IX. SERÁS PUTA

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          Habían pasado dos semanas desde que hablé con ella. Parecía que me había hecho caso. Ni siquiera nos mirábamos. En el fondo sentía pena, aunque no sabía bien por qué. ¿Por ella? ¿Por mí? ¿Debería haber dejado que se explicara? Daba igual.
Era sábado por la noche y no podía dormir, así que decidí que me vendría bien dar un paseo. Comencé a caminar sin rumbo, con la música a tope para no pensar en nada.
Después de un tiempo caminando me di cuenta de a donde había llegado. Estaba ante la puerta de su casa. Me sentí patética.

          Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Justo cuando me iba a dar la vuelta para irme de allí, sentí que algo no iba bien. Miré de nuevo hacia su portal. Había dos sombras moviéndose, una mucho más grande que la otra. Me acerqué. De repente, me di cuenta de que la figura que estaba de espaldas a mí era la de un hombre y que la otra era ella. Él le tapaba la boca con la mano y forcejeaban. Se me heló la sangre. En cuanto entendí lo que sucedía corrí y me abalancé sobre él. Salté sobre su espalda y comencé a golpearle como pude. Él intentó quitarme de encima. Con un movimiento brusco me tiró al suelo.

-¡Serás puta! - me gritó, y comenzó a darme puñetazos en la cara y el estómago. Rodé y el último puñetazo se lo dio al suelo. Me quedé un momento quieta, paralizada por el dolor, e intentando respirar. Él se agarraba la mano y gritaba de dolor. Me puse de pie con dificultad. Él intentó volverme a golpear, pero agarré con fuerza la mano que probablemente se acababa de romper y él se detuvo. Aproveché y le pegué una patada en la entrepierna. Se dobló de dolor. Le di otra vez.
-¡Para, para! - me suplicó. Repetí el golpe, esta vez con más fuerza. Gateó lejos de mí. Se incorporó con dificultad y se marchó dando tumbos todo lo deprisa que pudo. Me apoyé en la pared mientras intentaba calmar mi respiración. Se me iba a salir el corazón del pecho. Me llevé la mano al labio. Me sangraba, al igual que la ceja y el pómulo.

-Joder- susurré. Ella seguía en una esquina del portal - ¿Estás bien? - le pregunté mientras intentaba respirar.

- ¿Qué si yo estoy bien? - dijo, corriendo hacia donde yo estaba- Clara, tengo que llevarte al hospital - rozó levemente mi labio con su dedo, procurando no hacerme daño.

-No-dije - no puedo ir al hospital. - me miró sorprendida.

-¡Pero estás sangrando! No estás bien - dijo con mirada suplicante.

-Será mejor que me vaya- le dije como respuesta. Comencé a caminar sin poder evitar cojear.

-Vale, Clara, por favor, espera. - me dijo, y paré en seco. Sonó desesperada. Se acercó a mi lentamente. - Déjame que te lo mire en casa. - dude un momento y ella me dijo- Te prometo que no haré nada, por favor, confía en mí. - la miré durante un instante. Parecía que ella lo necesitara más que yo. Asentí. Subimos a su casa. En el trayecto de ascensor me llevé la mano a las costillas. Sentí un dolor punzante.

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