LXV: LO SABÍA

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          Abrí los ojos. El sol me daba de lleno en la cara. Sentía la cabeza pesada y palpitante. Eché un rápido vistazo a donde me encontraba. Ver aquella sala me hizo recordar todo de golpe. Me tapé la cara con las manos.

-Que alguien me pegue un tiro, por favor- susurré, pensando que estaba sola.

-¿Siempre tiene tan mal despertar? - preguntó una voz que ya me era conocida. Me senté de un brinco. Todo me dió vueltas.

-¿Café? - preguntó ella. Un dolor punzante en la cabeza hizo que cerrara los ojos fuertemente.

-Ostia... - dije.

- De eso no me queda- dijo su tía. - tengo ibuprofeno... Cicuta... - ella comenzó a reírse.

-¿Cianuro no? - dije sonriendo.
-esa es la actitud - dijo la mujer.  Ella llegó con el café ya preparado para mi. Miré a su tía. Tenía una marca en la cara.

-Oye - dije, avergonzada - siento mucho... Eso- señalé su nariz.

-Tranquila, fue un buen derechazo- dijo encogiéndose de hombros

-Y merecido - añadió su sobrina entre risas.

-No te pases - dijo, señalándola con el dedo.

-Solo hay paracetamol - dijo ella mientras me lo tendía y me daba un tierno beso.

-Chicas, reservaros vuestro amor mañanero para cuando no esté yo- dijo, haciendo como que vomitaba. Puso de repente cara de susto - ¿No habréis mancillado mi sofá, no? - sonreí.

-Tres o cuatro veces- añadió ella.

-No! Es donde duermo la siesta- dijo ella - qué asco... - me tomé el café de un trago. - Clara...-comenzó su tía - con respecto a lo de ayer...

-Está todo bien - dije yo, no dejando que continuara. - no podías saberlo.

-Ni tú - añadió ella. - por eso fui injusta. Lo siento. - dijo mirando al suelo.

-Hay una cosa que no entiendo - dije, mirándola ahora a ella. - tú me viste en el cementerio, año tras año. ¿Cómo es posible  que tu familia no supiera que mi madre está muerta? - ella se quedó pensativa. Abrió mucho los ojos, como comprendiendo algo por primera vez.

-Siempre iba con Nana. - dijo casi en un susurro.

-¿Crees que ella lo sabe? -pregunté y ella asintió.

-¿Mi madre lo sabía? - dijo su tía - ella lo sabía y dejó que cargara con la culpa - sus ojos estaban vidriosos. - ¿cómo he sido tan estúpida? - se puso de pie de un salto. - tengo que hablar con tu madre. ¡Tengo que explicarle todo!

-No creo que sea buena idea - dijo ella. La mujer se frenó de golpe y la miró, confundida.

-¿Porqué? - preguntó, algo alterada. - llevo sin hablar con ella 20 años. Tu madre piensa que la traicioné.

-Lo entiendo, tía. De verdad. Pero mamá no está bien. No puede sufrir otro ataque.

-Y yo no puedo volver allí. Tu abuela piensa que estoy aquí para extorsionar os o algo así, y realmente... Esa mujer me da algo de miedo.

-A todos - aseguró su hija. - pero algo tendremos que hacer, ¿no? Necesito hablar con ella.

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