Capítula veintiséis

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Mis días se sentían cada vez más tristes, he salido a las calles a buscar lugares donde presentar mi proyecto, por internet envié correos con consultas pero nadie contestaba. Aada no me hablaba a pesar de que ya fue hace una semana nuestra extraña discusión y Harry apenas estaba teniendo tiempo; cuando él podía llamarme yo me encontraba ocupada y ya cuando le devolvía el llamado estaba cansado, simplemente no respondía. 

Si no estoy caminando por el distrito donde se encuentran la mayoría de las compañías sobre revistas, estoy estirada en la cama con el televisor de fondo mientras observo el techo y me imagino un montón de cosas. He comenzado a escribir otros mil proyectos por si algún día se da la posibilidad de llevarlos a cabo, mi libreta ya va por la mitad. 

Estos días llega Simon, no me dijo la fecha específica pero me prometió venir a verme y pasar tiempo conmigo porque me extrañaba y que esos cortos minutos que conversamos en el evento de Gucci le hicieron muy bien. Me recordó lo apestoso que es el ambiente de la moda, de lo mal que puede llegar a sentirse uno rodeado de modelos poco amigables y compañeros que no te entregan el apoyo suficiente. 

Estoy con el móvil en la mano pensando con quién hablar, no quiero hostigar a Harry por lo que el mensaje que le envié la noche anterior se queda ahí sin ser leído aún, mamá me responde cada mil horas y no quiero molestar en el grupo de los chicos porque los haré sentir incómodos a mi parecer, ya deben estar enterados del altercado con mi mejor amiga. 

Y ahí aparece el nombre de mi padre, llevo unos meses sin saber de él, ninguno de los dos ha tomado la iniciativa de llamar al otro pero me dieron ganas de ir a verlo por la foto que nos sacamos el año pasado. San Francisco no queda tan lejos pero le avisaré por si me da el coraje de ir para allá, no me siento muy cómoda con su pareja actual y no tengo por qué quedarme en su casa, espero que la señora no vaya si el viaje logra concretarse.

— ¿Alo, Kay? —Su voz tan seria como siempre—. Hija ¿cómo estás?

—Hola, papá —cierro los ojos, la soledad me llegaba a tal nivel que quería sentir a mi padre a mi lado—. Todo bien, volví a Los Ángeles.

— ¿Estuviste fuera? Espero que no hayas venido a San Francisco sin venir a visitarme —intenta ser juguetón pero en realidad me duele, ni enterado estuvo que fui un par de meses a Europa.

—Estuve en Inglaterra y en otro países —murmuré—. Volví hace poco y no me hallo en casa ahora que estoy aquí —reí nerviosa—. Estaba pensando en ir a verte, para que hablemos de la vida.

—Ven cuando quieras —dice sin titubear—. ¿Te quedarás en mi casa?

—No creo, sabes lo que pasa ahí —él conocía mi desagrado por ella—. Me gustaría verte pero primero quiero arreglar unos asuntos, tengo un proyecto en marcha que no puedo contar pero me tiene emocionada.

—Te saldrá bien, como todo lo que te haz propuesto —suspiro, es mentira—. Te tengo que dejar ¿hablamos más tarde? 

—No, tengo cosas que hacer, te quiero papá —me despido con nostalgia, nunca he tenido una conversación prolongada con él.

—Adiós, cariño —y corta sin más, ni un te quiero de vuelta.

Siempre me ha afectado su poca preocupación o cariño hacia mí, soy su única hija pero desde que está con esa bruja he ido desapareciendo de su vida esperando que él me busque. He deseado que me quiera como cuando era pequeña, mis padres son muy lejanos a mi desde que entré a la universidad, una etapa que fue difícil pero que logré terminar por mi propio esfuerzo y sin ayuda de nadie, solo de Simon que fue mi modelo, sin él probablemente la mitad de mis trabajos escolares no hubiesen sido entregados,

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora