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Cogí la tostada que la señora Shin me ofrecía con su habitual sonrisa amable. Le devolví el gesto y me la llevé a la boca sin ganas. Ella se fue pero no me quedé sola porque al momento entró Lee por la puerta del salón.

–¿Aún aquí? Pensé que estarías en la biblioteca de Yonsei –comentó sorprendido–. Últimamente no sales de allí.

Se sentó a mi lado y cogió una de mis tostadas. Normalmente le habría dado un cachete para que la soltase pero tenía tan poco apetito que hasta me alivió que lo hiciese.

–Félix pasa ahora a buscarme –expliqué.

–Entiendo –dijo Lee masticando lentamente mientras me miraba.

Era evidente que quería decir algo más pero no se atrevía. Le conozco bien, ya llevamos unos añitos siendo hermanos.

–Escúpelo –solté mirándolo yo también.

–¿Qué? –respondió yéndose por la tangente.

–Vamos Lee, es obvio que quieres decirme algo. Dilo y ya.

Él dejó la tostada y se limpió la boca con la servilleta antes de continuar.

–Desde hace ya bastantes días estás muy apagada, triste... No pareces tú –dijo preocupado.

Dejé lo que quedaba de mi tostada tragué con dificultad, pues la comida no pasaba a través del nudo que tenía en la garganta.

Justo hoy hacía una semana desde el mensaje de Tae, desde que no me tocaba, no me abrazaba o dirigía la palabra. Una semana desde que éramos perfectos desconocidos. Entre eso y lo de Lisa, la universidad se había vuelto un sitio hostil para mí y no veía la hora de que terminase el semestre.

Solo Félix era mi luz en aquel oscuro túnel que no parecía tener fin y tampoco me sentía completamente bien con eso porque sabía que estando conmigo renunciaba a estar con Lisa y los demás. Él insistía en que no era así y que en cualquier caso era decisión suya pero en el fondo yo sabía que se quedaba conmigo porque era la más necesitada ahora mismo. Y odiaba sentirme así.

Miré a Lee. Nunca le he mentido y quiero contarle todo lo que pasa pero sería reabrir otra vez una herida que ni siquiera he curado.

–He tenido épocas mejores, pero no te preocupes. Estoy muy bien. Sobre todo es cansancio por los exámenes.

Él me miró sin tragarse una palabra.

–¿Es Lisa? Hace mucho que no viene a casa.

–No somos amigas ahora mismo, es cierto –corroboré.

Él me sonrió y me cogió la mano.

–Sois amigas desde niñas, sea lo que sea seguro que encontráis la solución –me animó él.

Yo le devolví una sonrisa tensa.

–Puede ser, y si no, siempre ten tengo a ti ¿No?

Sabía que aquello le haría sentir mejor y funcionó. Me abrazó fuerte, en esos extraños abrazos de hermanos que se producen en una compleja alineación planetaria o cuando algo va muy mal y lo demás no importa. Aún estábamos así cuando escuché el claxon fuera.

–Tengo que irme –dije separándome del reconfortante abrazo.

–Gracias por contármelo, TN –respondió él.

Le sonreí, tal vez solo le hubiese contado la punta del iceberg pero me prometí que le hablaría del resto de cosas cuando estuviese preparada para ello.



Estaba despidiéndome de Félix en la entrada de la universidad porque él tenía que irse a otra clase cuando vimos llegar a Tae y los demás todos juntos. Me quedé parada un momento mientras Félix les hacía un gesto rápido con la mano y desaparecía.

Noté que Tae me miraba un momento y sentí como si unos conocidos dedos fríos y mortuorios me apretasen el corazón con fuerza hasta detener el latido.

"Contrólate, le ves todas las mañanas, ya has pasado por esto".

Mis ojos se desviaron a Lisa, que estaba seria, cogiendo de la mano a Yoongi.

Pasé por el lado del grupo para dirigirme a mi aula. No había avanzado más que unos metros cuando un mano me sujetó la mano y me giré, era Jungkook.

–Ah, hola Jungkook –saludé.

–TN, ¿puedes saludar sabes? –pidió él con lo que me pareció una tierna voz.

Bajé un poco la cabeza pero le miré sintiéndome feliz de que hablase conmigo.

–Lo sé, pero no quiero hacer las cosas más difíciles –aclaré.

–Te echo de menos –murmuró como un niño que no entiende porque uno de sus padres ya no está ahí todos los días–. Echo de menos que juguemos a videojuegos y que riñas a Yoongi por hacer trampas y a Sana por meterse conmigo...

Me rompió el corazón escuchar aquello. Yo también le echaba muchísimo de menos, a todos. Pero Jungkook con toda su inocencia a quien siempre tenía ganas de proteger, era como perder algo tan bueno, que me hacía tanto bien...

Sujeté su mano y el me miró de nuevo.

–Yo también te echo de menos, y que cojas las cosas a las que no llego –le animé–. ¿Sabes el tiempo que pierdo en la biblioteca cuando tengo que alcanzar libros en los estantes superiores?

Conseguí lo que quería, se rió.

–Sé lo que parece, pero todos te echan de menos –insistió él–. No lo dicen, pero hazme caso, lo sé. Solo que son demasiado...

Meneó la cabeza de un lado a otro apretando los labios enfadado. Pensé que seguramente Jungkook había intentando hacerles entrar en razón y aquello me conmovió.

Miré por encima de su hombro, todos los demás nos miraban, probablemente preguntándose de qué hablábamos.

–Y Tae –continuó Jungkook–. Él también, está completamente...

–¡¡Tae!! –escuchamos una voz aguda que hizo que tanto Jungkook como yo nos girásemos a mirar.

Una rubia muy guapa se había acercado al grupo, por como la miraban ninguno parecía conocerla excepto Tae. Me di cuenta al momento que él la reconocía y la sangre parecía haber huido de su rostro, pálido como se había quedado.

–¡No sabía que estudiabas aquí! Que coincidencia... Y yo que quería encontrarte –continuó ella tan alto como para que todos la escuchásemos perfectamente–. Es que el otro día te fuiste tan rápido del hotel que no pude ni despedirme.

Acto seguido echó sus manos alrededor del cuello de él y le besó pegando su cuerpo todo lo que pudo.

–¿Pero qué... –soltó un alucinado Jungkook soltando mi mano y pasándosela por el cabello ante aquel despropósito.

En cuanto a mí podrían haberme operado para extraerme los órganos en aquel mismo momento y no habría sentido nada. Mi sangre parecía haberse helado en mis venas y mi corazón se separaba en pedazos, como una naranja a la que le quitas la sujeción central y sus gajos se desparraman sin remedio.

No podía hacer o decir nada. A fin de cuentas Tae y yo éramos eso, nada.

–No todos me echáis de menos Jungkook –señalé con una voz que no parecía la mía.

Él se giró y me miró aún con los ojos muy abiertos, tan despistado como parecía el resto. Su expresión se volvió entonces de lástima mirándome. Lo peor que podía hacer, jamás he soportado la lástima.

–Ya nos veremos ¿Vale Kookie? –me di la vuelta tras decir eso y avancé rápida por el pasillo.


Tae no era nada mío pero si me quedaba allí un segundo más, aquella escena acabaría por aplastar los gajos esparcidos en mi pecho hasta que no quedase ni zumo de lo que hasta hace poco había sido mi corazón.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora