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Observé a mamá pasear de una lado a otro intentando mantener la calma al teléfono mientras hablaba con el decano de mi universidad. Yo estaba sentada en el sofá con Lee a mi lado y también la señora Shin, esperamos conteniendo el aliento hasta que colgó.

Los últimos días habían sido un auténtico infierno. Todo el mundo hablaba en la universidad de las fotos y ya no podía ir tranquila a ningún sitio. Recibía bullying por todas partes, al contrario que Tae he de añadir. A él se le acercaban las chicas para ligar más que nunca y los chicos lo aclamaban como a un dios.

La situación conmigo se había descontrolado a tal punto que había escalado hasta llegar al decano y también le habían trasladado la noticia a mi madre. Por suerte para mí, ella nunca llegó a ver las fotos y tampoco sabía que Tae era el chico con el que me besaba, pero todo aquello había traído una consecuencia bastante más grave que las broncas por su parte o el acoso que estaba recibiendo en Yonsei.


–¡No he conseguido nada! –gritó mamá frustrada arrojando el teléfono a un lado.

–¿Va a ser readmitido? –se alarmó Lee levantándose del asiento de repente con el miedo reflejado en su voz.

Tragué saliva, aquello que había estado temiendo finalmente se materializaba lentamente ante mis ojos. Noté la boca seca y las manos empezaron a enfriarse. Estadio uno de mi ansiedad.

–¡Dicen que la palabra de TN no vale nada, que ya no pueden estar seguros de lo que pasó! –explicó furiosa.

Lee comenzó a pasear también por la sala pasándose las dos manos por el pelo. Noté un brazo a mi alrededor y al levantar la cabeza vi los amables ojos de la señora Shin sonriéndome quedamente. Intenté devolverle la sonrisa pero no me salió.


Era definitivo. Kwang iba a volver a la universidad.

Aún podía notar las manos de esa bestia sujetándome, el sabor de la bilis ascendiendo por mi garganta mientras huía por mi vida, la sensación de terror absoluto agazapada bajo aquel lavabo. Si Tae no hubiese llegado a tiempo aquel día...

Cerré los ojos apretándolos fuerte para intentar borrar esa escena de mi cabeza pero una voz me sobresaltó.

–¡¡Esto es culpa tuya!! –escupió mi madre rabiosa–. ¿Cómo se te ocurre dejarte hacer por cualquiera? ¡Y en público nada menos!

–¡Mamá! –le llamó la atención Lee.

–¡Estamos así por su culpa!


La miré con furia. Eso es lo único que contaba para ella. Las apariencias, el qué dirán. No parecía importarle que yo estuviese aterrorizada o lo mal que me lo hacían pasar porque para mi madre todo era culpa mía.

Me levanté pero ella me sujetó.

–¿A dónde crees que vas señorita? ¡Estás castigada! –dijo con los labios apretados.

La miré curvando una sonrisa sarcástica en mis labios.

–Tranquila mamá, no hay peor castigo que vivir en esta casa.


Me dirigí a mi habitación escaleras arriba aún con sus gritos a mi espalda y en cuanto hube llegado me tiré en la cama con mi cara enterrada en un cojín.

Apenas habían pasado unos minutos cuando escuché que alguien llamaba suavemente a la puerta.

–¿TN? –escuché la suave voz de Lee amortiguada tras la puerta.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora