LXII

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El caminar se volvió lento, la voz de su madre seguía allí, llorando, gritando, sufriendo por algo. El suelo estaba pegajoso, era como tierra de pantano y un particular olor a carne podrida lo consumía. Porquería. Thomas no podía razonar, solo quería descubrir aquello que aquejaba ese sonido. Cada cierto tiempo palpaba su hombro, como buscando indicios de su herida anterior, pero no encontraba nada. Era como si eso nunca hubiera pasado. Pero los recurrentes recuerdos de aquella criatura de garras afiladas y dientes puntiagudos lo dominaba y hacia que sus pasos se volvieron más pequeños... más cortos.

Una figura estaba tirada en el suelo, envuelta en tinieblas; sus manos cubrían su rostro mojado por las lágrimas y su cabello caía tras sus hombros. El llanto que antes había escuchado provenía de aquella figura. El aire se había vuelto pesado, tras un trago de saliva Thomas se acercó más hasta ella.


- ¿Mami?

- Thomas. - dijo eso.

La figura enderezo su cuerpo, estaba desnudo, su cabeza se inclinó un poco y observando al pequeño volvió a pronunciar su nombre. - ¿Thomas? - ella retiro los cabellos de su cara con una mano y seco sus lágrimas.


Thomas retrocedió un par de pasos, esa figura era su madre, esa figura con labios rotos, cabellos desarreglados, un ojo morado y cuerpo tembloroso era su madre. Sus ojos estaban fuera de sí, cabizbaja. - Tu.... Tú no eres real... - lloro otra vez. - Eres.... Solo.... Otro disfraz de ella. No, no eres real. Eres una cara falsa... Tú no eres mi hijo... - En su mano izquierda sostenía firme un cuchillo de color negro azabache y empuñadura de plata.

Las lágrimas volvían a amenazar con salir, Thomas no podía decir nada, la figura de su madre amenazo con el cuchillo apuntando hacia él.

- Te matare... Si... - sus manos empezaron a temblar - Nada es real... No, no, no. Tú no eres real.

- ¿Mami? Soy yo... Thomas... Escúchame...

Silencio. Ambas partes se encontraban en completo silencio. Camila estaba ya fuera de sí, la locura y la desesperación nublaban su mente. Su cuerpo se agito un poco, como si pequeños espasmos la tomaran.

- Thomas... - ella cerró sus ojos y con pasos rápidos corrió a abrazar a su hijo.

Él por otra parte no tenía movimientos, no podía hacerlos, los brazos de su madre lo habían tomado, lo habían encarcelado y lo aferraban con fuerza a ella.

- Thomas... -volvió a decir, tomando con más fuerza al niño- Lo que hago... - sollozo- lo hago por ti.

La sangre en el cuerpo de Thomas se heló de golpe, y con terror dio un grito al ver como su madre descendía con ferocidad el cuchillo hasta él.

- ¡MAMÁ, NO!

Debes despertar.


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