Park JiMin es un omega que está locamente enamorado de su alfa pero se da cuenta de la peor manera que éste no era lo que él pensaba descubriendo así que le era infiel.
El omega queda destrozado pero con ayuda de su mejor amigo buscará recuperarse a...
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Jueves, 7 de la mañana en Roma, Italia y Min YoonGi ya se encontraba en el aeropuerto impaciente por abordar su vuelo, ya habían revisado su equipaje y en cualquier momento serían llamados por el altavoz los pasajeros con destino a Corea para poder abordar el gran pájaro de acero.
Estaba ansioso por volver a casa, por lo que antes de abordar decidió que lo mejor sería avisar a su amigo NamJoon que estaba a punto de subir al avión y que necesitaba un enorme favor de su parte, que fuera por él a recogerlo al aeropuerto de Seúl al rededor de las 2 de la madrugada del sábado si es que sus cuentas eran correctas.
Así no tendría que verse en la necesidad de esperar por un taxi para que lo lleve a su nuevo departamento del que ni siquiera sabía la dirección exacta, además de que estaría cansado después de casi 12 horas de vuelo donde la mayoría del tiempo permanecería sentado aplastando su casi inexistente trasero.
Esperar era lo último que quería, y si además contaban con el cambio de horario que existe entre Roma y Seúl no tendría cabeza para pensar correctamente, ya que seguro llegaría más dormido que despierto.
Los vuelos le resultaban muy cansados aunque pudiera dormir un poco en el avión definitivamente no se comparaba con hacerlo en la comodidad de una cama.
Tomando su móvil, ingresó a sus contactos y envío mensaje a su amigo de los hoyuelos esperando que le contestará pronto, y tener un problema menos de que preocuparse.
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Después de la pequeña conversación con su querido cuñado, el pálido no pudo evitar estallar en risas, él de verdad amaba molestarlo y bromear de esa manera con el alfa.
Aunque ambos aveces se mandaban a la mierda por sus bromas, como en esta ocasión, los dos alfas se apreciaban tanto que ese tipo de cosas o juegos solo hacía más fuerte la amistad que habían cultivado por años, pero sobre todo la hacía menos aburrida y eso les encantaba.
Cuando el pálido escuchó que pedían a los pasajeros de su vuelo abordar el avión, guardó su celular y se encaminó hacia donde entregaría su pase de abordar, subió al avión y ya acomodado en su asiento se colocó sus audífonos y cerro los ojos esperando poder relajarse y descansar un poco durante el viaje.