Capítulo 04

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Ángel 

Estaba preparando una sopa de brócoli cuando sentí como tocaban la puerta de la casa fuertemente, me encuentro sola en casa preparando el almuerzo, Sara está en la universidad.

Me limpio las manos y camino hacia la puerta, al abrirla mi sorpresa es ver a mi hermano junto a dos de sus hombres, me llena de felicidad verlo, me hago a un lado para que pueda pasar a la casa, la actitud que carga es de superioridad.

—Nunca llegué a pensar que podrías ser capaz de ocultarme tu boda.— cerré la puerta dejando afuera a los dos guardaespaldas.

—No he venido para escuchar tus dramas.— hizo un ademán con las manos.

—¿Entonces a qué has venido?

—Te necesitamos en el bajo mundo de Londres, que entres a trabajar en el negocio de papá, eres ágil, sabes combatir cuerpo a cuerpo, utilizar un arma y lo mejor de todo es que conoces a cada quien.— pasó sus dedos sobre la mesa del comedor como si buscara cualquier rastro de sucio.

—Dile a mi padre que pierde su tiempo enviándote, no pienso ni quiero entrar en el mundo que me jodió la vida.

—¿Te gustaría que a Sara le ocurriera algo?— caminó por toda la sala de estar.—¿Un accidente?— enarcó sus cejas.

—Con ella no te metas.— lo señalé con uno de mis dedos en forma de advertencia.

— Pues ya sabes lo que te corresponde.— dejó un arma sobre la mesa.

—Vete a la mierda, tú y mi padre.— le tendí el arma.

—Siempre haciéndote la sufrida, es cierto lo que dice mi padre, eres una puta, te acostaste con dos de sus hombres y nos hiciste creer que había sido una violación.— me acerqué a él y partí su labio de un solo puñetazo.

—Esa es la mierda que mi padre te hizo creer, porque fue lo más conveniente para él, mejor vete de mi casa, el tiempo le dará la razón a quien la tenga.— fui hacia la puerta y la abrí para que se fuera.

—¡Ángel!— gritó.

—¡Vete de mi casa!— me sostuve de la puerta, no podía ver, mis ojos estaban cristalizados.

— Lo siento, no quise decir esas cosas, no quiero presionarte, es papá quien me obliga. — intentó buscar mi mirada, pero la no se lo permití.

—Para mí estás muerto, al igual que mi padre.— cerré la puerta de un portazo en su cara.

Caí de rodillas al suelo, las lágrimas no paraban de correr sobre mis mejillas, mi padre ha moldeado a mi hermano a su antojo, ya no queda nada del hombre bueno con el que viví años atrás, ahora es frío y calculador.

Me senté sobre el sofá, me abracé de las piernas, descanse sobre estas, me dejé llevar, solté todo el dolor que sentía, no me había dado cuenta del tiempo que llevaba llorando hasta que sentí las risas y la puerta abrirse.

Sara entró acompañada por Stephan y Alex, ambos traían comida chatarra en manos, Sara se detuvo a observarme, sé que debo tener los ojos hinchados de tanto llorar.

—¿Sucedió algo?— dejó la comida sobre la mesa.

—No pasa nada, todo está bien.— me levanté del sofá, mi mirada conectó con la de stephan.

—¿Segura?— volvió a insistir.

—Si, hola chicos.— Subí hacia mi habitación.  

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora