XVIII. LA PROMESA.

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- ¿Podrías... abrazarme? - dije sollozando. 

- Claro. - dijo, rodeándome con su brazo. Pego mucho su cuerpo al mío. Entrelacé nuestras manos.

-Perdoname - dije- Perdoname por ser tan difícil. Por alejarte de mí y luego presentarme en tu casa. Por... -

-Shhhhh, no digas tonterías - besé su mano con delicadeza. Sentía menos frío ahora que ella estaba a mi lado. Acaricié sus dedos suavemente. -Te puedo confesar una cosa? - le pregunté, casi sin pensar. 

-Si- dijo. Yo seguía acariciando su mano. Tenía la piel como de terciopelo.

-Hoy...-dije tragando saliva. No quería volver a llorar - ha muerto la única persona a parte de ti que me ha tratado bien a lo largo de mi vida. Yo... la dejé sola, durante años. - se me formó un nudo en el estómago - Por fin la había recuperado y... Se ha ido- una lágrima recorrió mi mejilla. -se ha ido- repetí y ella me abrazó más fuerte - Le prometí algo. Hace unos días le hablé de ti. Del miedo que tengo a todo esto que está pasando. Lo que me dolía hacerte daño. Lo poco que quiero que descubras como soy y te decepciones... -  Parpadeé para evitar llorar de nuevo. Ella permaneció en silencio, escuchando. Podía oír su respiración. - Me hizo prometer que dejaría mi miedo a estar contigo, porque ella descubrió antes que yo que... Que me había enamorado de ti, desde el primer momento en que te vi. Y aunque me lo he negado a mí misma demasiadas veces, siempre que huyo de ti acabo a tu puerta. Y estoy cansada, cansada de tenerle miedo a todo, cansada de hacer siempre lo que me dicen, cansada de pensar que hay algo malo en mi por sentirme así. - me quedé callada. Allí estábamos, en silencio, a oscuras, abrazadas. El hecho de que no hablara me preocupó. 
-Siento tanto lo que te dije en la cafetería. Siento hacerlo todo tan mal. Sólo espero que no me odies. - Ella seguía en silencio. Me daba miedo moverme si quiera. -Por favor, dime algo- dije, soltándole la mano.

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