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Notaba las miradas de todos los presentes clavándose en mí, probablemente planteándose como de desequilibrada puedo llegar a estar, pero lo cierto es que me daba absolutamente igual.

–¡Min TN! ¡Siéntate ahora mismo! –ordenó mi madre ocultando una latente furia bajo esa fachada de firmeza que yo le conocía tan bien.

–Retire todo lo que acaba de decir –continué mirando al señor Kim–. Porque Tae no es nada de eso. Es una de las mejores personas que he conocido nunca –la voz se me quebró mientras a mi mente acudían las imágenes de todas las veces que él me había defendido, que había estado ahí, que me había abrazado, que me había hecho reír... No importaba que él no me quisiera, yo sí le quería a él y no iba a permitir que nadie, ni siquiera su padre arrastrase su nombre por el barro.

–Mira niña –intervino él con una voz que me dio a entender que estaba perdiendo la paciencia –. Creo que conozco a mi hijo mejor que...

Una risa escapó de entre mis labios. Él no terminó su frase. Mantuve mi postura aunque mi visión periférica me traicionó haciendo que viese a Tae en mi campo visual. Estaba completamente atónito y sin palabras. Me miraba fijamente, sin pestañear.

Respiré contando hasta tres en mi cabeza para extinguir la risa histérica que me había entrado ante lo bizarro de la situación.

–¿Que le conoce? Por favor. ¿Sabe acaso el gran músico que es, el talento que tiene? ¿Sabe que se clava las uñas en las palmas de sus manos cuando algo le hace mucho daño? ¿Que solo le gusta el café con mucha leche y azúcar? ¿Sabe que no lleva gafas en público porque cree que le quedan mal aún cuando es la persona a la que mejor le quedan? –tragué saliva, el nudo de mi garganta era cada vez mayor, pero incluso eso no fue suficiente para detener mi diarrea verbal–. Esas heridas de las que tanto se queja... Tae no es ningún matón. Esos cortes y golpes se los hizo para defenderme. Para defenderme de Kwang, de Chris, de todo el que quiso hacerme daño. Tae tiene un corazón tan grande que si por él fuera protegería a todo el mundo y jamás diría nada al respecto, porque además de todo eso es insoportablemente humilde.

–Chris... –noté a Lee sujetar mi muñeca desde su sitio–. ¿Te-te ha hecho algo?

–Está bien Lee, ya hablaremos de eso –dije mirando la cara de desconcierto y culpabilidad de mi hermano.

Esperé mientras el señor Kim bajaba la copa que se había llevado a los labios en medio de mi visceral discurso. Antes de poder escuchar la terrible réplica que supuse estaba preparando, vi a Tae levantarse de golpe. Todas las miradas se giraron ahora hacia él, incluida la mía.

Me miraba, y por primera vez en semanas, vi al Tae al que tanto extrañaba. Su máscara se había roto en pedazos. Vi calidez en sus ojos.

Rodeó la mesa hasta donde yo estaba y me cogió de la mano. Entrelazó sus dedos con los míos y hablar pareció entonces algo completamente innecesario.

–Taehyung, vuelve aquí ahora mismo –pidió el señor Kim autoritariamente remarcando cada una de las palabras.

Tae le ignoró y tiró de mí para salir de allí. Solo habíamos recorrido un cuarto de la mesa escuchando los gritos de nuestros padres a nuestra espalda y los cuchicheos del resto de los comensales extendiéndose, cuando él se paró en seco y palpó con las manos los bolsillos de su traje.

–¡Taehyung!

Ambos miramos atrás. Lee se había levantado y le lanzó algo a Tae que atrapó en el aire. Eran unas llaves. Tae asintió sin decir nada y nos fuimos corriendo.

El aire nocturno secó mis lágrimas y templó mis nervios. No tardamos en encontrar el coche de Lee entre los otros en la entrada.

Arrancamos y por una vez me sentí inmensamente feliz de que Tae fuese un loco al volante. Pronto dejamos atrás la mansión e ignorando los borrosos edificios que pasaban a velocidad delirante por las ventanillas del coche, giré mi cabeza hacia él. Observando las luces y sombras danzar en sus mejillas pensé que no importaba a donde fuésemos, si era con él.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora