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𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊́𝚜 𝚊𝚋𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘
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El aire frío colándose por sus fosas nasales, le quemaba los pulmones, era difícil respirar. Volkov sabía que no podía detenerse, no si quería alcanzarle y lo haría, así que se desgarró las cuerdas vocales en un lamento que le compraría algo de tiempo.

—¡Horacio!

En cuanto el federal se volvió hacia él como una respuesta a su llamado, percibió claramente cómo el tiempo se ralentizaba y todo su entorno se movía en cámara lenta, no obstante su corazón no desaceleró sus latidos, por el contrario cada golpeteo resonaba en sus tímpanos, aturdía al resto de sus sentidos.

—Viktor.

La sola mención de su nombre le ha erizado la piel y al mismo tiempo el cálido vaho de su aliento contrastando contra su rostro derritió las gélidas espinas que le atravesaban el corazón.

Todo era confuso, abrumador, repentino.

Al batir sus pestañas en un gesto repleto de ansiedad y desconcierto, los motes miel cual matinales rayos de sol y la verde arboleda de sus ojos le abrazaron hasta el punto de aturdir su cordura. En este punto Volkov era incapaz de enfocar nada más.

—Horacio, мое солнце (mi sol) —murmuró en un jadeo que le robó todo el aliento que le quedaba.

Repentinamente el recuerdo de un deseo de cumpleaños, el mismo pidió al soplar las velas el día en que se conocieron, resonó en su memoria.

"Encontrarte algún día"

Tal y como dijo Robert Brault, al final las almas gemelas se encuentran porque tienen el mismo escondite y ante tal premisa Viktor no pudo evitar pensar que, si el destino en realidad existía, probablemente se habrían conocido por muchas vidas.

Tenía que ser así, de otra forma no hubiera sido fácil presa del magnetismo que le robó el corazón con tan sólo un vals de media noche.

—Has sido tú todo este tiempo... —aquella era más una afirmación que una pregunta.

El comisario desconocía el motivo de su silencio, pero también era incapaz de preguntar cualquier cosa, pues la postal de sus ojos entorpeció cada uno de sus intentos. Eran justo como en sus recuerdos, cálidas hojas de otoño y radiante primavera.

Embelesado, no tardó en acunar su rostro con ambas manos y deslizar su pulgar sobre las tenues pecas que tanto le fascinaban.

«¿Cómo pude ser tan ciego?» Se preguntó tontamente para después exhalar una risita que de nada sirvió para menguar su estupor. «Ambos brillan con la misma intensidad, tienen la misma sonrisa.»

Viktor no creía en los cuentos de hadas, ni en el amor a primera vista, pero si de algo estaba seguro era que la mitad de su alma le había pertenecido desde el principio. No desde su confesión, tampoco desde su primer beso, sino desde el día en que se presentó ante él pidiendo un baile y ahora entendía el por qué.

Así, después de una vida de búsqueda, lágrimas se arremolinaron bajo sus ojos, mas no cayeron de inmediato, tan sólo formaron una ligera capa cristalina que le impedía admirar su rostro con claridad.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó.

Horacio cerró los ojos para refugiarse por completo en el calor de su grácil toque y sostuvo sus muñecas. Su piel estaba helada, aunque no más que el escalofrío que le recorría la espalda de arriba a abajo.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora