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Ambos se bajaron del auto. Miraron a sus alrededor, el vecindario se veía acogedor. Había un grupo de adolescentes sentados en la acera platicando, escuchando música. Dos niñas jugaban entretenidas en el césped de su casa. Camila las miro, allí estaba la pequeña con el vestido de hace rato, pero, ahora había dos. Eran gemelas. La comisura de sus labios se curvó. Esas niñas se veían encantadoras, ambas con sus lindos vestidos de color azul claro y sus cabellos castaños recogidos con una coleta alta.

-Juego de manos- susurro para ella.

Las niñas se voltearon conectando sus implacables ojos claros con los de Camila. Esta respondió haciendo un saludo con la mano. Las pequeñas le sonrieron, luego sus miradas se dirigieron a la enorme casa detrás de Camila, se miraron mutuamente, se levantaron y se marcharon hacia el interior de su casa. Camila hizo una mueca de confusión, se volteo para ver que había ella que las pequeñas se fueran. La casa.

- Cariño- continuo- ¿qué tienes?

- Viste a las gemelas- se volteo para ver la casa de las pequeñas- son tan lindas.

- Gemelas?

-Sí, estaban allí jugando- dijo Camila apuntando al césped.

- Oh, creo que no las vi-dijo James- ven vamos a dentro.

Camila se acercó a su esposo y le tomo la mano. Caminaron hasta la puerta. Madera de roble con decoraciones cuadradas de vidrio de colores muy hermosos, la manilla era de un color plateado y tenía una pequeña y delgada capa de polvo.

-Está llena de polvo- dijo James sacudiéndose la mano con el pantalón.

Ella rio por lo bajo y extendido su mano para abrir la puerta. La puerta rechino un poco. En la parte de adentro todo estaba tal cual como la primera vez que habían venido, con la excepción de que ya no había un montón de gente curiosa recorriendo el lugar. Estaba oscuro. James encendió las luces de la sala con un interruptor que se hallaba al lado izquierdo de la puerta. Se hizo la luz. Las paredes estaban de un color blanco desgastado y el suelo cubierto por una delgada capa de polvo.

Avanzaron lentamente por la habitación. El suelo rechinaba nada más en un punto en específico de la entrada.

-Es algo grande- dijo James.

- Sacaremos los mueble de casa de mi mama- continuo- siempre se está quejando de que cuando vamos a sacar nuestras cosas de su casa.

Camila se dirigió a la cocina seguida por su esposo. Era pequeña y estaba decorada con un tope de mármol muy bien elaborado, era de un color oscuro con unos detalles en plateado. La cerámica era clara.

Camila se detiene en seco. Frente a ella observa unas huellas de pies de un color rojo oscuro, sus ojos se colocan como platos y un grito se escapa de su boca.

-Camila!- dijo James volteando a su esposa- que tienes, te duele algo?

Ella estaba alterada, se voltea para indicarle a James lo que había visto. No hay nada. El piso estaba intacto, se froto sus ojos asombrados.

- N-nada-tartamudeo- A-allí.

-Te sientes bien?

- Si...-dijo ella saliendo de la cocina.

Se sentó en el piso de la sala. Respiro.

-Toma

Camila miro a James quien se encontraba parado en el marco de puerta que dividía la cocina de la sala, este le había lanzado un caramelo de fresa.

-Te hará sentir mejor- continuo- a lo mejor fue un bajón de azúcar.

Camila le dedico una sonrisa.

- Mira, allí están las gemelas- dijo James señalando hacia la puerta abierta.

Camila se giró para apreciar a las pequeñas, ellas estaban paradas sobre la acera de la calle del frente de la casa. Tenían una mueca de confusión. La mujer las saludo otra vez. Ellas sonrieron y le devolvieron el saludo. Pararon. Sus rostros se deformaron, sonrisa que antes había en ellas se volvió una cara de horror, y salieron corriendo de allí. Camila se levantó del suelo y le dio una mirada a de confusión a James.


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