XXX. RABIA Y TERNURA

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- perdóname - no paraba de repetirme una y otra vez mientras me miraba. No podía moverme, no podía hablar, sólo sostenía aquel regalo aún envuelto entre mis manos temblorosas. - puedes abrirlo - dijo con voz temblorosa y se sentó a mi lado.

          Comencé a intentar levantar el celo. No me gustaba romper el papel. No me gustaba romper cosas en general. Conseguí quitarlo, dejándolo casi intacto. Era una caja, de madera oscura.

- ábrela - me susurró entre lágrimas. Había comenzado a llorar. La miré, inevitablemente. Se las secó, rápidamente. Abrí la tapa con delicadeza y empezó a sonar una nana triste, una canción de niños. Una bailarina daba vueltas lentas en el centro

- Una caja de música - dije y ella asintió. - no entiendo nada... Estoy... Confusa. ¿Porqué? - intenté decir pero ella cogió mi mano y me dijo:

- Feliz cumpleaños - mis ojos se abrieron de verdadero asombro y todo empezó a cobrar sentido. - esa caja era de mi madre. Le hablé de ti y ella se dio cuenta de mi error. Siento llegar tan tarde. Ella quiere conocerte, Clara. Podrás... ¿Podrás perdonarme?- me quedé completamente en shock. Dejé la caja sobre la mesa. Mis manos temblaban más que nunca. Me tapé la cara y comecé a llorar desconsoladamente. No sabía como reaccionar ante todo aquello. Era demasiada información para mí. - Clara, perdóname, te lo ruego- dijo ella, también llorando. Se arrodilló a mi lado. Alcé mi cara, mirando fijamente su rotro. No sabía cómo sentirme. Sentía rabia, dolor, inseguridad... Pero ante todo y contra todo pronóstico, salió de mi un vendaval de ternura hacia ella. Pensé que era estúpido, que no se lo merecia, y aún así la abracé. La abracé con todas mis fuerzas. Y ella lloró en mi hombro y yo lloré en el suyo. Nunca un abrazo había dolido tanto. Me separé de ella.

- Tengo que irme.-dije,cortante. - no puedo quedármelo - afirmé mientras señalaba la caja de música - yo no celebro mi cumpleaños.

- por favor, quédate - musitó en un quejido casi imperceptible. Me quedé parada un momento, en silencio.

- No - dije enfadada, aún con lágrimas en los ojos.

- Clara- dijo, agarrándome del brazo. Volví a frenar en seco.

- ¡Esto es de locos! - dije, aún incrédula. Me quedaré, pero sólo con dos condiciones- dije, y ella asintió aliviada - La primera es que dormiré en este sofá y la segunda es que quiero que mañana me muestres el lugar exacto. - Ella dudo por un momento, pero asintió. Me trajo una manta.

- Buenas noches, Clara- me dijo como despedida. Despedida a la cual no respondí, apagando la luz.

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