Capítulo 29

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■29■

Stephan

—¿Sara está en casa de Ángel cierto?— Alex lleva detrás de mí toda la mañana, no ha dejado de preguntarme por Sara.

Me detengo en medio de la cocina, las empleadas al vernos salen de la cocina, dejándonos solos.

—¿A dónde más iría?... deja a Sara en paz, la última vez la dejaste en  estado crítico, eres mi hermano, pero eso no impide que te rompa la madre si te lo ganas.

Su expresión y su boca forman una "o", sé que no esperaba esa respuesta, sabe a la perfección que no soy como mi madre, yo no cubro sus faltas ni las apoyo tampoco, lo que está mal lo está, sea quien sea debe asumir su error.

—No me importa en el lugar que esté o con quien esté, solo quiero saber de mi hijo, eso es todo.— cree que me como el cuento de que quiere saber de su hijo, desde que se enteró del embarazo de Sara no ha hecho más que evadir su responsabilidad como futuro padre.

Solté una risa seca logrando captar toda su atención.

—Si esa es tu preocupación pues no tienes de que preocuparte, te avisaré los avances del embarazo, pero cerca de ella no te quiero, después que tu hijo nazca lo verás, de eso me encargaré.— tomé una manzana y salí al jardín, mis padres están sentados en la mesa desayunando.

—Hola Stephan cariño.— me acerco a mi madre y dejo un beso sobre su mejilla.

Me siento al otro extremo de la mesa quedando frente a mi padre y al lado de mi madre, al lado de mamá se sienta Alex con mala cara.

—¿Por qué no habías venido a dormir a la casa en días?— pregunta mi padre mientras deja el periódico a un lado.

—Solo estuve tres días fuera de casa, estaba resolviendo las mierdas de otros.— lo último lo dije con los dientes apretados.

Alex dio un fuerte golpe en la mesa llamando la atención de todos.

—¡Mi hijo no es una mierda!— espeta furioso.

—Conmigo suelta ese papel de protagonista sufrido, que aquí ni eres el protagonista, pero mucho menos el sufrido, ahora te importa el niño, si hasta unos meses atrás lo negabas.— con toda la calma del mundo di una mordida a mi manzana.

Mi padre lo observa con burla.

—Si tanto te importa tu hijo...¿Por qué no compras una casa y vives junto a su madre? O mejor aún... ¿Por qué no se casan?— mi padre pone toda su atención en él, en espera de una respuesta.

—No hace falta casarme con ella para querer a mi hijo.— mi madre asiente, como siempre dándole la razón a la niña mimada.

—Además, Alex no tiene que atarse a alguien que no ama.— deja un beso en la mejilla de mi hermano.

—¿Pero follarsela sin condón sí?— mi padre agranda más su sonrisa.

—¡Stephan!— reclama mi madre molesta.

—Perdonáme, pero él sabía que sin protección no iba a sacarse millones de dólares, su fortuna ahora es un bebé, hasta donde sé no lo quiere.— me encogí de hombros.

Me parece patético cuando se lo propone.

—Stephan necesito que te reunas con Noel, está muy enfermo, eres el único que me representa, en ti confío.— asiento.

Hace más de 7 años que no se nada de Noel, por su seguridad ha hecho creer que está muerto, se esconde a las afueras del país, me agrada es como mi segundo padre.

—Esta tarde iré a verlo, por eso no te preocupes.— con su mirada supe que estaba de acuerdo.

Observé a mi hermano, sigue con cara de perro, pero no me importa.

—Nos vemos al rato, tengo más cosas que hacer.— dejé un beso en la frente de mi madre y apreté el hombro de mi padre.

—Cuídate hijo.— sonreí sin mostrar los dientes.

Subí a mi auto y conduje hasta las afueras de la ciudad, antes de entrar al bosque donde se encuentra la casa de Noel me aseguré de que nadie estuviera viéndome, estacione a un lado de la casa.

Noel está afuera jugando con sus dos perros, al verme su sonrisa se agranda, se nota la felicidad que le causa verme.

—Cuanto has crecido.— se acerca y me abraza.

Nos damos un abrazo cargado de cariño.

—No puedo decir lo mismo de usted, está más viejo, pero los años le sientan bien.— ambos soltamos una carcajada.

—Burlate de mis años, para allá van todos ustedes.— da una palmada en mi espalda.

Me quedo observándolo por unos segundos, su parecido con Ángel es increíble, tienen el mismo color de piel y de ojos, ni hablar de su nariz y otros aspectos físicos, olvido esos pensamientos, debe ser imaginación mía.

—Mi padre me ha enviado a verte, está preocupado por ti, con esto del trabajo se le dificulta venir a verte.— caminamos hacia la casa, sus perros se quedaron jugando atrás.

—Mi amigo, tu padre es como mi hermano, dile que estoy mejor que nunca, aquí tengo todo lo necesario.— nos sentamos en el comedor de la cocina.

—Tu casa es hermosa.— observo cada detalle de esta belleza.

Se unió conmigo a la acción de observar cada rincón de esta sala.

—Es tuya también.— guiñó un ojo con una sonrisa.

Se levantó y sirvió jugo de limón en un vaso.

—¿Quieres algo de tomar?... Pide lo que sea hijo.— así es como siempre me ha llamado.

—Jugo está bien.— sirvió más jugo en otro vaso y lo dejó frente a mí.

Tomó su vaso y se sentó frente a mí en el comedor.

—¿Cómo está tu madre?— dio un trago a su bebida.

Tomé el sorbete con mis dedos y comencé a jugar de lado a lado con este.

—Diría que de maravilla.

Asintió con una sonrisa.

—Me alegra mucho que tu madre esté bien.— se acomodó en la silla.—¿Y Alex?

—Ya sabes, viviendo la vida loca y, siendo apoyado por mamá.— negó al escuchar lo último.

—¿Has encontrado a la joven de aquella vez?— negué al instante, ese recuerdo vaga por mi mente, hace tantos años que ocurrió que me resulta imposible recordar.

—He intentado contactarla, me ha resultado imposible, no se nada de ella, desde la vez que la dejé en aquella carretera tirada no he vuelto a saber de su existencia.— de solo recordar me causa asco de mi mismo como persona, no puedo creer que fui capaz de cometer semejante  bajeza.

—Deja de sufrir por algo que no recuerdas, solo déjalo pasar, quería saber de ella para comprobar ciertas dudas, pero el tiempo la traerá a mí.

Lo observé con cierto grado de curiosidad.

—¿Cuáles dudas?

—No puedo revelarte esa información, más adelante lo sabrás, si llegas a verla o a encontrarla, cuidala, hazlo como si tu vida dependiera de ella.

Solté una risa seca.

—Después de haberle jodido la vida, perdóname, pero no creo que desee tenerme tan siquiera cerca.

—Haz lo que te digo, de lo otro no te preocupes.— su actitud y manera en que se expresa de esa joven ponen en duda ciertas cosas, me deja con la intriga.

Disfruté de su compañía al igual que él de la mía, al finalizar la tarde me despedí de él y conduje hacia la comodidad de mi departamento.

Verlo nuevamente me llena de satisfacción y felicidad.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora