Capítulo 28

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■28■


Estacionamos en la entrada de mi casa, Stephan estaba sentado en los escalones de la puerta principal de la casa, en su mano yacía un cigarro, observó la camioneta con cierto desagrado.

—Gracias por traerme.— desabroché mi cinturón.

—No tienes nada que agradecer, siempre estaré aquí para cualquier cosa que necesites.— sonrió con ternura.

—¿Quieres bajar por un café?— abrí la puerta del auto para bajar.

—Que sea rápido debo llevar la camioneta a casa de tu hermano.— apagó la camioneta y bajó de ella.

—No creo que a Max le moleste que te quedes un rato conmigo.

Saqué las llaves de la mochila, Stephan observaba a Sebastián con odio o al menos eso parece.

—La puerta ya está abierta, Sara está adentro.— tiene la mandíbula apretada.

Tomé a Sebastián por una mano y caminé con él hacia adentro, la mano de Stephan detuvo a Sebastián.

—Tú te quedas aquí afuera.— me devolví a observarlo.

—Ángel no está en buen estado, evitemos una pelea aquí y ahora.— Sebastián se soltó de su agarre de forma brusca.

Dejé la mochila a un lado de la escalera y entré a la cocina a preparar café.

—No le hagas caso a Stephan.— dejé la taza de café frente a él en la isla de la cocina.

—¿Es tu novio?— con una cuchara echó azúcar a su taza.

—No somos nada, él solo es el cuñado de Sara.— serví café para mí también.

Me senté a su lado en el desayunador, di un sorbo a mi café, él por igual.

—Siento mucho todo lo que estás pasando.— se giró quedando frente a mí.

—Mi vida es un torbellino, cuando menos crees sucede algo nuevo, no tengo estabilidad emocional.— con mis dedos juego con el borde de la mesa.

—Te entiendo, mi vida tampoco ha sido fácil, me vi reflejado en ti en ese almuerzo.— dejó la taza a un lado.

—¿Qué tan duro ha sido para ti?— me acomodé mejor en el banco.

—Mi madre era drogadicta, para conseguir su porquería se dedicaba a la prostitución, me quedaba solo con mi hermano menor mientras que ella llevaba a la casa a sus clientes, mi padre nos llevó con él, pero el cambio fue peor, mi padre era alcohólico y le gustaban los juegos de apuesta, no nos maltrataba, hizo algo peor, convirtió a mi hermano en un monstruo.

Detuvo su mirada en un punto fijo de la cocina, se nota que hablar de eso le causa dolor.

—¿Qué sucedió con tus padres y hermano?

—Mi madre fue asesinada por uno de sus clientes, mi padre está viviendo en España con su pareja e hija y mi hermano está condenado a 30 años de prisión por asesinar a un policía.— soltó una risa seca.— ¡una hermosa familia la mía!

—Siento mucho, realmente te entiendo.— tomé las taza y las lavé.

—Al menos tú tienes a tu madre viva, mala o buena está aquí y pueden remediar las cosas, en cambio yo, no tengo nada ni nadie con quien contar como familia.

—Por ahora estoy molesta, confundida sería la palabra, después cuando sienta menos dolor hablaré con ella.

Se levantó y caminó hacia mí.

—Cualquier cosa no dudes en llamarme.— llevó su mano a mi mejilla y dio una leve caricia.

—Gracias por todo.

Se fue dejándome sola, caminé hacia la escalera, Sara está sentada con Stephan, a leguas se pueden ver los hematomas que tiene en el rostro, no son tan notorios, imagino quien fue el creador de tales golpes.

—¿Dónde estabas?— Se levantó, su barriga está un poco grande.

—Fui a Italia por cuestiones de negocios.— no quiero darle muchos detalles de mi vida, a pesar de todo ella está con Alex y no confío en ella.

—¿Con el monigote ese?— esta vez Stephan intervino.

—Sí... ¿algún problema?— crucé mis brazos.

—Necesito quedarme aquí contigo, sé que la última vez terminamos en malos términos, prometo que no volverá a pasar.— pasó por detrás de su oreja un mechón de pelo.

—Quédate el tiempo que quieras, no tienes que pagar nada, una cosa te diré, me importa un culo que Alex sea el padre de tu hijo, si ese animal quiere saber de su hijo que lo vea de la puerta para afuera, aquí dentro no lo quiero, última vez que te recibo en mi casa con los brazos abiertos.

No quise quedarme a hablar sobre lo mismo, subí hacia mi habitación, me tumbé sobre la cama, no pasaron 5 minutos cuando escuché como tocaron la puerta.

—¡Adelante!— me senté en la cama para más comodidad.

En mi campo de visión apareció Stephan, entró cerrando la puerta detrás de él.

—¿Sara nesecita algo más?— dejé mi pulsera en la mesa de luz.

—No es Sara, soy yo.— se acerca a la cama hasta que se sienta sobre ella.

Nuestras miradas conectan por un pequeño lapso de tiempo.

—¡Ahh sí!— es lo único que logro decir.

—¿Por qué te fuiste a Italia con él?— se que de refiere a Sebastián.

—Él se encarga de cuidarme, su deber es acompañarme a todos lados, es mi amigo, no le veo nada de malo.— me encogí de hombros restandole importancia.

—Yo puedo cuidarte así como él lo hace, creo que no lo hará mejor que yo.— sus azules ojos se tornan de un azul más oscuro.

—No veo porqué tengas que hacerlo, no somos nada, tienes una vida, yo por igual.— me levanté de la cama.

Siguió cada uno de mis movimientos con su mirada. Se levantó quedando cerca de mí, su mano sujetó mi cintura con posesión y su otra mano libre me sujetó con fuerza mi nuca.

—Me gustas Ángel, no pienso negarlo, me traes loco desde el primer día en que te vi y esa locura aumentó la noche en que te tuve sobre mi miembro gimiendo de placer.— hundió su rostro en mi cuello para aspirar mi olor.

Contuve un gemido mordiendo mis labios.

—Deja de creer que soy un objeto, solo tuvimos sexo, fue cosa de una noche, eso no nos da el derecho a ninguno de los dos de meternos en la vida privada de cada quien.— trato de empujarlo, pero él es más fuerte.

Saca su cabeza de mi cuello y detalla mi rostro con su mirada.

—Te vez cansada, no estás durmiendo esas ojeras lo explican todo.— con el pulgar acaricia la zona donde están ubicadas las ojeras.

Cierro los ojos para disfrutar su delicioso y relajante tacto sobre mi piel.

—He estado trabajando mucho, eso es todo.— miento, nadie puede tener conocimiento de mi pasado, menos él.

—Te dejaré para que descanses, por Sara no te preocupes, yo me encargaré de ella, descansa.— dejó un casto beso sobre mi frente.

Se alejó de mí y salió de la habitación, solté toda la respiración que hasta ahora me percaté que tenía contenida, me acosté nuevamente.

No puedo dejar de pensar en su confesión, en la forma que me dijo las cosas, nunca llegué a pensar que podría gustarle o que tendría algún interés sobre mí que no fuera sexo.

"Me gustas Ángel, no pienso negarlo, me traes loco desde el primer día en que te vi y esa locura aumentó la noche en que te tuve sobre mi miembro gimiendo de placer."

Esas palabras no dejan de hacerse eco en mi mente, se repiten una y otra vez.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora