Capitulo 43

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Alexa

Dos días después

Despierto en un cuarto blanco y frío, con un dolor sordo en mi cabeza y mi cuerpo. No recuerdo cómo llegué aquí y qué hago en este lugar. Intento recordar, pero mi mente es un revoltijo de imágenes confusas y sonidos distorsionados. Miro a mi alrededor tratando de recordar dónde estoy.

La habitación es pequeña y austera, con paredes de un blanco brillante que parecen cerrarse sobre mí. Hay una cama estrecha en el centro de la habitación, con sábanas de un blanco inmaculado. Una mesita de noche al lado de la cama tiene un vaso de agua y una pequeña lampara que proyecta una luz tenue y cálida. En una esquina de la habitación hay un armario pequeño con una puerta de espejo.

Me duele el cuerpo al intentar levantarme y noto que mi barriga está plana y mi mano se dirige automáticamente hacia mi abdomen, siento un dolor en ella. Es entonces cuando recuerdo el disparo y un grito ahogado sale de mi garganta.

¿Qué pasó con mi bebé? ¿Por qué no siento nada? ¿Por qué mi barriga ya no está?

Me levanto de la cama con el cuerpo temblando y comienzo a buscar a alguien que me explique qué está sucediendo. Mientras camino por la habitación, mi reflejo en el espejo me hace detenerme en seco. La herida en mi estómago me hace recordar los eventos recientes.

El hotel, Abel, Jeremy, el disparo... pero ¿qué pasó con mi bebé?

Comienzo a sentir un pánico creciendo dentro de mi pecho. ¿Dónde está mi hijo? ¿Por qué no puedo recordar nada?

Alzo la bata y veo una cesárea en mi vientre. La angustia me carcome por dentro, es tan desagradable. Busco a alguien que me dé respuestas. Necesito saber qué pasó con mi bebé.

Una joven chica, alta y delgada entra en la habitación y me pregunta cómo estoy. Yo solo puedo pensar en mi bebé, no me interesa saber quién es ella.

—¿Dónde está mi bebé?—pregunto, la sujeto por los hombros—¿Qué pasó con mi hijo?"

—Lo siento mucho. No hay ningún bebé—responde ella dandome un abrazo.

Sus palabras son como un golpe en mi estómago. Me siento mareada y confundida. No puedo creer lo que estoy escuchando.

—¿Qué quieres decir? ¡Yo estaba embarazada! ¡Recuerdo que estaba embarazada!—digo con desespero.

La enfermera me mira con tristeza.
—Lo siento. No hay ningún bebé.—pronuncia con lastima.

Me siento en el suelo, rodeada de lágrimas y desesperación. No puedo creer que mi bebé ya no esté. No puedo creer que no voy a ser madre.

—¡Esto no puede estar pasando!—susurro en medio de lágrimas.

—¿Donde está Jeremy?...

—¡Eres un monstruo, Jeremy!—grito al aire con todas mis fuerzas

—¡Mi hijo no puede estar muerto!

La chica se acercó a mí con una expresión de preocupación en su rostro. Pero yo ya sabía lo que iba a decir. Ya había escuchado las palabras suficientes en mi cabeza, las palabras que me negaba a aceptar.

—Lo siento, es la verdad—expresa con suavidad.

—¡No! ¡No! ¡No!—grité, cubriendo mis oídos con mis manos. —¡No voy a escucharte! ¡No es cierto!—Me sentí como si estuviera en un sueño, como si todo fuera una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento.

La chica de ojos café, trató de abrazarme, pero la rechacé.

—¡No me toques!—grité. —¡No puedes tocarme! ¡Tu también me harás daño!—Me sentí como si estuviera perdiendo el control, como si mi mente estuviera a punto de explotar.

El aire empezó a faltarme, senti un ardor en el estómago y entonces, todo se volvió negro.

Cuando abrí los ojos, estaba sola en la habitación. La chica se había ido, pero su eco seguía resonando en mi cabeza. Me senté en la cama, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. ¿Qué había pasado?

Me levanté de la cama y caminé con lentitud debido al dolor, me acerco hacia el espejo. Me miré y vi un rostro que no reconocí en absoluto. Mis ojos estaban rojos y hinchados, mis mejillas pálidas, estaba hecha un desastre, ya no soy aquella chica que lucia un poco feliz. Me toqué el rostro, tratando de sentir algo, cualquier cosa.

Pero no sentí nada.

Me sentía muerta...

Todo se había acabado....

Me senté en el suelo, rodeada de oscuridad. No sabía qué hacer, no sabía qué decir. Solo sabía que mi hijo estaba muerto pero al mismo tiempo no podía estar muerto Y así me quedé, en un limbo de negación y dolor, sin saber qué hacer a continuación.

Así pasaron varias minutos mirando a la nada, mi mente estaba en blanco, mi respiración es suave, sentí un vacío dentro de mi.

La puerta se abre, dirijo la vista y por ella entra una persona. Solo observo sus piernas. Suspiro y cierro los ojos, no me interesa saber quién es, solo quiero estar sola.

—Estas bien...

Empiezo a reír fuerte.

Alzo la mirada.

—Estoy de maravilla—expreso  con sarcasmo.

Jeremy se acerca a mí y se pone en cuclillas. Alza su mano y toca mi rostro. Le doy un manotazo y me alejo de el.

—¿Cómo puedes ser tan insensible?— le dije a Jeremy con una mezcla de dolor y rabia en mi voz. —¡Tú eres el culpable de que mi bebé esté muerto! ¡Tú y tus estúpidas decisiones!

Jeremy se encogió de hombros y me miró con una sonrisa cínica.

—No fue mi culpa—dijo con un tono de voz que me hizo sentir aún más furiosa. —Tú también tienes la culpa, Alexa. Tú también tomaste decisiones que llevaron a esto.

Me sentí como si me habían golpeado en el estómago. ¿Cómo podía él decir algo así? ¿Cómo podía culparme a mí por la muerte de mi propio hijo? Me levanté del suelo y me acerqué a él, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho.

—¿Cómo puedes ser tan cruel?—le grité. —¡No tienes corazón! ¡No tienes alma!.

Jeremy se rió y me miró con desprecio.

—No necesito corazón ni alma para saber que tú también eres culpable. dijo. —Y no necesito corazón ni alma para saber que no me importa lo que te pase.

Me sentí como si me estuviera ahogando en mi propia rabia y dolor. ¿Cómo podía alguien ser tan insensible y cruel? ¿Cómo podía alguien hacerle daño a alguien que ya estaba sufriendo tanto?

La hija pérdida de la Mafia✔+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora