XIX

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Su madre todavía no había vuelto. Eso le preocupaba en cierto modo. Se había vuelto a sentar en la silla de plástico, con sus ojos puestos en el techo del edificio empezó a buscar formas en las manchas de diferentes orígenes que en él se encontraban; una tortuga, un lápiz... Una nube, ese último le causó gracia.

Se levantó y se dirigió hasta la puerta con barrotes colocando su enfrente en uno de ellas, esperando ver algún avistamiento de sus padres, pero nada.

Comenzó a tararear. El aburrimiento lo consumía, que estarían haciendo sus padres que los hacían tardar tanto?

Se acercó de nuevo al balde con agua. Un aroma lo inundó, era como... humo, algo se estaba quemando, a lo mejor uno de los inquilinos del edificio había dejado algo en el fuego y este se había quemado. Tocó el agua, estaba fría, ni por un instante pensó en tocar la cosa verde le resultaba asqueroso.

Rió al ver como si reflejo se volvió borroso tomando cualquier forma. Paro en seco y tumbó el balde de agua. Algo lo había asustado. Los pelos de su espalda se erizaron, algo estaba detrás de él. Se volteó lentamente, tratando de no hacer movimientos bruscos. No había nada.

- No tienes miedo de mi...- siseo una voz de ultratumba.

- Si...

Empezó a girar para encontrar de dónde provenía esa voz, pero nada, la voz provenía de todas partes.

Una figura empezó a materializarse frente a él. Thomas abrió los ojos como platos.

- Tú...

- Ah... Te acuerdas de mí. Pensé que me habías olvidado cuando te desmayaste en el baño...

La criatura esbozó una sonrisa de oreja a oreja, unos penetrantes ojos inyectando en sangre se cruzaron con los de Thomas. Si respiración se aceleró, no sabía dónde correr, si subía lo alcanzaría y la puerta principal estaba cerrada.

- Thomas...

No respondió, sólo se quedó allí observándola no podía despegar sus ojos de los de ella.

- Estas muerto...

Abrió más los ojos y su boca le siguió el juego, están horrorizado.

La criatura estiró si brazo para tomarlo del cuello pero este empezó a correr escaleras arriba, era su única salida.

- Me encanta cuando corren...

Corría a toda velocidad, piso uno... dos... tres... Se volteó la criatura no estaba ni cerca, le preocupó. Cuando de repente vio a la mujer subir tranquilamente las escaleras.

- Venga Thomas... Vamos a jugar.

- Apártate.

Seguía corriendo, el sudor empezó a bajar por su frente. Tropezó, se rasguño la rodilla pero no paró. La risa diabólica de la criatura se escuchaba por todas partes hasta que se detuvo. Piso seis. Thomas paro, le falta el aliento. Se volteó, ya no estaba. Se pegó a la pared, mirando enloquecido a todas partes esperando un ataque certero por parte de la bestia.

Parpadeo sólo una vez. La criatura se hallaba justo frente a él, a nada más cinco centímetros de él, se asustó por la impresión. Ella de arrodilló hasta quedar a su misma altura. Sus ojos se volvieron a encontrar y una fila de dientes desfiló frente a él.

- Sabes querido... Me gusta hacer sufrir a mis víctimas... Digamos que es... Relajante.

Se rio.

Lo tomó por el cuello y lo levantó lo más que pudo. Thomas pataleaba, se estaba quedando sin aire hasta que la cosa lo arrojó contra una pared a su izquierda. Grito. Había caído sobre su brazo, temía que lo tuviera roto, lo toco, sólo estaba golpeado. Sabía que se hincharía mañana. Claro, si tenía mañana.

La criatura se encaminó hacia él y lo volvió a tomar del cuello, estaba vez apretándolo con las fuerza. Thomas agarró con su mano el brazo que lo sujetaba y esta empezó a echar humo.

La cosa lo soltó y gimió de dolor, la había quemado, pero ¿cómo? Los ojos de la cosa chispeaban. El niño respiraba bocanadas grandes de aire.

- ESTA ME LA PAGAS PEQUEÑO INSECTO- gruño.

Thomas gritó, la cosa lo había pateado con fuerza en el estómago. Un hilillo de sangre se desprendía de la boca de Thomas. Sufría.


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