Capítulo 35

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Ángel

—Traje un té de tilo para que descanses y te relajes un poco.— Sebastián entra a la habitación con una bandeja en manos.

Cierra la puerta y se acerca a la cama, deja la bandeja frente a mí y se sienta para abrazarme.

—Estaré mejor cuando ese par paguen por todo el daño que me han causado.— una lágrima se escapó de mi ojo.

—Estoy trabajando en eso, pagarán, eso te lo garantizo, ahora lo que importa es que tú descanses y dejes de pensar en ellos.— da un beso a mi frente.

Niego y suelto una risa seca.

—No puedo, esos dos andan por la vida como si nada.— Sebastián toma la taza y me la pasa.

—Toma, te hará bien.

Lo obedezco y doy un sorbo, está delicioso y como me gusta, me servirá para pegar un ojo esta noche.

—Gracias por cuidarme.— sonrió con ternura.

—Te tengo buenas noticias sobre tu padre biologico.— abro los ojos como platos, esto si que no me lo esperaba.

—¿Qué novedad hay?— dejo la taza en la bandeja y me acomodo en sus brazos.

—Está vivo, se esconde a las afueras de Londres, sé exactamente donde, cuando gustes puedo llevarte.— asiento.

—Gracias, esta información me servirá de mucho.

—Te dejaré para que descanses, aquí estás segura.-- me abraza fuerte y sale llevandose la bandeja.

Apago las luces y cierro los ojos, debo descansar, ahora que sé que mi verdadero padre está vivo, debo buscarlo para poder entender ciertas cosas y aclarar ciertas dudas.

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Stephan

La noche que Ángel estuvo en mi departamento estrelló un vaso contra la pared, los cristales le causaron una herida en la palma de la mano, tomé su sangre y junto con la de Noel las llevé a un laboratorio para saber si ella es su hija.

—Aquí tengo las pruebas.— camino hacia la entrada de la casa de Noel con los papeles en mano.

Al llegar a la puerta me abraza y toma los papeles con nerviosismo.

—Cuando sepa los resultados ya no habrá vuelta atrás.— nos sentamos en el sofá.

— No hace falta que lo leas, me tomé el atrevimiento de hacerlo, ella es tu hija.— me observó y luego hizo el mismo gesto con los papeles.

—No puede ser.— se levanta nervioso de su asiento.

—Si puede ser, esa es la hija que tuviste con Grace Lombardi.— me levanto quedando a la par con él.

—¿Sabes lo que esto significa?— sus ojos empiezan a cristalizarse.

Es la primera vez que lo veo en este estado, siempre ha sido un hombre fuerte, se caracteriza por esa forma de ser, verlo en este estado me demuestra su debilidad, esto le afecta.

—¿No te alegra de que ella lo sea?— pregunto con cierta duda.

—No se trata de alegría, se trata de que yo mismo mandé a torturar a mi propia hija, dejé que abusaran de ella y torturaran a su propio antojo.— avienta los papeles al suelo.

vNo sabías que era tu hija, de haberlo sabido no lo hubieras permitido, la única culpable en todo esto es Grace, ella ocultó la verdad.

Niega, camina por toda la sala, sus ojos están rojos, ha desordenado su cabello y su respiración está acelerada.

—No sabes de lo que es capaz Federico Mancini, ese hombre es un monstruo, dicen que tu padre es malo, pero Federico es el mismo diablo, el único culpable soy yo, me enamoré de la mujer de mi peor enemigo.

—Perdóname, si a esas vamos, pues, los dos tienen la culpa, más ella que tú, por ocultar la existencia de tu hija, por hacerle creer a Federico que Ángel era su hija.

Suelta un suspiro.

—Por querer joderlo terminé jodiendome a mi mismo.

—Ella debe saber que eres su verdadero padre.

—No me perdonará el sufrimiento que causé, me debe odiar, le destrocé la vida, mi deber fue protegerla, quererla, pero no lo hice, este mundo es una mierda, aquí solo pueden existir los que no tienen alma ni corazón.

Me acerco a él y lo abrazo.

—Haré lo posible por acercarla a ti, porque sepa de tu existencia, no puedes decidir por ella, estoy seguro que entenderá lo sucedido y con el tiempo te perdonará.

—Gracias hijo.

Asiento.

—Debo irme, quiero vigilar de cerca a Alex, tengo miedo de que le haga daño a Ángel, ha estado actuando extraño en estos últimos días.

—Ve, cuidala, al menos ahora que tenemos conocimiento de que es mi hija.

Me despido y salgo hacia la mansión de mis padres, mi sorpresa es encontrarme a Sara tomando café en la sala de estar con unas revistas y cigarros.

—Pensé que eras diferente, pero resultaste ser la misma mierda o peor que Alex.— dejó a un lado las revistas al escucharme.

—Alex me buscó arrepentido, quiere arreglar lo nuestro.

—¿Cuál nuestro?— suelto una risa seca.— no seas boba, no hay ningún nuestro entre ustedes, deja el teatro, porque conmigo se te bajó el telón, eres una traidora y oportunista, supe que le robaste a Ángel, eso se llama ser desleal, pero tú que vas a saber si te juntas con una rata.— escupo con rabia.

—Me cansé de que todos crean en la mosca muerta de Ángel, no hace más que hacerse la sufrida ante todos, ella no es una blaca paloma.— su mirada se endurece.

—Comparada contigo es toda una diosa, debí dejar que mi hermano te volviera una mierda, perdí mi tiempo contigo, te diré una cosa, si crees que Alex te quiere o siente amor por ti, debo decirte que estás mal, ese animal no siente amor más que por si mismo, a ti solo te usa sexualmente, luego te va a desechar como lo hace con todas sus putas.— sonrió y subo hacia mi habitación.

Dudé de ella, sin embargo, no llegué a pensar que llegaría a tanto, después de todo Ángel siempre estuvo ahí para ella, la quiere como a una hermana, la apoya y entiende, nunca la ha tratado mal, todo lo que hizo fue para protegerla de mi hermano y al final terminó uniendose a él.

Qué mierda es la vida.

StephanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora