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Salí de la universidad un rato antes de ponerse el sol. Me había quedado toda la tarde en la biblioteca adelantado trabajo. Cualquier cosa con tal de retrasar el irme a casa. Respiré el frescor del exterior y miré a mi alrededor. El campus estaba vacío, o eso creía.

Tae me esperaba apoyado en su coche justo a la salida. Clavó sus ojos en mí en cuanto me vio salir y me hizo un gesto con la mano.

–¿Qué haces aquí? –pregunté cuando hube llegado a su lado.

Él me ofreció una bolsita de papel que abrí. Dentro había un bollo de canela, mis favoritos. Sonreí.

–Pensé que quizás necesitabas compañía –dijo serenamente-. Y chófer –añadió señalando su coche con la cabeza.

–Gracias –dije.

–¿Por el bollo? Ya sabía que te gustaría –comentó pagado de sí mismo como un niño.

Negué con la cabeza.

–Por estar aquí.

Él me rodeó con sus brazos, apartó un mechón de mi cara y apoyó sus labios en los míos hasta que nos fundimos en un beso.

"Como he echado esto de menos"


Tae conducía a su velocidad habitual así que imaginé que estaríamos en mi casa más pronto de lo que quería.

–No hace falta que vayas a ciento ochenta –le recriminé –. Por lo menos dame tiempo a terminarme el bollo –dije metiéndome un trozo grande en la boca, casi atragantándome. Estaba buenísimo.

–No lo llenes todo de migas –protestó él.

–Pues no haberme comprado nada –le saqué la lengua y él meneó la cabeza.

–Eres imposible.

Como había augurado antes, no tardamos en llegar a casa. Tae aparcó y bajó del coche.

–No hace falta que me acompañes.

Se encogió de hombros.

–No me importa.

No me dio tiempo a entrar a la mansión. Cuando llegamos a la puerta papá ya estaba ahí. Hacía años que no le veía. Estaba como siempre solo que sus líneas de expresión estaban algo más marcadas y en su pelo brillaba alguna cana. Me sonrió de forma tan amplia que podía ver toda la extensión de sus dientes.

–¡Hija! Por fin te veo, aún no me lo creo –dijo emocionado abrazándome de forma tan inesperada que no pude escapar.

Tae aún estaba allí parado, obviamente aquello le había pillado tan de sorpresa como a mí y no sabía como reaccionar.

–Hola –saludé secamente zafándome de su abrazo.

Él no le dio importancia y me miró de arriba abajo.

–Que guapa estás, te pareces mucho a tu madre.

Yo miré a otra parte incómoda. Él reparó entonces en Tae y lo saludó.

–Soy Kim Taehyung señor, un compañero de universidad de su hija –se presentó Tae con una leve inclinación.

–Entiendo, pues gracias por traerla –le respondió mi padre.

Me reí. Años sin preocuparse por mí y ahora actúa como el padre perfecto. La hipocresía de este hombre era increíble.

Tae empezó a retroceder para irse.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora