LXX: PAPÁ

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-¡Papá! - grité y entré corriendo.

-Clara, espera.-me agarró del brazo-Puede ser peligroso - dijo, intentando retener me, pero me zafé de ella. Le busqué por todas las habitaciones.

-¡Papá! - grité desesperada. Por fin lo encontré. Chillé al verle. Estaba tirado en el suelo. La sangre salía a borbotones de su pecho. Estaba pálido y con la mirada perdida. Me tiré al suelo a taponarle la herida.
- papá ¿me oyes? - mis manos no podían parar la hemorragia. - llama a una ambulancia - le supliqué. - Papá, estoy aquí, estoy aquí - le dije mientras acariciaba su cara. No podía parar de llorar. Notaba como se ahogaba su respiración. - ¿quién te ha hecho esto? - sollocé. Lo abracé, desesperada. No sabía qué hacer. Lo acunaba en mis brazos mientras sentía cómo se le iba la vida. - Mírame - le suplicaba - No me dejes.- Sentí que el tiempo se detenía y la impotencia me manaba de los ojos. Sentí la presencia de los paramédicos. Los sentí como fantasmas. Todo a mi alrededor era mero ruido de fondo. Sólo podía abrazarle con fuerza. No podía perderle.

-Cielo, necesito que te apartes - me dijo una voz que intentaba sonar tranquilizadora. Lo hice sin entender muy bien porqué se movían mis músculos. Me sentía atenazada.  Ella me levantó del suelo y me abrazó, evitando que me desplomara.

           Rajaron su camisa a la mitad. Todo su pecho estaba cubierto de sangre.

-Herida de bala - dijo la mujer - hay que parar la hemorragia y trasladarlo de inmediato.

-Señor, ¿me oye? - dijo otro mientras controlaba el estado de sus pupilas. Le subieron en  la camilla. Yo sólo contemplaba aquella situación que me parecía tan irreal, sin parar de llorar. Ella me abrazaba con fuerza. De repente, él giró la cabeza y me miró. Me miró lleno de miedo. Sus ojos intentaban decirme algo. Miró por detrás de mí y la vio. Su gesto cambió.

-Protégela- le dijo - sácala de aquí, es una trampa - ella asintió.

-Nos lo llevamos-lo sacaron por la puerta.

-Voy con él - susurré, pero no pude moverme. Ella me abrazaba con mucha más fuerza y me lo impedía.  - suéltame- me quejé - quiero ir con él.- Ella no se movió ni un centímetro. Intenté huir de su abrazo pero no podía. - ¡suéltame! - grité. No conseguía moverme. Quería liberarme, lo intenté con todas mis fuerzas pero parecía hecha de hierro. - ¡déjame! Tengo que ir con él. Tengo que ir. ¡Suéltame! - me rompí en un llanto desesperado.

           Mis pocas fuerzas abandonaron mi cuerpo y me desplomé. Toda la carga emocional de estos días me pasó factura en el peor momento. No sentía mi cuerpo. Solo veía mis propias lágrimas emborronándolo todo. Veía la oscuridad aproximándose por los bordes de mis ojos. Sólo sentía el peso en el pecho, la falta de aire mientras la consciencia se me iba.
-Debo ir con él - susurré antes de desmayarme.

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