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–¡La rubia que te besó en mi cara! –dije con rencor pellizcándole en el abdomen.

–¡Ay! –protestó.

Me incorporé lo justo para sentarme abrazando mis rodillas y fijé la vista en la granja que teníamos detrás, hasta la que habíamos caminado abandonando el coche a su suerte en medio del camino.

Tae tiró de uno de mis pies descalzos pillándome por sorpresa por lo que al tirar, mis manos se soltaron y mi espalda dio de nuevo en la hierba. Se colocó sobre mí sujetando mis manos con las suyas.

–Un ligue estúpido para intentar olvidarme de ti, no tenía ni idea de que estaba en la universidad, un poco creepy que me encontrase tan rápido ahora que lo pienso –añadió frunciendo el entrecejo con lo último.

–¿Qué más quieres saber? Me habría sido más fácil que saliese conmigo el presidente de Corea.

Taehyung trató de ahogar una sonrisa que ya se había dibujado en su cara y pasó sus ojos por mi cuerpo, atrapado bajo el suyo.

–Seguro que eres su tipo así que no me extrañaría.

Intenté darle un rodillazo pero estaba inmovilizada. Suspiré.

–Entonces, ¿Algo más?

Vi que él se quedaba pensando un momento. Esta especie de entrevista que nos estábamos haciendo era casi macabra. No quería decirme que sí hasta que nos hubiésemos contado todo lo que había pasado en las semanas que estuvimos separados pero yo estaba convencida de que nada bueno saldría de ahí.

¿Qué sentido tenía hacer leña del árbol caído o contarnos lo mal que habíamos estado? Tae es de esas personas que quiere tenerlo todo bien atado, no dejar nada que luego nos pueda explotar en la cara, pero yo pienso que tratándose de emociones y sentimientos las cosas no funcionan así. No es necesario saberlo absolutamente todo, más cuando se trata de cosas pasadas que sacar de nuevo a la luz no servirían más que para emponzoñar el presente.

–¿Cuánto tiempo tenemos hasta que vayas otra vez al extranjero?

Tragué saliva. Por supuesto este chico se entera de todo, claro.

–¿Qué importa eso Tae? Ahora estoy aquí.

–Lo sé pero...

–¿Y si mañana me atropellase un camión? –le interrumpí.

–¡TN! –me riñó.

–Hablo en serio –dije riéndome –. No podemos saber lo que va a pasar, no todo está bajo nuestro control y los factores externos afectarán a nuestra relación, eso es así. Pero de nosotros depende cómo vamos a enfrentarnos a ello, Tae. Es una noche de verano preciosa, tenemos las estrellas cubriéndonos y un manto de hierba fresca a nuestros pies... ¿quieres seguir buscando grietas en un edificio que aún no hemos construido, señor arquitecto, o prefieres tumbarte a mi lado y disfrutar de este momento?

Tae me miró intensamente, evidentemente sopesando lo que acababa de decir. Aflojó un poco la tensión de sus manos sobre las mías y se inclinó hasta que su cuerpo cubrió por completo el mío. Me besó y lentamente bajó sus labios hasta mi cuello. Me reí y sujeté su cabeza por su pelo haciendo que me mirase.

–Este plan tampoco está mal –susurré.

Él metió su mano por debajo de mi vestido y rápidamente encontró mi sexo que ya había empezado a humedecerse al mero roce de sus dedos. Sonrió a mi reacción.

–Eso me temía –dijo burlón.

Me quitó el vestido arrojándolo a un lado y después se quitó su propia chaqueta y la camisa. Pasé sus manos por su torso y con mis manos le empujé a un lado. Esta vez fue su espalda desnuda la que dio en la hierba. Bajé mis manos y las pasé inquieta sobre su pantalón bajo el que notaba su miembro endurecerse.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora