathias, arrugando la hoja entre sus falanges —¿Cuándo recibiste esto?

Su mirar también denotaba derrota, aún no quería volver.

—El subdirector me lo ha entregado hace un momento —respondió el adverso.

Un suspiro se dejó escuchar en el aire. Gustabo estaba valorando todas y cada una de sus posibilidades sin ser consciente de que aquella faceta de negación se debía a su absurda obstinación por permanecer más tiempo con su alma gemela.

—Era de esperarse, aunque no creí que sería tan pronto —chasqueó la lengua en descuerdo —aún quedan dos semanas para que se cumpla el trimestre.

—Probablemente fue mi culpa —Horacio se tambaleó ligeramente hacia atrás, deshaciendo el endeble abrazo de su hermano para valerse del borde del escritorio y así mantener su equilibrio —Si no hubiera pedido volver una semana antes nos habrían dejado tranquilos hasta la fecha límite.

—No, dos personas son multitud cuando se trata de papeleo y la investigación está cerrada ahora. No es tu culpa, nounours (osito).

El de cresta pasó de sus palabras aunque el confort aliviara su carga emocional. Le dolía la cabeza de sólo pensar que la apresurada huida que tan ansiosamente había esperado hasta hace unos días ahora estaba convirtiéndose en la peor de sus pesadillas.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora