Capítulo 30

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■30■

Ángel

Desde mi regreso de Italia no he vuelto a ver a mi hermano, mucho menos a Sebastián, he decidido tomar un descanso, no pensar en mi familia ha servido de mucho.

Llevo dos semanas conviviendo nuevamente con Sara, su comportamiento es más extraño que el de antes, cuando habla por teléfono lo hace con discreción, razón que no entiendo en lo absoluto.

Salgo de tomar una refrescante ducha, las gotas de agua que se escurren de mi cabello mojan el piso de mi clóset, decido vestirme con una playera vieja y unos pantalones de mezclilla, mis crocs y salgo con destino a la sala de estar.

—¿Qué tienes?— pregunto a penas entro a la sala.

Sara está acostada en el mueble en posición de feto, por la expresión que tiene en su rostro quiere decir que siente algún dolor o algo parecido.

—No lo sé, estaba viendo televisión y de repente sentí un fuerte dolor en la parte baja de mi vientre.— sus manos están en esa parte de su vientre.

Tomé las llaves de mi auto que estaban en la isla de la cocina y me acerqué a ella.

—Ven, te llevaré al hospital.—intenté tocarla para levantarla del sofá, ella no lo permitió.

Negó repetidas veces.

—No hace falta que me lleves al hospital, ha de ser algo que me cayó mal, últimamente estoy comiendo mucha comida chatarra.— hice un chasquido con la lengua, no me trago ese cuento, siempre se le ha dado mal eso de mentir, está nerviosa, otro factor más, miente.

Puse una posición rígida, con seriedad la miré a los ojos.

—Estás embarazada, cualquier dolor o algo extraño por más mínimo que parezca requiere atención de un médico y suma preocupación.— la tomé por un brazo fuertemente y la levanté del sofá.— vendrás conmigo al hospital, no sabemos que puede estar causando ese dolor.

No le quedó otra alternativa que subir al auto e ir conmigo hacia el hospital.

—¿Motivo por el cuál están aquí?— pregunta la ginecóloga.

Sara juega con sus dedos nerviosa, no entiendo su actitud, es como si escondiera algo.

—Tiene dolores fuertes en la parte baja de su vientre.— respondí por Sara, la observé con mala cara, todavía no entiende la magnitud del asunto.

Observó el vientre de mi amiga, se quedó un poco pensativa, luego se levantó y salió de su escritorio quedando frente a nosotras.

—Bien, Sara, acomódate en esa camilla, mientras me coloco unos guantes.— Sara caminó hacia la camilla, con mi ayuda se acostó sobre esta.

La miré por unos segundos para luego hablar.

—¿Por qué actúas así? ¿No te importa tu hijo?— seguí viéndola en busca de una respuesta.

No pudo sostenerme  la mirada por mucho tiempo, era evidente que mi forma de verla la estaba haciendo sentir incómoda, no era para menos, estoy hecha una furia y ella es la culpable por su maldita negligencia.

—Estoy asustada, eso es todo.

Iba a responderle, pero fui interrumpida por la doctora.

—Veamos, ¿Qué tenemos por aquí?— se acercó la doctora a Sara.

Levantó la blusa de mi amiga, con sus manos comenzó a tantear su vientre.

—¿Cuánto tiempo llevas de gestación?— quitó sus guantes y los echó al bote de basura.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora