Capítulo 13

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■13■

Stephan

—Ese cargamento no puede pasar por Colombia.— llevé dos de mis dedos a la cien y froté en ella.

Definitivamente hablar con mi hermano y los hombres de mi padre, es como hablar con niños de prescolar, les encanta contradecir, no saben hacer las cosas y quieren hacerla.

El último cargamento que enviamos a Colombia fue capturado por la policía estatal, lo que significó problemas por todos lados.

—¿Qué sugieres princesita?— esa pregunta de manera sarcástica me tocó los cojones de la manera más hijo de puta que puede existir.

Caminé hacia él sin mostrar ningún tipo de expresión, saqué mi sevillana sin que él se diera cuenta, lo arrinconé de la pared, con mi brazo lo apreté del cuello, con la mano que tenía la sevillana la coloqué en su rostro.

—La próxima vez que abras la boca procura que sea para dar ideas útiles, no inútiles como tú.— todos soltaron una carcajada.

Guardé mi navaja y caminé nuevamente hacia el lugar donde estaba sentado anteriormente. Este idiota piensa que tengo todo el  día para soportar sus estupideces, sigo pensando en como enviar la entrega sin que sea stropeada.

—¿Y si la enviamos a la central que ellos tienen en Brasil?—preguntó uno de ellos.

--He pensado en esa posibilidad, para hacer eso debemos informarles a ellos, para que una vez que el cargamento llegue allá ellos sepan que hacer.— tomo mi celular.

Busco entre mis contactos, cuando iba a marcarle al socio de mi padre en Brasil uno de sus hombres vuelve a dirigirse a mi persona.

—No hace falta que lo llame, nosotros os encargaremos, vaya y descanse por hoy.— eso suena bien, necesito acostarme y sentir la suavidad de mi cama.

—Bien, confiaré en ustedes, espero que por primera vez en sus vidas hagan una mierda bien.— me levanté y caminé hacia la salida.— no quiero fallos o se arrepentirán de las consecuencias.— di mi última advertencia antes de marcharme.

Camino hacia mi convertible, he quedado de verme con mi mejor amigo Ben, tenemos una buena amistad desde hace 5 años, fue cuando inicié en las carreras clandestinas, es como un ermano, nos apoyamos en todo, es el único que conoce de lleno a lo que me dedico.

Estaciono frente a su casa, antes de bajar del auto veo una moto estacionada frente a la entrada de su casa, esa moto me resulta familiar, bajo del auto, dejo mi arma en la guantera del auto, no es necesario portarla cuando estoy con Ben, él es respetado en el bajo mundo al igual que yo.

Busco las llaves que Ben me obsequió, introduzco la llave en la perilla de la puerta, abro y entro a la casa, el tipo que estaba con Ángel la otra noche está sentado frente al plasma, nota mi presencia, y se levanta del sofá.
—¿Dónde está Ben?— pregunto cortante.

Toma palomitas del recipiente que está descansando en la mesa decorativa de la sala, las lleva a su boca, da un sorbo a su bebida energizante y me observa de arriba abajo.

—Está en el jardín, está lavando su moto.—vuelve a concentrar su vista en la televisión.

Idiota, no entiendo que vio en él, aunque según lo me dijo no son novios, me tranquilizaré y creeré en su palabra, camino hacia la puerta que conduce al jardín, Ben está mojado, tiene las manos llenas de espuma, al igual que parte de su cabello.

—¡Hey!—se acerca con una sonrisa hacia mí.

Me siento en los escalones, esta es la parte más hermosa de su casa, siempre se lo he dicho, tiene flores hermosas alrededor de la grama, hiervas bien podadas, a un extremo tiene un pequeño jacuzzi climatizado, es una área acogedora.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora