Capítulo 32

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Despierto sudado, con la respiración acelerada, otra vez, ¡esa maldita pesadilla!, me levanto de la cama, entro al baño, lavo mi cara y cepillo mis dientes.

Al salir del baño observo el reloj digital   son las diez de la mañana, bajo a la cocina y desayuno, mis padres ya desayunaron, en la mesa solo encuentra mi plato y el de Alex.

Termino de desayunar, me dirijo hacia el despacho de mi padre, este se encuentra leyendo unos documentos con total tranquilidad.

—¡Es una novedad que estés despierto a estas horas!— exclama con diversión.

Me siento en uno de los muebles y lo observo.

—¿Recuerdas a la joven de años atrás?— deja los papeles a un lado y me mira.

—¿La que Alex y tu torturaron?

—Sí.— respondo con amargura.

—Sí, ¿por qué?

—Quiero saber de ella, es todo.

Suelta un suspiro y se quita sus lentes.

—¿Te sigue afectando no es así?— mi padre me conoce a la perfección, sabe que desde ese día no he vuelto a ser el mismo, las pesadillas, la forma de actuar, mi manera de alejarme de la mafia, todas esas acciones lo han demostrado.

—No puedo mentirte, en parte tiene que ver, pero necesito saber de ella por otras razones.

—Siendo sincero no sé nada de esa joven desde ese entonces, se fue de Italia es todo lo que sé.

—¿Sabes su nombre?— se quedó pensativo por varios segundos.

—Ángel, así se llama si no me equivoco.

No puede ser, no, esto debe ser una confusión, seguro no es la misma que estoy pensando, hay más mujeres con ese nombre, eso es todo.

—Gracias padre.

—¿Cómo está Noel? El día que fuiste a verlo no pude hablar contigo sobre él.

Me acomodé en el sofá y alejé esos pensamientos que rondan mi cabeza de forma tortuosa.

—Está de maravilla, te mandó las gracias y dice que desea verlos a ti y a mamá.— mi padre tomó sus papeles y continuó leyéndolos.

—Me alegra que esté bien, pronto le haremos una visita.

—Me parece bien, está muy solo, no le caería mal nuestras compañías de vez en cuando.

—Totalmente de acuerdo contigo.— sonrió.

—Nos vemos luego, tengo otros compromisos.— me despedí y salí de su despacho.

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Ángel

—¿Seguirás así?— Sara se acomoda mejor en la cama, tanto estar recostada cansa.

Dejo los platos sucios sobre la bandeja y me devuelvo a mirarla.

—¿Así cómo?— me cruzo de brazos.

Suelta un suspiro.

—Sin decir nada al respecto.

—No tengo nada que decir, lo que tanto evité que pasara, sucedió, así que ya de nada valen mis palabras, eso no hará que todo vuelva a hacer como antes.

Secó sus lágrimas rápidamente, siento rabia, coraje, ganas de gritarle, pero a la vez entiendo que ella al igual que yo está sufriendo por su hijo.

Tiene la culpa, eso no lo pienso justificar, seré cruel pensando de esa manera, después de todo no solo ella es culpable, también Alex, por permitir que ella entrara a ese mundo tan perverso y cochino.

—Lo siento.— bajó la cabeza.

—Deja de decir lo siento de la boca hacia fuera, cuando digas lo siento, siente de verdad, no lo sientas para quedar bien conmigo, siente por tu bebé.

Salí de la habitación con la bandeja en manos, me molesta que todo lo quiera arreglar con esa estúpida palabra, un lo siento no devolverá a su hijo, mucho menos borrará lo que sucedió.

Tomo mis llaves y conduzco hacia la casa de mi hermano, desde que regresé de Italia no he dejado de pensar en mi verdadero padre, no sé quien es, pero deseo averiguarlo.

—Me alegra tenerte en casa.— se acerca con una sonrisa mi cuñada.

Sonrío con ternura, se ve tan adorable con esa enorme panza.

—Gracias, a mí también me encanta estar por aquí, cerca de ustedes, mi familia.— dejo un beso en su mejilla.

—Maxi está en su despacho, anda con cuidado, hoy su humor es de perros.— no puedo evitar soltar una carcajada.

Mi hermano es como nosotras las mujeres, tiene sus días en los que no desea ver a nadie, es como si menstruara.

Me dirijo hacia su despacho, está sentado con un vaso de vodka en manos, al verme su semblante cambia por completo.

—¿Puedo saber por cuál día de la regla vas?— me siento frente a él con una sonrisa en los labios.

—No me jodas Constanz.— ruedo los ojos al escuchar mi segundo nombre.

Toma un trago de su vaso y vuelve a fijar su mirada en mí.

—He venido por otro favor.

—Pide los favores que quieras, somos hermanos, para eso estamos.— deja el vaso sobre el escritorio.

—Necesito que me ayudes a encontrar toda información acerca de mi verdadero padre.— se tensó al escuchar mi pedido.

—¿Estás segura de lo que me pides?—asiento.

—Más que segura, necesito saber de él, si estás muerto o no.

—¿No crees en mi padre?

—Perdonáme, pero no creo en nada de lo que dice.

—Estás en tu derecho, te ayudaré, déjame todo a mí.

—Gracias.

Se cruzó de brazos y me observó con seriedad.

—Quiero que sepas, que sea cual sea la respuesta, esta llegará a ti sin tapujos.

En eso estoy clara, no quiero que distorsione la información para hacerla menos dolorosa o lo que sea, quiero que me entregue lo que investigue tal y como lo encontró.

—Estoy de acuerdo con eso, quiero saber absolutamente todo.

—Mañana comenzará mi investigador privado a hacer todo el trabajo.

Me quedé por varios segundos pensando en lo que me había dicho mi supuesto padre el día en el almuerzo.

—¿Conociste a Ferrara?— mi hermano asintió.—¿Sabes el nombre de su mano derecha?—ese es mi padre, esa fue la confesión de  Federico aquel día.

—Si mis recuerdos no fallan, su nombre era Noel.— debe recordarlo, pues mi hermano tuvo contactos con ellos de primera mano.

—Hasta ahora ese nombre me es útil.

—Bien.

—Debo irme, cuando tengas información llámame.— me acerqué a él  y di un beso en su mejilla.

Me despedí de mi cuñada y me dirigí hacia casa, debo hablar con Stephan, él mejor que nadie puede hablarme sobre Noel, mientras más sepa será mucho mejor para mí y estas dudas que me matan.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora