Capítulo 19

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Después de discutir por diez minutos sobre la cama o la sala finalmente terminé aceptando dormir en la cama de Sebastián, él se fue a la sala, desperté más temprano le preparé desayuno, tomé una ducha, le robé una playera y una bermuda.

—Me gusta como te queda mi ropa.— dejó el plato sucio en el lavabo.

Caminó hacia el refrigerador y tomó una limonada.

—Gracias, no te pienso devolver la playera porque me gustó.— saqué la lengua como lo haría una niña de 5 años jugando con otro niño, al ver mi acción sonrió.

Vi la hora en mi celular, ya son las 11 de la mañana, fui hacia la habitación busqué mi ropa y tacones, salí de la habitación con todo en mano.

—¿A dónde vas?—eché todo incluyendo mis armas en una bolsa.

—Debo llevar a Luna con su padre.— crucé el bolso por mis brazos.

—Te llevaré.— tomó las llaves de la camioneta.

—No hace falta, uno de mis hombres está abajo esperándome. — iba a refutar, no dejé que hiciera el intento.

—Eres tan terca.— solté una carcajada.

Salí de su departamento, en la entrada me esperaba Nick uno de mis hombres, me senté en la parte trasera, ya Luna estaba en el auto, estaba más calmada.

—¿Lograste descansar?— pregunté cuando nos comenzamos a alejar.

—Gracias por salvarme de ese infierno.— sus ojos se cristalizaron.

—No debes agradecerme nada.— llevé un mechón de pelo detrás de su oreja.

Nadie dijo más nada en todo el camino, me concentré en responder mensajes de mi celular, tenía muchas llamadas perdidas y mensajes por parte de Sara, los ignoré todos.

Cuando su padre vio a Luna se desplomó a llorar, debe ser difícil saber que tu hijo está en peligro y no saber donde encontrarlo.

Permanecieron por un buen rato abrazados y llorando, el señor se acercó a mí, sin esperarlo me abrazó, no pude evitar corresponder su abrazo.

—Gracias, no tengo como pagarte, has echo tanto por mí sin conocerme, espero que Dios te bendiga toda la vida.— sequé sus lágrimas.

—Preste atención a lo que le diré, deben irse, los llevaremos al aeropuerto, le compré una casa en Italia, por el trabajo no se preocupen eso está resuelto.— le di los dos boletos de avión.

—¿Por qué debemos irnos?— me miró confundido.

—Porque los dueños de ese club buscarán a su hija hasta encontrarla, no podemos arriesgarnos a que la encuentren.

Ambos prepararon una maleta con lo necesario, subieron a su auto, los dejamos en el aeropuerto, me despedí de los dos, le prometí al señor que algún día los visitaría, después de ver que los dos abordaron el avión salimos del aeropuerto.

Caminamos por el estacionamiento, a leguas pude ver a Sebastián recostado del auto de Nick.

—¿Qué haces aquí?... deberías estar tomando reposo.— caminé hacia él.

—Vete Nick, yo la llevaré a casa.—Nick asintió y subió al auto.

—Estas de remate.—me dirigí hacia donde se encontraba la camioneta.

—Prometí llevarte a casa y eso haré.— subió a la camioneta, esperó que subiera también para después salir del aeropuerto.

—Veo que eres más terco que yo.— hice un chasquido con la lengua.

—Es un rasguño, debo curarme cuando sea necesario y ya está.— le prestaba atención al volante, de vez en cuando me observaba a mí.

Solté un suspiro en forma de resignación.

—Si sientes que puedes realizar cualquier actividad física, sin tener ningún tipo de impedimento pues adelante.

Llegamos a mi casa, tomé mi bolsa, Sebastián bajó de la camioneta para despedirse.

—¿Quieres comer algo?... ¿Algo de beber?— pregunté mientras entraba la llave en el cerrojo.

—Nunca me has invitado a nada, así que pienso aceptar tu propuesta.— me observó con diversión.

Entramos a la casa, Sara estaba viendo un juego de basketball con Alex y Stephan estaba usando su celular, su mirada se detuvo en Sebastián lo observaba con repulsión.

—¿Qué le pasó a tu brazo?— preguntó Sara.

Sebastián me observó buscando una respuesta en mi mirada, hasta que decidió a hablar.

—Intentaron asaltarme anoche, por suerte no fue nada grave.— ella hizo una mueca de desaprobación.

—Ya no se puede confiar en nadie, la delincuencia está terrible.— apoyó su cabeza sobre el hombro de Alex.

Tomé a Sebastián de la mano y caminé con el hacia el mesón de la cocina, abrí el refrigerador y saqué una cerveza bien fría.

—Aquí tienes.— le tendí la bebida junto con un vaso.

Saqué para mí una bebida energizante, nachos y salsa para los nachos.

—¿Y tu cerveza?— sirvió el líquido en el vaso.

—No tomo alcohol, anoche di un trago a la botella de vodka porque estaba muy estresada.— sonreí sin mostrar los dientes, sonrisa que se esfumó al ver a Stephan entrar por la cocina.

—¿Así que te asaltaron?— tomó mi bebida y la llevó a sus labios para darle un sorbo.

—Sabes lo que sucedió mejor que nadie.— respondí tajante.

Se volteó a observarme, su mirada era vacía, es como si le molestara tanto verme con él, Sebastián se removió incómodo en el asiento, se tomó la cerveza de golpe y me dio las gracias.

—Mañana vendré a buscarte para llevarte con tu hermano.— con mi mirada le di a entender que está perfecto.

—Yo la llevaré.— respondió Stephan con la mandíbula apretada.

Sebastián ignoró su respuesta, se acercó a mí y dejó un beso en mi mejilla, sin decir nada más salió de la casa.

—¿Qué carajos sucede contigo?— recogí la botella de cerveza y la tiré al bote de la basura.

—Ahora sí vamos a hablar los dos.— su tono de voz era reclamante, es como si yo fuera su hija y el mi padre.

—Primero que nada le bajas dos rayitas a tu tono de voz y segundo no tenemos nada de que hablar, no tienes ningún derecho de venir a interrumpir mi conversación con ninguna persona que esté hablando.— se acercó a mí y me tomó por el brazo fuertemente.

Sin pensarlo me solté de su agarre y le di una fuerte bofetada.

—No vuelvas a tocarme de esa manera.— lo observé molesta.

Estaba molesto, su cambio de humor fue repentino, salió de la cocina dando grandes zancadas, ningún imbécil va a hacerme ver como algo normal la violencia.

Solté un suspiro cuando estuve sola en la cocina, subí hacia mi habitación, me acosté en la cama para descansar un poco, después de todo nada ha sido fácil.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora