🌹Capítulo 35🌹

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C A T Á S T R O F E

Narrador Omnisciente

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Narrador Omnisciente

Evanora se había presentado en la oficina de Aurora Blake por segunda vez, para atormentarla nuevamente.

Ella se mostraba como el mismísimo demonio, despedazando cada parte del corazón de las personas, y Aurora era una más de sus víctimas.

— Su hijo Adriano ya no es parte de mi vida. Usted se encargó de romper nuestra unión — emitió dolida Aurora.

— ¿Te refieres a la dicha que perdiste? Pues quien sabe — decía Evanora.

En ese momento, esta señora dió media vuelta para fijarse detenidamente en Mirella y Giselle, con una media sonrisa que a simple vista se percibía siniestra y escalofriante. Al parecer Evanora sabía algo que Aurora no, y se encontraba moviendo las piezas del tablero de ajedrez a su manera.

Una manera muy agresiva.

— Tal vez, eso que tanto buscas puede estar más cerca de lo que crees — manifestó Evanora sin quitarle la mirada a Mirella y a Giselle.

Pero, ¿A qué se debía ese intercambio de miradas que esta mujer les proporcionó a estas jóvenes?

Aurora levantó la voz — ¡Estoy cansada de usted señora! Ya váyase, y no vuelva más nunca. Haré que le prohíban la entrada a mi empresa.

Evanora volvió su mirada a Aurora y dió un par de pasos hacia ella.

— Sólo vine a darte una advertencia. No te acerques más a mi hijo Adriano.

— Pues dígale a su hijo que no me busque más — se defendió Aurora.

Finalmente, Evanora se retiró de aquella oficina de la señora Blake. Fue directo al departamento que su hijo Adriano había comprado por su estancia temporal en Los Ángeles California. Cabía recordar que Adriano Bastianelli empezó el negocio con el señor George Rousseau sobre la construcción del nuevo hotel, siendo Adriano el arquitecto quien debía supervisar los primeros pasos de la construcción.

Sin embargo, no fue lo único que lo trajo a Estados Unidos. Adriano todavía no conversaba con Aurora sobre el pasado y además, comenzaba a sospechar de que su madre, Evanora, le ocultaba algo muy grande.

— Déjame en paz mamá, no te metas en mi vida, ya no soy el mismo jovencito al que podías manipular a tu antojo hace años, ¡Basta! — Adriano estaba ofuscado por el atrevimiento de su madre.

— Sí, fui a la empresa de Aurora, para advertirle que no la quiero ver cerca de ti. Sería una zorra si se atrevería a buscarte o a...

— ¡Silencio madre! — él levantó la voz, con una notoria molestia en su rostro — Deja de ofender a Aurora.

La Flor Negra® [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora