V. ERES REALMENTE PRECIOSA

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- ¿No es su culpa? - me preguntó. Paró en seco lo que estaba haciendo para mirarme. 

-No- le contesté rotundamente. Me sorprendió lo verdadera que sonó esa mentira. Aparté mi mano de las suyas. - Quiero decir que me he despistado esta mañana, nada más. - Las manos me comenzaron a temblar. Me puse en pie, había llegado el momento de irse. Me encaminé hacia la salida. 

- No, espera. - me agarró del brazo y al girarme estábamos una a centímetros de la otra. Por un momento todo se detuvo. - Perdóname -  me dijo - No tendría que haberte preguntado nada. Por favor, no te vayas. -volvió a coger mi mano. Sus ojos penetraban en mi alma y me obligaban a hacerles caso.

          Me senté y miles de mariposas revolotearon en mi estómago cuando volvió a mirarme. Noté como se ruborizaban mis mejillas. Giré la cara, avergonzada. 

-Eres muy guapa Clara. - me dijo de repente. No sabía a qué venía ese comentario. Negué con la cabeza sin pronunciar ninguna palabra. Agaché de nuevo la mirada. Ella terminó de vendarme y acto seguido me dio un beso en la mano. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¿Por qué era tan dulce conmigo? Se puso en pie y salió del baño. La seguí.  -Oye, Clara, ¿Qué comida te gusta? 

-No sé, de todo -  le respondí.

-Perfecto, pediré pizza. -añadió. 

- No, espera, me tengo que ir ya, de verdad, ha sido un placer, pero he de irme. Lo siento. 

- ¿Pero si acabas de llegar? Por favor, no te vayas aún - me dijo, como suplicándome. Me perdí en su mirada y sólo supe decir:

-Supongo que puedo quedarme un poco más - y ella me sonrió. Cogió el teléfono. Yo escruté su salón con detenimiento, asombrada por todas las cosas que allí tenía y mirándola de reojo de vez en cuando. Me acerqué a una estantería en la que había fotos familiares. Me encantó verla en recuerdos de su infancia. Me fije en una foto, la más reciente que había. Estaba ella con sus padres y un chico. No había más fotos de él por el salón. Oí que colgaba el teléfono y me giré.

          Estaba mirándome detenidamente y mordiéndose el labio, como pensativa. Me fijé en su boca y sentí un escalofrío. Volví a mirar sus ojos. ¿Pero qué me pasaba? Creo que en realidad no se daba cuenta de lo que sus miradas hacían en mí. Ni yo misma entendía lo que sus miradas me provocaban. Me dedicaba a disfrazarme de ingenuidad.

-Quieres algo de beber? -

-mmm...Claro.-

-Te gusta el vino? 

-No lo sé - dije algo avergonzada. 

-Perfecto, quiero que pruebes este- me dijo mientras se levantaba a por él y a por dos copas. Lo sirvió con cuidado y me pasó la mía. Lo olí mientras veía cómo se sentaba en el sofá, a mi lado. Tenía una forma especial de moverse, casi melódica.

          Comencé a beber, poco a poco, con pequeños sorbos. 

-Está delicioso - levanté la mirada de la copa y ella estaba mirándome de nuevo. Eso me ponía muy nerviosa. Me miraba de una manera muy descarada.  - ¿Qué pasa? - conseguí preguntar tartamudeando.
  
- No estás muy acostumbrada a que te miren, ¿verdad? - me dijo, sin el más mínimo reparo. 

-No- le contesté agachando la cabeza. Ella con una mano alzó mi barbilla, obligándome a mirarla. 

-No debes avergonzarte Clara, eres realmente preciosa, de verdad. - mis mejillas se sonrojaron.  

-Gracias - dije en un susurro - tú también eres muy guapa -  no se me había ocurrido nada más que responder, aunque era verdad. 

- ¿Tienes novio?  - me preguntó, cambiando la forma de sentarse. Cruzó las piernas en un ágil movimiento. Me quedé mirándolas mientras respondía. 

-¿Qué? No. -dije escuetamente. No tenía mucho más que decir sobre ese tema. Bebí otro sorbo y comencé a sentir calor en las mejillas. 

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