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Me gustaría decir que fui tan valiente como me propuse, pero a veces no soy tan fuerte como me gustaría. Cuando era niña papá solía decir que eso estaba bien, que es nuestra vulnerabilidad la que nos hace humanos.

Pensé en todas las protagonistas de las películas y libros a las que siempre he admirado y envidié su resiliencia ante las circunstancias difíciles. Yo tuve que conformarme con sobrevivir a duras penas al día de clase.

Como si llevase una enorme diana en la frente las miradas de todos se me clavaban como flechas afiladas. Lo bueno es que aquel día no me cruzaba en ninguna asignatura con Tae. Si algo odiaba más que aquella situación es que él me viese como alguien débil y destruida.

Sí, a pesar de todas estas circunstancias seguía pensando en él. Casi todo el tiempo. Incluso en mis sueños le veía.

A menudo me preguntaba si aquello significaba que le quería de verdad, si estaba enamorada o si solo necesitaba sentir los brazos de alguien que para mí significaba un lugar seguro.

¿Cómo sabemos que es amor lo que sentimos o si es otra cosa? Y aunque lo fuese, aunque le amase ¿Habíamos tenido alguna vez oportunidad de algo que no fuesen encuentros esporádicos? ¿Puede sobrevivir algo que nace del engaño y de hacer daño a otros?

Pensar en aquello me atormentaba tanto como la idea de encontrar las respuestas.

Saturaba a mi cerebro con trabajo y más trabajo. Había avanzado tanto en la traducción que casi la había terminado. La tendría lista antes del examen, que era en muy pocos días.

El poco tiempo que no me pasaba encerrada con la nariz metida en los libros caía en la apatía de la que de vez en cuando me rescataba Félix. Pasaba más tiempo que nunca conmigo e incluso yo podía ver sus ojos de preocupación. Nunca antes me había mirado así.

Tal vez me estaba rompiendo sin remedio. Tal vez hay cosas en nuestro interior que por más que lo intentemos no hay forma de curar, cosas que nos cambian y no volvemos a ser los mismos.

Salí de la biblioteca cuando me echaron porque iban a cerrar la universidad. Había perdido otra vez la noción del tiempo. El sol ya casi se había puesto y el campus estaba vacío. Últimamente eran los únicos momentos en los que disfrutaba de estar allí. Me detuve y extendí la vista por el lugar que hasta hace poco era para mí un refugio donde estaban mis amigos, la motivación, mi futuro.


Caminé lentamente disfrutando de aquello hasta llegar a mi coche. Había otro aparcado justo al lado que reconocí al momento. En cuanto me acerqué alguien bajó de él.

–Chris –murmuré.

Me miraba bajo la tenue luz de las farolas del aparcamiento con los ojos tristes y las mejillas empapadas. Llevaba lo que parecía un sobre grande entre sus manos. Sin darme tiempo a preguntarle extrajo algo de él.

Eran las mismas fotos que habían pegado en mi universidad. Aunque de eso hacía bastantes días y Chris estaba actuando como si acabase de verlas.

Imaginé que el que lo había hecho se las había enviado directamente, después de todo, Chris no iba a Yonsei y no había garantías de que acabase viéndolas.

Empezó a pasarlas despacio, una por una, enseñándomelas, sin decir una palabra. Había muchas más y diferentes a las que habían pegado en la universidad. En todas se me veía con Tae en distintas actitudes. Aparecíamos en la calle sonriendo, junto al río Han besándonos, yo subida a caballito de Tae en el parque Namsan...


Pensé que todas tenían algo en común. En todas se nos veía muy felices. Me pregunté si la persona que nos había seguido para sacárnoslas había escogido momentos puntuales o así es como se me veía siempre que estaba con Tae, feliz y sin preocupaciones.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora