La criatura se pronunció y sin pensarlo dos veces cortó la garganta de Jean, el cuerpo tambaleante de ella fue de un lado al otro, sus manos aprisionaron su garganta buscando detener el sangrado. Sus rodillas cayeron, y luego su cuerpo.
- Hace mucho tiempo que quería hacer eso...
Una detonación tras otra despistó a Sombra, el ser casi invisible sostenía con firmeza el arma y apuntando hacia ella jalaba una y otra vez el gatillo. Su cabello plateado se volvía negro al igual que a su cuerpo poco a poco la negrura la envolvía.
- Vas a desaparecer... Tu amo está dando sus últimos gemidos... Y tú, patético intento de sirviente, morirás... Tus fuerzas ya comienzan a descender. Es un trato injusto lo sé... Tenemos tanto poder y tenemos que usarlo para entretener niños, vivir a costilla de ellos. Déjame acelerar tu retirada.
De un salto rápido arrancó con sus dientes la cabeza de Chika. Como una bestia enjaulada destruyó con sus garras su cara. Los restos de carne caían por todos lados, tejidos blandos se esparcían y manchaba las paredes.
La masa blanda cayó al piso y tras Jean contemplar la horrible escena exhalo por una última vez y se sumergió en los brazos de Morfeo para siempre.
- Ya están dos... Faltan menos... Siguiente... Thomas.
La criatura volteo, sus dientes destilaban sangre, sus garras dejaban caer pequeñas gotas una tras otra. Pero para su sorpresa el cuerpo del pequeño no estaba donde ella lo había dejado. Un pequeño rastro de sangre llegaba hasta la cocina, como el cuerpo de un conejo siendo arrastrado por su cazador. Sombra lo siguió, con pasos ligueros como pluma, casi inaudibles se movió.
- Danny... ¿No te cansas de sufrir puñaladas? Ya perdí la cuenta. Ahora, ¿dónde está el niño?
- No...
- Ya me canse.
Con un rápido movimiento de dedos corto de par en par la garganta de Danny. Los ojos de Danny se abrieron lo más que pudieron y presionando con sus manos la abierta herida cayó al suelo. El líquido rojo salía más y más de prisa y un pequeño chillido se escuchó detrás del mostrador.
El pequeño lloraba y gemía ante las imágenes. Sombra, en su cuerpo, lo miraba divertida. Lo tomó del brazo y arrastrándolo como si fuera solo un costal de papas lo llevó hasta la sala, hasta que el sonido de un disparo en la otra habitación se escuchó. Sombra no se movía, y con gesto de dolor lanzó al niño y voló hasta la sala. Donde Camila, con arma en mano temblorosa, disparaba de nuevo contra el delicado espejo.
Las balas se quedaban incrustadas en él. Pequeñas grietas crecían, y el rostro de Sombra ardía. Y tras un grito ensordecedor, movió sus manos y como si manejara los hilos de un títere grito:
- ¡Vivi Mortuis!
De las altas escaleras un cuerpo grisáceo cayo. Su cabello corto y marrón al igual que su barba.
- ¿James?- jadeo Camila. Sus pupilas estaban dilatadas, su cuerpo temblaba.
El cuerpo de James se levantaba con pesar, le costaba mantener su cuerpo erguido. Sus ojos estaban cocidos, igual que su boca, El hilo negro iba y venía, de su cuenca hasta los párpados, su cuerpo lleno de golpes y moretones tenía cortadas profundas que con cada mínimo movimiento desprendía sangre negra, sangre vieja.
- James... ¿que te hicieron?
Sus rodillas estaban abiertas, sus huesos a la vista, como un muerto viviente se movía en la sala. Camila estaba congelada, el cuerpo de James se inclinaba hacia adelante y después volvía a su sitio.
- ¿James? - volvió a preguntar.
Él bufó. Como si fuera una bestia agitaba su cuerpo y gruñía listo para atacar. De un solo golpe se lanzó hasta Camila, el arma que traía en las manos se le arrebató y fue lanzada contra una pared, con sus dientes penetró la carne de su hombro y al igual que un león rugía en su cara y volvía a encajar su quijada en el hombro. El sabor de la sangre recorría su lengua. Y en un instante hubo silencio. Nada se escuchaba, como si hubieran apagado el volumen de todo el mundo.
Camila no respira, no se movía, no se quejaba. La impresión y la ferocidad la habían sumido en un sueño del cual nunca más iba a despertar.
- Listo... Ahora, seguimos con Thomas...
Sombra se movía por la habitación, cada movimiento de ella era como ver una nube negra de humo que desfilaba. Con sus manos pálidas y heladas sujeto una pierna del niño; este gritaba con tan solo el mínimo roce de ella en sus piernas rotas. Drogado por el dolor el cuerpo de Thomas sufría convulsiones cortas, los cortes en sus hombros, brazos, piernas, cuello se tornaron negros con pequeños pigmentos verdes y morados. Como si una toxina venenosa rondaran por sus venas.
Ella lo soltó frente al espejo y con sus dedos frotó la superficie lisa del mismo. Las balas que Camila había hecho chocar contra él seguían firmes. Las líneas rotas igual, pero todavía su reflejo permanecía intacto. Su larga lengua paso por la extensión del espejo insertando pequeños fragmentos de vidrio en ella; pequeñas manchas estirada de sangre se marcaban en el.
- Terminemos con esto. - dijo ella.
Pero unos disparos resonantes venían desde una pequeña con manos temblorosas. Que sin pensarlo dos veces lanzo una rafaga de proyectiles contra el cuerpo de andante de James. Este caía una tras otra bala que chocaba contra su muerto cuarpo. El monstruo rugía y se retorcía como si las balas fueran lava ardiente.
El suelo temblaba, las paredes se sacudían. La madera de las escaleras se rompía y se arrojaban con ferocidad contra la niña. Los tablones y estacas de madera oscura la golpeaban con fuerza. Una de ellas incrustandose en su pecho. La pequeña bajo la mirada y con tristeza vio ese gran trozo de madera que la penetraba. Levantó una última vez el arma y lo presiono contra el pecho de Sombra. Quien en un abrir y cerrar de ojos se había puesto a escasos centímetros de ella.
- Tenía grandes planes para ti... Pero querias ser la heroína. Es hora de dormir Samantha... - susurró.
La niña se desplomo. Sus ojos seguían abierto, pero ya no respiraba.
- Ahora te toca a ti, Thomas. Terminaremos con esto, de una vez por todas.
* * *
La puerta principal se abrió lentamente. Y un hombre no muy mayor con un bate en la mano entró. Avanzó en la oscura sala, su piel se petrifico al ver el cuerpo de una mujer sin vida, cuyo charco de sangre se extendía en el piso. Alzó la mirada y el centro de la sala vio un espejo de cuerpo completo, cubierto por un manto desgastado.
El hombre se acercó a él, extendió su mano y lo desvistió por completo.