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𝚁𝚎𝚙𝚛𝚘𝚍𝚞𝚌𝚒𝚛 𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚌𝚞𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚜𝚎 𝚒𝚗𝚍𝚒𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚊́𝚜 𝚊𝚋𝚊𝚓𝚒𝚝𝚘
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A veces el mundo de los sueños suele cautivarnos más que nuestra propia realidad, pero para aquellos que se ven privados de tal privilegio por un aterrador monstruo llamado insomnio, no es más que sólo una ilusión inalcanzable.

Viktor llevaba años sin dormir apropiadamente. Solía despertar a media noche entre giros que no hacían más que enredarle los pies en las sábanas que le cubrían para, a final de cuentas, levantarse y caminar hasta el sofá.

En ocasiones desplegaba sobre la estancia los informes que llevaba consigo a casa para una segunda revisión y los releía hasta que la luz matinal iluminaba el cristal del ventanal que fungía como muro colindante hacia el vacío.

No obstante, desde que el agente H se volvió parte de su mundo, el comisario se vio incapaz de diferenciar entre cálidos sueños y su dulce realidad, sumiéndose en un profundo descanso cada vez que llegaba a casa después de sus fugaces salidas y meriendas compartidas.

Aquel sábado por la mañana Volkov abrió los ojos y lo primero que tomó al despertar fue su móvil. Cuando la pantalla táctil se iluminó advirtió en la serie de mensajes que tenía sin responder desde la noche anterior por haberse quedado dormido mientras hablaba con Hope.

Al leer el último de ellos inmediatamente una sonrisa ladina se dibujó sobre sus labios y se removió ansioso entre las sábanas de su cama cual enamoradizo adolescente.

Horacio le había invitado a salir.

Las últimas semanas le costaba asimilar el hecho de que la mayor parte del tiempo el hilo de sus pensamientos se encauzaba una y otra vez hacia el federal. Sus coquetos mimos, detalles sin igual e inocentes halagos que le hacían sonrojar hasta las orejas en suma le mantenían completamente embelesado.

En tiempo presente, su rutina estaba irremediablemente destrozada, pero en ningún momento se resistió a moldearla desde cero para abrirle un hueco en su vida, por el contrario, a causa de su influencia ahora era más amable con sus atolondrados alumnos de policía así como paciente con el comisario Rodríguez y sus comentarios fuera de lugar.

Para su sorpresa, el móvil vibró en sus manos con la ventana de chat aún abierta en el contacto del federal. Un nuevo mensaje había llegado no sólo para desearle los buenos días, sino también para anunciar que pasaría a recogerle en exactamente un cuarto de hora.

Alarmado por los escasos minutos con los que contaba para alistarse, Volkov dejó de lado las sábanas rápidamente, saltó de la cama y corrió hasta su armario.

Nunca, antes de conocer a Hache por supuesto, se había preocupado por lucir bien ante alguien en especial, pero ahí estaba, hurgando entre las pocas prendas carentes de vívido color que le quedaban para elegir un conjunto veraniego, ya que el despejado cielo lucía prometedor pese a ser tan sólo las 9 a.m.

La segunda ocasión en la que el dispositivo comenzó a vibrar tan insistentemente fue la señal decisiva de que el francés ya le esperaba al pie de su edificio.

Su oculto anhelo por verle de nuevo a veces era evidente, justo como ahora que dejó de lado el elevador y corrió a su encuentro escaleras abajo sin importarle siquiera los nieve pisos que debía descender.

Tras cruzar la amplia puerta de cristal que dividía el lobby de la calle, descubrió que Horacio por primera vez le esperaba con una jeep rosada y una sonrisa de oreja a oreja plasmada en el rostro.

» 𝐼 𝑓𝑜𝑢𝑛𝑑 𝑦𝑜𝑢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora