Capítulo 23

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Al anochecer decidí dar un paseo con mi perro por los alrededores de la casa, me vestí con una ropa deportiva, también pienso trotar mientras mi perro juega con cualquier insecto o realiza cualquier actividad.

Mi herida en el brazo por causa de la bala de la noche anterior no dejaba de dolerme, en el día todo estaba bajo control, pero al llegar la noche las cosas cambiaban.

Tomé mis auriculares, las llaves de la casa y salí con mi perro a caminar, solté la correa de Max para que se sintiera libre, mientras mi perro olfateaba cualquier basura yo me concentraba en cambiar la música de Spotify.

Stephan

Me senté en el mueble que queda frente a la puerta, esperé a que Ángel saliera de la casa para poder entrar, la casa estaba oscura lo que era ventaja para mí.

Escuché los ladridos de su perro y el sonido de las llaves en la cerradura de la puerta, sin hacer ruido me escondí detrás de la puerta.

Ella entró a la casa, dejó las llaves sobre la isla de la cocina y abrió la puerta corrediza de cristal que daba acceso al jardín para que su perro saliera.

—Sabía que habías sido tú quien huía en la moto la noche de la entrega.— observé la gaza que descansaba sobre su hombro.

Ella llevó una de sus manos hacia su pecho, mi presencia la había asustado, era de esperarse.

—¡Mierda!... No puedes entrar a mi casa así, sin avisar, eso es ilegal.— sonreí al escuchar la palabra ilegal.

—¿En serio?... La noche que te metiste en nuestros almacenes para robar las toneladas de coca no parecía importarte la palabra ilegal.— me acerqué a ella.

— No sabía que eras hijo del dueño de ese almacén.— su rostro cambió al decirme eso.

Llevé una de mis manos hacia sus caderas, su mirada se desvió hacia donde la estaba sosteniendo en estos momentos, tocarla es electrizante, siento que su cercanía es todo un reto para mí, ya que no sé como reaccionar cuando estoy a su lado.

—Ahora lo sabes, no quiero que te hagan daño, por tu seguridad y de las personas que te acompañaron devuelvan lo que se robaron.— acaricié la piel desnuda de su cintura, mordí mis labios al darme cuenta del piercing que tiene en el ombligo.

—No te tengo miedo, mucho menos a tus hombres.— mi mirada conectó con la de ella.

—¿Ah sí?— me acerqué hacia su oreja y mordí el lóbulo de esta.

Escuché como ella soltó un gemido apenas audible, estaba conteniendose, lo está haciendo desde que se dio cuenta de mi presencia.

—Sí.— intentó separarme de ella, hice más presión en el agarre de su cintura, no dejaré que gane esta batalla.

—¿No entiendo por qué eres tan terca conmigo?... déjame explorar cada rincón de tu piel, lo necesito... ¡Joder!— dejé mi cabeza descansar sobre su hombro, esta situación en la que estábamos me estaba volviendo más loco de lo que ella me trae.

—Ya lo has hecho.— no pude más y la tomé por el cuello.

Uní nuestros labios, necesitaba perderme en el dulce sabor que transmiten esos carnosos y apetecibles labios, sus suaves y delicados movimientos hacen que pierda la poca cordura que me queda, de tan solo besarla siento una satisfacción maravillosa.

Mordí su labio inferior, está acción provocó que ella abriera más su boca dándome acceso libre a tomar posesión de su lengua, nuestras lenguas se unieron y juntas comenzaron a bailar y a disfrutar de una deliciosa cercanía.

Esta mujer tiene el poder de ponerme como quiere con tan solo beso, debo decir que "Las mujeres que saben besar tienen el paraíso comprado."

Ángel como dice su nombre es un Ángel en todo el sentido de la palabra, la forma en que me toca, es pervertida, pero inocente a la vez o al menos eso es lo que demuestra.

Cuando estoy cerca de ella siento la necesidad de protegerla como de también hacerla mía y follarla sin piedad hasta que ella no desee tal placer.

—Me separé de sus labios lentamente, ese pequeño espacio era un martirio para mí.— No te he explorado a mi manera.— volví a morder su labio inferior, esta vez con más delicadeza.

Sus piernas se enrollaron en mis caderas, la alcé sosteniéndola por sus nalgas, di una palmada sobre estas provocando en ella placer y dolor a la misma vez, la dejé sobre el sofá, no podía ver con claridad, lo bueno es que la luz de la luna nos favorece a ambos para poder ver lo necesario.

Me quité la playera quedando desnudo de la cintura para arriba, sus ojos recorrieron mi abdomen, se tensó un poco al ver el tatuaje de mi cuello, aventé la playera a cualquier parte de la habitación, sus manos toquetearon cada parte de mi piel, con su pulgar cariciaba mis tatuajes.

Me acerqué a su cuello, aspiré su dulce aroma, su olor provocó que a mi mente llegaran vagos recuerdos, hice caso omiso a lo que mi mente quería recordar, no era momento para amargarme pensando en lagunas de mi pasado.

Entré mi mano por debajo de su top negro deportivo, de tan solo ella sentir el roce de la yema de mis dedos sobre uno de sus pezones me separó de ella de golpe, quedé anonadado por la acción, estaba sofocada, asustada sería la mejor palabra para definir su actitud en estos momentos.

—Vete por favor.— no se detuvo a mirarme.

Caminé hacia donde se encontraba mi playera, no pienso hablar sobre esto, es evidente que algo le afecta, cuando ella considere necesario me confesará que sucedió. Me vestí y salí de la casa sin mediar palabra.

 Me vestí y salí de la casa sin mediar palabra

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