Keila.
Sentía el peso de la manta sobre mi cuerpo. Cualquier roce me dolía, aunque no en tan gran medida como hacía días atrás. Fui abriendo poco a poco los ojos, recuperando la consciencia; y supe entonces quién había estado cuidando de mí todo este tiempo.
Damiano.
Dormía en una silla, justo al lado de la cama donde yo había estado postrada. ¿Lo había hecho para no hacerme daño? Joder, ¿qué había pasado?
—Dami... —murmuré, carraspeando. Tenía la boca seca. La garganta.
Me había puesto un gotero, para dejarme descansar y estar hidratada al mismo tiempo. Damiano despertó casi de sopetón; como si hubiese estado soñando con ese momento. Se le iluminó la cara al verme despierta.
Hizo un amago para acercarse, aunque no lo hizo. Seguía con miedo de hacerme daño. No le dejé hablar.
—Ven. Ven aquí.
Noté por fin su respiración cerca de la mía, y me rodeó con los brazos. Estaba asustado y eufórico al mismo tiempo. Había seguido adelante, y lo había hecho por él.
—Keila. Dios, Keila...
—Damiano... —murmuré contra su piel. Inspiré su olor, dejando que me envolviera con aquella calidez efímera. Olía a sudor, supuse que de los nervios y las noches sin dormir; pensando en si yo abriría los ojos algún día.
—Lo siento. Si hubiese tenido la puta dirección... Si hubiera podido ir contigo...
—Ya está. Ya está —dije, tratando de evitar que se autosabotease de aquella forma—, no es culpa tuya, mi vida. No es culpa tuya.
Se apartó para mirarme. Tenía los ojos enrojecidos de llorar, del cansancio, y rasguños en el rostro. Le habría marcado la cara Fabrizio con sus puños. Los mismos puños que me habían dejado así.
Le sonreí por fin, estallando en llanto. Era libre. Habría guerra, pero era libre y estaba junto a él. Junto a mi Damiano.
—¿Estás sonriendo? ¿En serio? —él sonrió también, y pude notar como dejaba atrás un enorme peso que llevaba cargando sobre sus hombros desde hacía demasiado tiempo—. Estás loca. Estás reventada, y te pones a sonreír.
—Sonrío porque no me imaginaba viendo a otra persona que no fueses tú al despertar.
Se acercó a mí, besándome los labios con un cuidado infinito. Tenía puntos en ellos, y no se arriesgaría a hacerme daño. Era muy cuidadoso, y nunca me había percatado de ello.
Le acaricié la mejilla, el pelo. Yo misma me hundí en su boca, sin importarme el daño que pudiera llegar a hacerme.
Tardé un par de horas en habituarme a la consciencia. Damiano me explicó lo que había pasado. No sabía si había matado a Fabrizio pero, de no haberlo hecho, me juró que lo haría.
Pasaron sus chicos, de uno en uno, a ver cómo estaba. Victoria se mantuvo algo más a raya, aunque agradecí el desdén preocupado en sus palabras. Thomas fue el más cercano de los tres. Me dijo que, cuando estuviera mejor, me enseñaría a jugar a la play.
—Ya nos echaremos tú y yo unos partiditos al FIFA —trató de animarme, sonriente.
—Estoy segura de que te reventaría.
El último fue Ethan. Nos miramos, algo en silencio. Estaba serio, y sabía que mi presencia allí no le hacía demasiada gracia. Y, por gracia, no le hacía ninguna.
¿En serio te has follado a esta hija de puta que me puso una navaja en el cuello, Damiano?
—Lo siento —dije antes de que saliese por la puerta.
Se detuvo en el marco de ésta; aunque acabó marchándose sin decir nada.
Observé a Damiano, que me agarraba de la mano sentado a una silla junto a mí.
—Algún día, cielo. Poco a poco.
Supe a lo que se refería. ¿Llegaría a perdonarme? Ahora éramos casi... Una familia. O eso nos quería hacer creer Damiano. Yo me sentía algo más como una intrusa. Como un parásito con el que, a la fuerza, tendrían que aprender a convivir.
Poco a poco fui levantándome de la cama. De vez en cuando, Damiano me traía el ordenador y veíamos alguna peli chorra sobre coches, tías en minifalda y mucho aceite de por medio. Le hice una paja cuando pude moverme un poco más, lo de follar aún estaba por verse.
Estando postrada en la cama me di cuenta de dos cosas: uno, Damiano era el tío más gracioso que había conocido nunca y dos, Damiano era el tío más raro que había conocido nunca.
A veces me hablaba de literatura, otras de su infancia (aunque no indagaba demasiado en el tema) y, de repente, se ponía a hablar del incremento del valor de la carrocería en Italia. O te contaba un chiste. O se enfadaba contigo por no hacerle caso en cosas tan vitales como tomarte la medicina a una hora concreta.
Estaba loca por él. Estaba tan jodidamente enamorada de él, que el paso del tiempo se hacía más ameno. Tal vez para los demás dos semanas fueran eternas; pero para mí era un paseo junto a Damiano.
Una de las noches eternas a su lado, me acerqué a su oído, susurrándole entonces.
—¿Sabes una cosa?
—Hm, dime —susurró, besándome la mejilla.
—A veces me acuerdo de... De cuando llegasteis. Os odiaba, ¿sabes? Pensaba que... Que tú venías a arrebatármelo todo. Y lo único que me has arrebatado has sido el corazón.
Se giró entonces para mirarme. Desde la ventana, la luna se asomaba para contemplarnos. Su luz bañaba la cara de Damiano con un aura etérea.
Así es cómo voy a recordarte siempre.
—Te quiero, Keila —murmuró, y de su voz se escapó un atisbo de tristeza, entremezclado con felicidad—, joder; me hubiése perdido a mí mismo si...
—Estoy aquí. No voy a irme a ninguna parte. Soy tuya. Mi cuerpo es tuyo, mi alma también. Y ahora pertenezco aquí, a tu lado.
—Yo también soy tuyo, Keila. Sólo tuyo.
Era peligroso salir. Aún sin saber lo que nos depararía el futuro. Los chicos continuaron vendiendo droga, Damiano siguió contando. Aunque todos esperábamos noticias de Fabrizio.
Y yo no podía esperar a salir de la mano con mi novio para comernos Roma.
![](https://img.wattpad.com/cover/287072775-288-k190568.jpg)
ESTÁS LEYENDO
𝐫𝐞𝐝𝐞𝐦𝐩𝐭𝐢𝐨𝐧 🂲 damiano david.
Fanfic𝙋𝙍𝙄𝙈𝙀𝙍 𝙇𝙄𝘽𝙍𝙊 𝘿𝙀 𝙇𝘼 𝙎𝘼𝙂𝘼 𝘼𝙇𝙏𝙀 𝙑𝙀𝙏𝙏𝙀. ¿Qué sucede cuando le arrebatas a los reyes del barrio su liderazgo? Con la llegada de Alte Vette a la gran Roma, la ciudad eterna, las normas que regían sobre el suelo de Esquilino se...