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Aparco el coche en la mansión Kim. Llevo tres días viniendo aquí a recoger a Tae para ir a escoger lugar para la fiesta de bienvenida y aún me sigue impresionando lo enorme y lujosa que es la finca de esta familia, a su lado Lee y yo parece que vivimos en la cabaña de Hansel y Gretel.

Tampoco es de extrañar, hasta donde yo sé, el señor Kim es el dueño de la empresa constructora más importante de Corea y una de las más grandes del mundo. De hecho, creo que no lo he comentado, pero Tae estudia arquitectura. Una gran ventaja para mí porque así solo coincidimos en traducción inglesa y en otra asignatura de lengua extranjera. Solo de pensar en la posibilidad de que él estudiase lo mismo que yo y tuviésemos que vernos a todas horas se me viene el alma al suelo.

Le vi acercarse envuelto en una gabardina negra muy elegante y un jersey de cuello alto. El imbécil es un puto dios griego, que le vamos a hacer.

Bajé del coche para ponerme en el asiento del acompañante. La primera vez que Tae me vio conducir se espantó tanto que me obligó a parar, darle las llaves y ocupar el rol de acompañante siempre que fuese con él. Que si yo era un peligro público, que si valoraba mucho su vida y no se qué... Estúpido capullo arrogante.

Subió sin decir palabra y arrancamos.

–Recuérdame por qué no podemos ir en tu coche –pregunté por milésima vez en esa semana.

Él me miró con cara de asesinato como siempre que le preguntaba lo mismo

–¿Otra vez? ¡Sabes de sobra que está en el taller! –contestó acelerando tanto que los árboles que delimitaban la finca pasaban ante mis ojos como manchas verdes.

–Creía que los niños ricos teníais más de un coche –añadí tranquilamente-.

–No sabía que hablaba con una tercermundista –replicó ácidamente–. Prefiero conducir un solo coche, no tengo más.

Llevábamos unos cinco minutos en el vehículo pero ya nos habíamos incorporado al tráfico de Seúl, tan rápido como conducía este lunático.

–¿A dónde vamos? –pregunté dándome cuenta de que no había mirado la lista de lugares para hoy.

–A un hotel, no muy lejos de aquí –respondió.

Me indicó la dirección pero como no la conocía fui a ponerla en el navegador del coche aprovechando que estábamos parados en un semáforo. Tae debió de tener la misma idea porque de pronto nuestros dedos se rozaron sobre la pantalla del gps. Sentí como mi cuerpo se ponía nervioso ante el contacto y retiré la mano mirándole. Aquellos penetrantes ojos negros eran un peligro y las palabras de Lisa días atrás volvieron a mi memoria.


Li: Es uno de los fuckboys más conocidos de la universidad. Un cerdo que juega con los sentimientos de todas.


A menudo me sorprendía repitiéndome esas palabras como un mantra para no perder la cabeza al mirarle.

Tae vio como ella retiraba su delicada mano con algo de apuro y volvía a mirar al frente apretando tanto los dedos que los nudillos se le ponían blancos. No terminaba de entender a aquella chica, por momentos tenía un carácter que parecía capaz de hacer el mundo pedazos bajo sus pies y en otros era solo un cachorrillo asustado al que daban ganas de proteger. No hizo ningún comentario y metió la dirección en el gps.

Después de toda la tarde haciendo más kilómetros que un taxi de aeropuerto y de varios días de búsqueda, por fin encontramos lo que para mí era el lugar perfecto. El Marriot, un precioso hotel con un estilo moderno pero que conserva las influencias clásicas del Seúl antiguo. Tal vez hubiésemos visto opciones mejores, pero el acabado en madera de aquel lugar, las altas columnas... Había algo allí que me atrapaba y me hacía sentir como en casa. Tal vez fuese solo el hecho de llevar tanto tiempo fuera de mi ciudad y la necesidad de reconectar con una parte de mi historia.

Tae también le dio su aprobación y he de decir que halagó bastante él hotel, lo que viniendo de un futuro arquitecto, supongo que es un gran cumplido.

Estoy agotada y el sol ya se está poniendo. Arrastro los pies por el aparcamiento y entro al coche cerrando los ojos esperando sentir como Tae arranca.

Él se sienta en el asiento del conductor pero no arranca.

Abro los ojos y veo que me mira.

–Que poco espíritu. Pensé que estarías más contenta de que por fin hayamos terminado –comentó él.

Me río.

–Estoy contenta de librarme de ti yyyyyy demasiado cansada para demostrarlo –digo arrastrando las palabras–. Ahora arranca y llévame a casa, haz algo útil por mí, para variar.

Oigo rugir el motor del coche.

–Ya he hecho algo útil por ti– respondió él con toda la tranquilidad del mundo-.

–¿Como qué? –pregunto sin mirarle.

–Como besarte, ahora por fin puedes decir que sabes lo que es un buen beso –me soltó él.

Giré mi cara pero no podía ver su expresión porque el coche estaba bastante oscuro.

Y yo que pensaba que habíamos enterrado este asunto, ilusa de mí.

Me empiezo a quedar dormida con el vaivén del coche, es algo que me sucede desde pequeña en los vehículos en marcha. Mi padre solía decir que cuando lloraba de bebé me metían en el asiento de atrás y me daban unas vueltas por la manzana hasta que me dormía. Siento una punzada desagradable al recordar a mi padre, siempre evito pensar en él.

No sé cuanto tiempo ha pasado pero noto el coche detenerse.

–Despierta, fea durmiente –escucho decir a Tae.

Abro los ojos y veo que estamos en la entrada de mi casa. Ya es de noche pero todo el patio de la mansión está iluminado. Hay una figura esperando y otro coche, no es el de mi madre ni tampoco el de Lee pero lo reconozco al momento.

–¿Es tu hermano? –pregunta Tae entrecerrando un poco los ojos para ver mejor.

–No, es Chris, mi novio –respondo con toda la naturalidad del mundo.

Me regodeo de placer al ver su expresión de sorpresa. A pesar de haber pasado las últimas tres tardes juntos el tema de mi noviazgo nunca ha salido en la conversación y lo cierto es que me parece perfecto que por fin se entere.

"Entonces ¿Por qué no se lo habías contado hasta ahora?" suelta esa vocecilla molesta antes de que pueda reprimirla.

Me bajo del coche y poco después escucho también la puerta de Tae abrirse.

–¡TN! Siento haber venido sin avisar, quería verte.

Chris trota rápidamente a mi encuentro y me besa dulcemente en los labios apoyando sus manos en mis mejillas.

Me separo un poco y veo que Tae está mirándonos sin expresión en el rostro o puede que sí, no lo tengo muy claro entre la oscuridad y los brillos de los faros del coche.

–Dame un segundo –le digo a Chris.

Me acerco a Tae que me clava su mirada con una amplia sonrisa cuadrada en su boca.

–Ahora entiendo por qué estabas tan enfadada –me susurra.

–Tal vez no deberías besar a desconocidas sin saber su situación sentimental –contesto mordazmente entre dientes para que Chris no nos escuche.

Él me sonríe aún más.

–No estás enfadada por eso –me aclara él–. Estás enfadada porque te encantó el beso, a pesar de tener novio.

"¿Pero de dónde se saca la confianza el gilipollas este? Supongo que viene incluida en el pack de fuckboy"

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora