3

4 2 0
                                    

Estoy en la habitación mirando con desagrado el vestido que mi madre me ha dejado sobre la cama para la fiesta. Extremadamente clásico y soso, nada que ver conmigo. Suspiro resignada hasta que escucho a alguien llamar suavemente y entrar.

-¡Señora Shin! –me alegro mientras le indico impaciente que entre.

Ella lo hace y con una inclinación deja algo sobre la cama sonriéndome.

–¿Eso es...? –pregunto emocionada.

Ella asiente con la cabeza.

–Un vestido que creo que será más de tu estilo, querida –explica feliz.

Me lo pongo entusiasmada y me miro al espejo. Es precioso. De un delicado tejido satinado con un insinuante escote y una raja en la pierna que realza mi figura. Le agradezco de todo corazón a la señora Shin pero ella me hace un gesto con la mano quitándole importancia.

–Es lo menos que podía hacer, aunque ahora debo irme –dice retrocediendo hasta la puerta–. O me temo que la señora acabará conmigo.

Me río y la despido con la mano.

Estoy terminado de arreglarme el pelo y el maquillaje cuando entra mamá.

–¡TN! ¿Por qué no te has puesto el traje que te he dejado encima de la cama? –pregunta claramente ofendida.

–Es mi fiesta de bienvenida ¿no? Debería poder vestirme como quiero –replico.

Veo su desaprobación en la mirada pero está claro que no quiere seguir discutiendo así que no insiste en el tema.

–No tardes en bajar. Los invitados ya están llegando.

Y sin decir nada más desaparece de la habitación.

Tae entró en la mansión suspirando de aburrimiento. Le habría encantado estar en cualquier otro lugar antes que ahí. Su padre se había adelantado un poco y estaba saludando a un par de personas pero pronto se dio la vuelta hacia su hijo.

–Da una vuelta por la sala si quieres pero no hagas nada inapropiado –advirtió duramente.

Tae asintió con la cabeza y aprovechó la ofrecida libertad para perder de vista a su padre y mezclarse con la muchedumbre.

Era la típica fiesta de ricos. Ostentosa, innecesariamente ostentosa. La gente se movía lentamente mostrando sus mejores sonrisas falsas al son de una música aburridísima. Los camareros pasaban con bandejas de canapés que los invitados no tocaban al contrario que las copas que desaparecían al vuelo.

Alcanzó una de lo que parecía champán cuando tuvo la oportunidad. Si tenía que pasar una velada aburrida siempre sería mejor pasarla bebiendo. Echó un vistazo a su alrededor y llegó a la conclusión de que él era uno de los poquísimos invitados jóvenes. El resto parecía tener la edad de su padre o más.

Se llevó de nuevo la copa a la boca y entonces se fijó en una chica que bajaba la escalera. Le sonaba mucho su cara pero no conseguía decir de donde. Vestía elegante pero sexy y era absolutamente preciosa.

Sus labios aún mojados de champán se curvaron en una perversa sonrisa.

Empecé a bajar y vi que el salón estaba bastante lleno. No me sorprendió nada notar que mi madre no había invitado a ninguno de mis amigos ni tampoco a Chris. Típica jugada de la señora Min. No me equivoqué al pensar que esta "fiesta de bienvenida" era solo una excusa para sus negocios. Me sentí furiosa con la situación pero tampoco tenía escapatoria así que pensé que lo mejor era echarle paciencia y un par de tragos.

Seguí bajando mientras buscaba con la mirada a Lee, por lo menos quería ir a saludar al único familiar al que de verdad parecía alegrarle mi regreso. Llegué abajo y avancé entre la gente y entonces mis ojos se detuvieron en un chico. Le reconocí inmediatamente. Era el que había visto en la entrada de mi universidad. Me di cuenta de que él también me miraba a mí y pese a mis esfuerzos en ignorar este hecho, lo cierto es que seguía siendo muy atractivo.

Aparté esa idea de mi mente y seguí buscando a Lee. No le encontré así que salí al jardín pensando en que quizás habría ido a la zona de la piscina a tomar el aire.

Era un alivio notar el frescor nocturno y salir de la aglomeración de toda aquella gente. Dejé que el frío aire de la noche entrase en mis pulmones y observé la piscina. Estaba muy bien decorada para la ocasión. Casi sentí pena de que nadie estuviese allí para apreciarlo aunque tener ese rincón solo para mí en aquel momento era una bendición. Escuché unos pasos detrás de mí y me di la vuelta sobresaltada.

Era el chico que había visto dentro.

"¿Me ha seguido?" –pensé al instante–."Habrá salido a tomar el aire como yo" –razoné volviendo a mis cabales.

–Una noche preciosa... ¿Qué haces aquí sola? ¿No deberías estar en la fiesta? –preguntó poniéndose a mi lado y fijando la vista en la calma superficie del agua de la piscina.

Tenía una voz grave y aterciopelada y una mirada inquisitiva e inteligente. Se había acercado más a mí y su mano estaba rozando mi brazo.

–Buscaba a mi hermano, pero no debe de estar aquí –comenté separándome un poco de forma sutil.

–Ya veo, ¿Puedo ayudarte a buscar? –me ofreció amablemente mirándome a los ojos.

Las palabras eran inofensivas pero había algo en él que me hacía sentir como una mosca cayendo desprevenida en una tela de araña, quedando atrapada sin darse cuenta.

–No hace falta, gracias –atajé.

Me di la vuelta y caminé hacia los arcos de piedra que daban a una de las entradas secundarias de la casa que habitualmente solo utilizaba el personal.

Pero de pronto, sin previo aviso, noté unas manos que me me sujetaban y antes de poder reaccionar, empujó su cuerpo contra el mío hasta que sentí mi espalda dar contra la pared de piedra del muro. Acercó mucho su cara a la mía.

–Eres adorable ¿lo sabías? –murmuró en mi oído.

–¿Qué haces? Suéltame –le pedí lo más calmadamente que pude.

Intenté sonar firme pero fue como si mi voz se esfumase en mi garganta y apenas susurré las palabras. Él sonrió de medio lado.

–¿Y si no quiero soltarte, dime, que harás? –preguntó con su voz grave impregnada de curiosidad.

Esta vez no contesté. Intenté moverme pero su cuerpo duro como el granito me lo impedía. Con una de sus manos sujetaba mi cintura y con la otra, mi mentón, de forma que no podía mover mi cara. Su pulgar se deslizó por mi boca recorriendo la forma de mis labios y se acerco aún más hasta que me rozó con los suyos. Mi corazón se aceleró aunque no sé si por la sorpresa, el miedo o de pura excitación.

Y me besó. Intenté resistirme pero me sentía tremendamente excitada ante la situación y una parte de mí, una gran parte de mí, tenía que luchar para no devolverle el beso con la misma intensidad.

Puede que después de todo si fuese esa mosca indefensa.

EngañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora