Capítulo 2: Mal comienzo.

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|Jiyeong|

Me desperté de golpe por los fuertes ruidos que provenían desde fuera de mi habitación. No tenía idea de la hora que era pero aún tenía mucho sueño.

Me levanté de la cama enfadada, me puse calcetines y abrí la puerta, encontrándome con la chica que conocí ayer pasando la aspiradora, no recordaba su nombre.

—Oye, como te llames, estaba durmiendo y me despertaste—dije caminando por el pasillo, ella al instante la apagó.

—Buen día para ti también—respondió y encendió nuevamente la aspiradora para seguir haciendo lo suyo.

—¿Podrías apagar eso?

—¡No te puedo escuchar!—gritó.

Sabía lo que pretendía, pero no me había levantado de ánimo. No soporto que me despierten, mucho menos con tanto ruido.

—¡Dije que apagues eso!—dije en un tono mas alto, pero ella me ignoró.

Camine hasta donde estaba conectada la aspiradora y tiré del enchufe, haciendo que esta se apagara.

—¡¿Qué haces?!—dijo acercándose a mí.

—Te dije que la apagaras, ahora no hagas más ruido, es temprano y quiero seguir durmiendo.

—Son las 12:30—apuntó el reloj de la pared.

Sentí mis mejillas arder y no respondí. Volví a mi habitación cerrando la puerta de golpe.

|Saebyeok|

Que bien comenzó mi día. Por poco pierdo el transporte en la mañana y ahora tengo que lidiar con el mal humor de esta niña que ni siquiera recuerdo su nombre.

Volví a encender la aspiradora, después de todo, me estaban pagando por asear la casa, que por cierto, no dejaba de sorprenderme. Había una piscina enorme, una terraza, un estacionamiento grande y tres autos que se veían muy costosos, hasta tenían un gimnasio.

La señora Minying me comentó que en su casa solo vivían ella y su hija, cosa que me impresionó demasiado; tanto espacio para solo dos personas.

Me dirigí a la cocina para limpiar los muebles y aparatos. 

Estaba tan centrada en mis pensamientos y en lo que estaba haciendo que ni siquiera sentí a aquella chica entrar.

Se estaba sirviendo un tazón de leche con cereales.

«Muy buena hora para desayunar», pensé.

Iba vestida con unos pantalones negros apretados y un hoodie color rojo, que por cierto, le quedaba muy bien, como si el rojo fuera su color.

—Le dije a mi madre que no necesitábamos a nadie trabajando aquí y no me escuchó—dijo en voz baja y sin mirarme, tenía la vista fija en su tazón, mezclando los cereales con la leche.

—Ese no es mi problema.

—¿Cuál era tu nombre?—preguntó luego de unos segundos.

—No te importa.

—¿Y cómo te puedo llamar entonces?

—No me llames—respondí limpiando la puerta del refrigerador.

Se llevó la cuchara a la boca y luego de un silencio, habló.

—Eres muy desagradable.

—Y la verdad es que no me importa agradarte o no, sólo estoy haciendo mi trabajo, tampoco pretendo ser tu amiga—dije dándole la espalda y continuando con lo que estaba haciendo.

Sentí la puerta cerrarse, me volteé y noté que se había ido.

(...)

Me dirigía al despacho de la señora Minying, pero no sabía dónde se encontraba, sus ordenes fueron que hoy me ocupara de la cocina, la sala de estar y su despacho. Ya me había hecho cargo de la cocina y de limpiar un poco el piso del pasillo, cuando esta niña malcriada me apagó la aspiradora.

Aún me quedaba la sala de estar. Tenía un largo día por delante aún. A pesar de que la sala de estar era muy espaciosa y tendría mucho trabajo allí.

Para ser sincera, la casa no estaba tan desordenada, sólo había un poco de polvo en algunas partes, como en los muebles y estanterías, así que no entendía porqué la señora Minying necesitaba a alguien trabajando aquí.

Subí las escaleras y abrí una puerta, encontrándome con la sala de cine; había una pantalla inmensa y asientos en fila. Seguí caminando e impresionándome a medida que lo hacía. Hasta que por error abrí la puerta de la chica cascarrabias.

—¡¿Qué haces?!—preguntó ella.

—Lo siento, buscaba el despacho de tu madre.

—Pues aquí no es.

Me fije por un segundo en sus ojos, estaban rojos y un poco hinchados, junto a ella habían algunos pañuelos desechables y lo primero que pensé fue en que tal vez había estado llorando. Su habitación se encontraba muy desordenada, había ropa en el suelo, la cama sin tender y objetos por todas partes.

Se levantó de la cama y caminó hacia mí.

—¿Qué hubiera pasado si yo hubiese estado desnuda?

—Ya te dije, buscaba el despacho de tu madre y me perdí—respiré hondo.

—¡Pero si esta mañana me viste salir de aquí!

—¡Perdón, no estoy acostumbrada a estar en casas tan enormes como esta!—dije perdiendo la paciencia.

Ella se quedó en silencio, me miró a los ojos por unos segundos y comenzó a caminar de brazos cruzados frente a mí para que la siguiera.

—Es por aquí.

Hasta su voz se oía quebrada, definitivamente había estado llorando. No sabía la razón, ni tampoco me importaba, pero lo más probable es que no encontró su par favorito de zapatos costosos y de marca.

Una vez llegamos, me volvió a mirar a los ojos, esta vez con una expresión mucho más seria en su rostro, como si quisiera asesinarme. Pasó a mi lado chocando nuestros hombros y salió de allí.

|Jiyeong|

Por alguna razón me sentía demasiado triste y sin ánimo de nada. Pues la mujer que trabajaba aquí quedó embarazada y se tuvo que ir, y para ser sincera, la extrañaba. Era una mujer de 32 años y le tomé mucho cariño, después de todo, ella era mi única compañía, me consentía demasiado. Estuvo trabajando aquí cinco años y me veía como una hija más. Ahora estaba acostumbrada a estar sola siempre, pues mi madre pasa la mayor parte del día en la empresa, a veces ni siquiera llega a dormir y debía hacerme cargo de todo en la casa.

Por un lado, entendía que haya querido traer a esa chica para que le ayude con las cosas de la casa, pero sentía que no era necesario, todo estaba en orden y yo también me podía encargar. Me molestaba la idea de tener a una chica desconocida con la que además no me llevo bien en mi propio hogar, encima debíamos estar solas todo el día. No quería ni necesitaba compañía.

Pero la verdadera razón por la que me sentía triste no era esa, sino que había tenido un sueño con mi padre, y es que pronto se cumpliría 1 año desde que falleció, lo extrañaba como nunca había extrañado a alguien en toda mi vida.

Él estaba con una enfermedad terminal y luego de que nos dejara yo no pude seguir estudiando, no logré retomar la universidad porque caí en una depresión muy grande. Desde ahí no me he dedicado a nada más. Mi madre, por otro lado, tampoco me lo reprocha, ella comprende la situación por la que estoy pasando y me ha dejado vivir mi duelo, diciendo que mientras ella esté a mí nada me hará falta, pues tenemos los recursos, así que deja darme el gusto de estar en casa. Después de todo, yo era la niñita de papá y la única hija que tuvieron, era su princesa, su pequeña a la que le cumplía todos sus caprichos.

Te odio a millones |Jibyeok Donde viven las historias. Descúbrelo ahora