»- 𝟚𝟘 -«

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Gustabo pedaleaba a la par de su hermano menor mirándolo de reojo con curiosidad; se le veía ligeramente distraído más no cohibido o agobiado como cuando salieron de casa por la mañana.

Había sido una tarde amena sin duda y en el fondo agradecía que aquella salida con los chicos distrajera lo suficiente a Horacio como para disfrutar de su día al menos hasta que llegaran a casa.

Cuando llegaron al cruce que separaba sus caminos y estaban a punto de tomar rumbos diferentes la dulce vocecita de Athenea llamó su atención.

— ¡Recuerda lo que hablamos! — gritó mirando a Horacio y agitando su manita a modo de despedida — ¡nos vemos mañana!

Sonrió internamente pues aquellas palabras solo podían significar una cosa.

— Buen trabajo, Athenea — murmuró para sí mismo.

Horacio se mantenía totalmente ajeno al rubio que le observaba con detenimiento; en su lugar disfrutaba del aire dándole de lleno en el rostro y el sonar de las hojas de los árboles siendo removidas por la brisa primaveral aunque secretamente ansiando llegar a casa.

«Solo espero que me perdone y podamos ser amigos» pensó haciendo caso omiso de las vocecitas en su cabeza que le gritaban que el tiny lo odiaría por rechazarle.

Apenas se adentraron en su vecindario; sintió cada pequeño músculo de su cuerpo tensarse al instante y sus piernas comenzar a fallarle al pedalear.

Sin percatarse disminuyó la velocidad deteniéndose sólo lo suficiente como para admirar con detenimiento el brillante sol oculto entre las copas de los árboles a los costados de la calle y las sombras que éstos provocaban sobre las ostentosas viviendas de la zona.

Era un bonito lugar; no tenía comparación con la enorme casa en la que vivió la mayor parte de su infancia en Francia, pero al ser un área residencial tenía sus ventajas pues además de ser un vecindario bastante tranquilo en el que la seguridad era algo latente colindaba con muchos de los lugares que frecuentaba como el muelle, el instituto, sweets, la playa y la casa de Willy.

Frenó abruptamente al llegar a casa y bajó de la bicicleta más permaneció plantado en su sitio incapaz de moverse un centímetro siquiera.

Gustabo por el contrario la dejó tirada en la entrada y corrió directo a la puerta, pero antes de ingresar se giró para mirarle curioso de que su hermano no le seguía.

— ¿No vienes?

— A-ahora te alcanzo — le tranquilizó con una pequeña sonrisa forzada.

Una vez lo vio desaparecer dentro de la casa suspiró profundamente y a paso lento encaminó su bicicleta hasta un costado de la casa, se quitó su casco nuevo y caminó directo a la entrada.

Con cada paso que daba podía escuchar su propio corazón repiqueteando contra su pecho amenazando con salir por su garganta; estaba notablemente nervioso.

Una vez de pie frente a la entrada limpió el sudor de sus manitas en sus jeans y revolvió su cabello en un afán de aplacar su creciente ansiedad; suspiró profundamente y tomó el pomo de la puerta, pero apenas lo giró sintió su estómago cosquillear inquieto, incluso juraría que podría volver los wafles con helado que comió en sweets.

«Los héroes enfrentan sus miedos» se dijo a sí mismo recordando su charla con Athenea.

Contuvo todo el aire que sus pequeños pulmones le permitían y entró siendo inmediatamente recibido por tiny Jack quien lo esperaba en la entrada desde que había visto llegar a Gustabo.

Apenas vio al tiny de su madre no pudo evitar sonreír, pero ¿cómo no hacerlo? si lucía demasiado tierno intentando ocultar un globo detrás de su diminuta espalda.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora