Ángel
—¿Tanto odias la idea de viajar a Italia?— Sebastián me observaba por el espejo del auto, iba en el asiento trasero de la camioneta.
Tomé un poco de aire por la boca y lentamente lo expulsé por la nariz.
—No es que me moleste, simplemente no deseaba viajar tan repentinamente.—me giré para poder tener mejor acceso a la ventanilla.
—Entiendo.— apretó los labios, esta situación es embarazosa, entre nosotros es evidente la tensión sexual.
El viaje fue en el jet privado de mi padre, dormí en todo el vuelo, en estos momentos me encuentro de camino a casa, a decir verdad todo a cambiado desde que me fui, hace siete años no regresaba, mi vecindario sigue igual a excepción de algunas viviendas.
Estacionamos frente a la gran mansión de estilo colonial, en esta casa están mis recuerdos felices como también los dolorosos.
—Mientras más vueltas le des al asunto, más difícil resultará.—Maximiliano interrumpió mis pensamientos, arregló su camisa de lino blanca y bajó del auto.
Sebastián está sentado en el asiento del piloto, él es quien venía manejando en todo el trayecto, me observa con preocupación. Suelto un suspiro y bajo del auto con mi bulto al hombro.
La esposa de mi hermano va pegado a él como una lapa.
—Es intensa... ¿No?— Sebastián camina a mi lado, observa a mi hermano y esposa con diversión.
—Lo suficiente como para volver loco a mi hermano, en el fondo sé que la ha mandado al carajo más de una vez.— los dos reímos sonoramente.
Volvimos a tomar una postura de seriedad, tomó mi bulto para cargarlo por mí, los demás hombres de mi hermano se quedaron afuera, Sebastián tiene ciertos privilegios por ser el hombre de confianza de mi hermano, por tal motivo puede tener acceso a la casa, sentarse en nuestra mesa, entre otras cosas.
Mi madre abraza a Maximiliano con ternura, besa su mejilla y hace el mismo gesto con su esposa, mi hermano sube hacia el segundo piso donde se encuentran las habitaciones, acompañado de su esposa.
Sebastián los sigue con mi equipaje, observo los alrededores de la sala ante—sala, nada ha cambiado, todo sigue como lo dejé.
El aspecto físico de mi madre deja mucho que decir, no queda nada de aquella mujer despampanante que siempre llevaba unos tacones, pelo platinado, labios color cereza. Ahora es todo lo opuesto, su mirada se ve apagada, su pelo está cubierto por pequeñas canas, ojeras notorias, su vestimenta es sencilla.
No queda nada de lo que un día fue.
Me acerco a ella, la abrazo con todas mis fuerzas, son siete años lejos de ella, sin verla, sin sentirla, sin ningún tipo de contacto excepto la línea telefónica.
Al separarnos repasa mi cuerpo, lleva una de sus manos hacia mi mejilla y me acaricia.
—Cuanto has crecido mi hermoso Ángel.— sus ojos se achican por la connotación del momento.
Me separé de ella sin ser brusca.
—Tú también has cambiado mucho mamá.
—Me alegra que hayas aceptado nuestra invitación.
—Solo he venido por ti, deseaba verte, no más que eso.— contengo mis ganas de llorar.
Enrolla su mano con la mía y caminamos hacia la cocina, desde el umbral de la puerta de la cocina el olor a cordero asado provoca que mi estómago suelte un rugido.
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Stephan
ActionÁngel Mancini, hermosa joven italiana, tras crecer en un mundo lleno de perversiones, drogas y enemigos, decide huir y radicarse en Londres, por culpa de los traumas del pasado no es capaz de enamorarse, todo cambia cuando Stephan llega a su vida de...