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          Me desperecé aún con los ojos cerrados. Me giré para abrazarla pero sólo noté las sábanas frías. Abrí los ojos. Me había dejado una nota:

"Vístete y espérame, quiero enseñarte algo.
-L".

          Sonreí y así lo hice. Ante la espera me preparé un café y encendí la televisión. Salté entre cadenas hasta que una noticia llamó mi atención.

-"... el hombre que llegó el pasado jueves en estado crítico a este hospital de La Paz, en pleno centro de la capital, falleció anoche tras los desesperados intentos de los médicos y especialistas por salvarle la vida...".

          Se me heló la sangre. Dejé caer, sin pretenderlo, la taza de café al suelo.

"... La policía continúa con la investigación, la cual aún carece de información relevante que arroje luz sobre este brutal ataque. La víctima, que vivía sola, se vio sorprendida por su atacante en su propia casa..."

          Oí el ruido de las llaves en la puerta. Dejé de poder escuchar lo que la monótona voz narraba en la pantalla. Había muerto. La miré.

-Ha muerto - dije con los ojos llenos de lágrimas. Ella corrió a abrazarme. - Y yo aquí escondida. Tenía que haber estado con él. Tenía... - no conseguía respirar. El pánico apelmazaba mis pulmones.

-Clara, tranquila - dijo ella, acariciando mi pelo. Mis intentos por coger aire resultaban cada vez menos efectivos. - Eh, respira conmigo. - me agarró de los hombros y comenzó a respirar fuerte. Intenté imitarla. - Clara, confía en mí, está todo bien. ¿Vale? Todo está bien - continué centrada en mi respiración. ¿Como iba a estar todo bien? Mi pecho subía y bajaba intentando dar cabida a un aire que no entraba. Ella respiraba conmigo. - ¿Confías en mí? - me preguntó. Yo seguía centrada en respirar - ¿confías en mí? - repitió, agarrando mi cara entre sus manos y obligándome a mirarla. Asentí. - Entonces ven conmigo.-

          Aún con la respiración agitada, subí al coche. Me llevó a una residencia de ancianos ubicada a las afueras.

-¿Qué hacemos aquí? - pregunté casi sin aire.

-Conozco a un médico - dijo mientras aparcaba. Nos quedamos en el coche. Poco a poco me iba encontrando mejor pero no podía para de llorar.

-No quiero ver a un médico, quiero ver a mi padre - dije.

-Lo sé- respondió. Cogió mis manos entre las suyas- Clara, necesito que hagas esto. Respira hondo y confía en mí - su mirada se mostraba seria y segura.

           Confiaba en ella. Se bajó para abrirme la puerta del copiloto. Me dio la mano y nos adentramos en el edificio. No había nadie en la recepción y la vi suspirar de alivio. Nos dirigimos hacia las escaleras, huyendo de las enfermeras y los ancianos. Tras recorrer un laberinto de pasillos nos detuvimos ante una habitación del tercer piso. 323. Tuve un mal presentimiento. Cogió aire antes de apoyar la mano en la puerta.

-te quiero- dijo, abriéndola.

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