De tiempo.

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Cerca del medio día, Xichen y JingYi se dirigían al hospital donde Jiang Cheng seguía internado.

Al llegar al lugar, Xichen se sorprendió de encontrar a una Yu ZiYuan con la misma ropa desde hacía dos días. Por su apariencia cansada, daba a notar que había pasado todas las guardias junto a su hijo.

—¡Abuelita Yu! —gritó JingYi cuando vio a la mujer en la sala de espera.

—¡A-Yi! ¡Precioso! ¡Que bueno que ya estás bien! ¡Amor! ¡Me da mucha alegría verte! —ZiYuan llenó de besos el rostro alegre de su nieto y después le abrazó fuerte.

—¿Y mi papá Cheng?

ZiYuan alzó la vista hacia Xichen, quién asintió la cabeza, dándole a entender a la abuela de su hijo que podía decirlo.

—Él está bien, cielo. Desea verte —JingYi bajó de su regazo enseguida, contento.

—¡Entonces vamos! ¡Vamos papá!

—A-Yi —interrumpió su abuela —No es hora de visitas aún, deberás esperar un rato más —el menor iba a protestar, enseguida ella agregó: —¿Qué te parece si por lo tanto, vamos a comer algo? Tu abuela no ha comido nada y muero de hambre, ¿Me acompañarías?

JingYi frunció los labios. Realmente ansiaba ver a su padre.

Con un gesto de "ni modo" cogió la mano de su abuela.

—Habla primero con él —murmuró ZiYuan a Xichen —llevaré a JingYi en un rato.

Después, siguió caminando con el menor.

Xichen, por su parte, cogió aire y valor para ver a Jiang Cheng.

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~Por Lan XiChen~

Toqué un par de veces la puerta hasta que escuché un adelante.

Abrí y entré despacio. Jiang Cheng estaba sobre la camilla, leyendo un libro.

—Xichen... No... No te esperaba.

Caminé hasta él y tomé lugar en la silla. No dije nada. Sólo lo abracé. Cubrí con mi brazo su cintura.

—Perdón, Cheng... Perdóname.

Mi corazón de estremeció de pronto, cuando sus dedos acariciaron mis cabellos.

—Ya... Shh... Está bien.

—No, Jiang Cheng. No está bien —tenía escondido mi rostro entre las sábanas y sentía la humedad que comenzó a crecer debajo de mí —te hice perder... Tu bebé... Nuestro...

Sentí también la mano de Jiang Cheng estirarse hacia mí y levantar mi barbilla, obligándome a verle.

—Tú no hiciste nada —su mirada estaba triste, pero trató de ocultarlo.

Me pregunté cuántas veces, en el pasado tuvo que fingir que todo estaba bien, cuando seguramente se estaba derrumbando.

—Debí cuidar mis palabras...

—No debiste nada. Estabas enojado y yo comprendo eso —hizo una pequeña pausa y después añadió —me alegro mucho que JingYi ya esté contigo.

Nos quedamos en silencio unos minutos antes de que yo me atreviera a preguntarle sobre el bebé que perdimos.

—¿Desde cuándo lo sabías? —no hacía falta preguntar cuántos meses tenía. Según mis cálculos, debía tener tres aproximadamente.

—Desde hace un mes y medio.

𝑻𝒓𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒔𝒐𝒏𝒓𝒊𝒔𝒂 (𝑿𝒊𝒄𝒉𝒆𝒏𝒈)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora