XVI. ESTÁ TODO BIEN

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Había pasado un mes desde mi conversación con Antonia. La había visitado mucho esos días, ya que estaba delicada de salud. En clase intenté hablar con ella pero no apareció. La esperé con ansia todos los días. Lo vi como una señal del destino. No debía hablar con ella.

Ese día hacia frío y parecía que en cualquier momento se iba a poner a llover. Decidí intentarlo el lunes, de todas maneras, y tener tiempo de pensarlo bien. De camino a casa compré un regalo para la señora Antonia. Me sentía muy agradecida hacía ella. De repente, supe que algo iba mal. Una ambulancia estaba a la puerta de mi edificio. Sacaban a alguien en una camilla, con la cara tapada con una sábana. Corrí hacia allí.

-¿Quién es? - pregunté desesperada- ¡¿Quién es?! - Una vecina con la que apenas había hablado se me acercó y mis peores pesadillas se cumplieron.

-Es la señora Antonia. -
"NO" dije para mis adentros mientras me tapaba la boca para no llorar. Me quebré por dentro. Me vi en bucle repitiendo que no podía ser, que me estaban mintiendo.

Levanté la sabana esperando que de verdad no fuera ella, pero verla me destrozó el alma. Comenzó a llover. Eché a correr, sin rumbo, todo lo rápido que podía, sólo quería alejarme de allí.

Estuve caminando bajo la lluvia durante horas, perdida y confusa, calándome hasta los huesos. Acabé, como de costumbre, en la puerta de su edificio. Estaba algo abierta y no sé por qué decidí subir hasta su casa. Una vez allí, apoyé mi cabeza en la puerta. ¿Qué estaba haciendo? Cuando me quise dar cuenta ya había llamado. No sabía ni qué hora era. Hoy el ruido de la mirilla.

- ¿Clara? - dijo desde el otro lado de la puerta. Abrió despacio, en pijama. Con las lágrimas no la veía bien. - ¡Clara, estás calada!

- ¿Puedo pasar? - pude decir. Me hizo un gesto con la mano. La ropa mojada se ceñía a mi cuerpo de una manera que no me gustaba. Me sentía como dentro de una camisa de fuerza. Me quedé parada allí en la entrada sin saber qué hacer. Vino hacia mi como si tuviese miedo de que me rompiera y yo sentía que eso podía pasar en cualquier momento.

- ¿Qué ha pasado? - me preguntó con tanta dulzura que rompí a llorar de nuevo, tapándome la cara. Ella se asustó de verme así y vino corriendo a abrazarme. No le importó el hecho de que yo estuviese mojada. La abracé con todas mis fuerzas sin poder parar de llorar. Ella también me abrazó con la misma intensidad mientras me acariciaba el pelo - Está todo bien - me repetía al oído.

-No sabía donde ir. Ella... ha muerto- dije entre sollozos y ella me apretó más fuerte. - Ella...

- shhhh- me dijo, intentando calmarme. Separó nuestras caras y me miró a los ojos. Me los secó con dulzura. Yo no aparté la mirada. Me cogió de la mano y me llevó a su cuarto.

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