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Cerré la pequeña maleta que contenía mi equipaje del fin de semana.

–¿Seguro que estás bien para ir? –me preguntó por milésima vez Lee, observándome desde el marco de la puerta de mi habitación.

Suspiré un tanto exasperada.

Desde lo que había ocurrido hacía una semana, Lee estaba extremadamente protector. No podía culparle pero que me tratase así, solo me hacía sentir frágil y que no pudiese pasar página del suceso.

Y no era el único, Chris no dejaba de llamarme, Félix y Lisa me acompañaban a todas partes y Tae aparecía en los rincones más insospechados como si se supiese mi horario de clases de memoria, intentando que yo pensase que eran casualidades. No me entendáis mal, agradezco que quieran estar ahí para mí pero no soporto que me traten como si fuese de porcelana.

El peligro había pasado y a Kwang lo habían expulsado temporalmente. Estábamos a la espera de otras medidas pero de momento no se sabía nada.

Arrastré la maleta y caminé por el pasillo con Lee detrás de mí.

–Estoy segura Lee –dije sonriendo–. Todo irá bien, de verdad –dije muy segura.

Tenía tantas ganas de ese fin de semana. La primavera estaba casi extinta y el incipiente olor a verano ya se sentía en el aire. Además habíamos tenido suerte y teníamos muy buena temperatura así que podríamos aprovechar la playa.

Habíamos alquilado una casa junto al mar en Jeju y tenía muchísimas ganas de ir. El avión salía pronto así que apuré el paso. Lisa y Félix debían estar a punto de llegar para recogerme.

Llegamos al vestíbulo, donde mamá estaba rebuscando algo en el correo y levantó la vista al vernos.

–Mamá, dile que es mejor que se quede –pidió Lee.

–Ni hablar, estoy de acuerdo con tu hermana en esto.

Que mi madre estuviese de acuerdo conmigo era tan inusual que hasta Lee abrió mucho los ojos.

–Gracias mamá –sonreí agradecida.

–Pero mamá... –protestó Lee.

–Mira Lee, el mundo es un lugar frío e inhóspito. Lo que le ha pasado a TN es terrible y no pienso rendirme sin que se tomen las medidas adecuadas para que no vuelva a suceder pero por desgracia, no podemos dejar de hacer nuestra vida y escondernos en casa. Eso solo empeoraría la situación.

Estaba tan emocionada que la abracé y ella, casi tan sorprendida como Lee me devolvió el abrazo. Escuché fuera el claxon y salí emocionada dejando a mi madre y Lee aún batallando sobre si debería quedarme o no. Saludé a mis amigos al entrar al coche. Yoongi también estaba en el asiento trasero.

–¿Y los demás? –pregunté ansiosa.

–Nos esperan ya en el aeropuerto –respondió él sin levantar la cabeza del vídeo musical que estaba viendo.



Me descalcé, salí por la ventana corredera del salón de la casa y corrí descalza por la arena hasta sentir el agua del mar en mis pies. El viento en mi pelo, el sol en mi piel, el olor a mar... todo era tan agradable que no podía más que sonreír. Me giré e hice un gesto para que se acercasen al resto que aún estaban dejando sus maletas y comprobando la casa. Estábamos tan cerca del océano que apenas les llevó un minuto alcanzarme.

–¡¿No es genial?! –dije sin poder contener la emoción cuando hubieron llegado a mi lado.

–Sí, lo es –dijo Tae sonriéndome parado a mi lado.

El sol iba a ponerse pronto. Nos habíamos pasado la tarde en la playa jugando, nadando y comiendo helados. Habíamos planeado una barbacoa en el patio de la casa por el que habíamos salido que daba al mar. Yoongi, Jungkook y Félix estaban emocionados con la idea de cocinar. Yo no estaba muy segura pero por si acaso Sana, Lisa y yo ya habíamos fichado restaurantes a domicilio por la zona.

Ellos ya se habían puesto manos a la obra y yo estaba sentada en la arena, a orillas del mar dejando que los últimos rayos de sol anaranjado acariciasen mi piel.

Vi a Tae salir del agua apurando su último baño del día y acercarse hacia mí. Su cuerpo cubierto de gotas y su pelo aún mojado eran casi mejor espectáculo que la puesta de sol. Me sentí enrojecer y tragué saliva, rezando para que no se notase cuando él se sentó a mi lado.

Me sonrió con esa increíble sonrisa cuadrada que me volvía loca.

–¿Estás disfrutando de las vistas? –me preguntó.

–Sí, el atardecer es precioso –comenté.

–No me refería a esas vistas –susurró arqueando una de sus cejas y sonriendo ahora de medio lado.

Volví a tragar saliva notando como él se acercaba un poco más a mí.

–Yo desde luego sí –dijo jugando con una de las tiras de mi bikini entre sus dedos –. Llevas toda la tarde volviéndome loco con este traje de baño mojado marcando tus pezones y tus caderas –añadió.

–Tae... –susurré mirando atrás por si venía alguno de nuestros amigos.

Él no dijo nada, se levantó y me cogió de la mano tirando de mí hasta llevarme a un cobertizo que había a un lado del patio y me empujó dentro. Era pequeño, pensado para dejar las tablas de surf, las toallas y cosas así. Tae echó el pestillo detrás de nosotros y sin darme tiempo a reaccionar, se abalanzó sobre mí y me acorraló hasta que mi espalda mojada dio con una de las paredes de madera. 

Tae me levantó en el aire a horcajadas y rodeé su cadera con mis piernas mientras él empezaba a besarme con esos labios carnosos que a esas alturas, conocía mejor que los míos propios. 

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora