XLVI: YA ESTÁ

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          Corrí hacia la entrada, cabreada por las últimas palabras de Sergio. Abrí la puerta aún con lágrimas en los ojos y grité:

-!Pues tú eres un hijo de puta! - Para mi sorpresa, el que se encontraba delante de mi no era Sergio. Ni se le parecía-. Su mirada de asombro al verme semidesnuda en la puerta hizo que se quedara boquiabierta, sin saber qué decir.

           Un chasquido fuerte me asustó. Todos mi cuerpo se puso en alerta. La agarré del brazo y la introduje dentro de casa justo cuando una vecina salía a ver lo que pasaba.

           Apoyé mi espalda contra la puerta y comencé a respirar con dificultad. Mi pecho subía y bajaba enérgicamente pero el aire no me llegaba a los pulmones.

-¿Clara? - dijo su voz, preocupada. Pero ahora no podía pensar en ella. Recorrí el pasillo sintiendo que me ahogaba. No me llegaba el aire suficiente. Intentaba dar grandes bocanadas que sonaban a agónica asfixia. Entré en el baño y comencé a buscarlo como loca tirando todo a mi paso. Saqué los cajones y revolví todas las cosas hasta que la encontré.

-Clara ¿qué pasa? - escuché detrás de mi, pero no me frené. Saqué la cuchilla del papel en el que la había envuelto. Me ahogaba. - Eh ¿qué haces? ¡¿Qué haces, Clara?! - su voz estaba acallada por un pitido ensordecedor en mis oídos.

         Sentía la cabeza como si estuviera debajo del agua y mis pulmones se estuvieran encharcando. No entendía lo que decía y ella no iba a entender lo que yo iba a hacer.

          Agarré con fuerza la cuchilla y sin pensarlo dos veces la deslicé por mi brazo.

- ¡No! - ella se abalanzó sobre mi, tirando a un lado la cuchilla, pero era tarde. El corte comenzó a sangrar de inmediato y fue como si en ese preciso momento las compuertas de mis pulmones se abrieran. Tomé una gran bocanada de aire y caí al suelo de rodillas. Me senté contra la pared y ella se apresuró a taparme la herida. Comenzó a hacer presión con una toalla mientras no paraba de negar con la cabeza. Aparté sus manos.

-Ya está - dije yo. Respirando aún con algo de dificultad e intentando llenar al máximo los pulmones. Me miró, totalmente desconcertada. - ya está -repetí. Ella temblaba.

-No entiendo nada, Clara- dijo ella con lágrimas en los ojos. Se sentó a mi lado. Permanecimos en silencio unos segundos. Escondí la cabeza entre los brazos. Me encontraba tremendamente cansada- No puedes intentar matarte. No delante de mí. - levanté de un golpe la cabeza. Ella lloraba mirando a un punto fijo en el suelo. Quise tocarla pero no me atreví. No había tenido tiempo de pensar en cómo le afectaría lo que acababa de hacer. Solo necesitaba hacerlo.

-No he intentado matarme- dije, poniéndome de nuevo de pie y colocando la herida bajo el grifo. Puse los brazos a ambos lados del lavabo y me miré al espejo. Enseguida aparté la vista.

-¿Y qué intentabas? - dijo ella aún desde el suelo.

-No lo entenderías - le dije, mientas me vendaba la zona del corte.

-Creo que al menos merezco que lo intentes- dijo ella, poniéndose de pie detrás de mi. No podía ni mirarla. Intenté salir del baño pero me frenó poniéndome una mano en el hombro. Entendí entonces que se sentía culpable.

-Respirar - dije, simplemente. Ella buscó mi mirada, que seguía fija en el suelo. No respondió nada. - Te dije que no lo entenderías -. Salí del baño y me dirigí a mi habitación. Ella me siguió y se encontró con algo que no quería ver. Los indicios de lo que ella sospechaba.

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