Capítulo veintisiete

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Desde temprano que estoy despierta para preparar la maleta. No me gustaba hacer las cosas a última hora pero mi estado de ánimo no me permitía levantarme de la cama.

Había decidido llevar a Simon a mi viaje a San Francisco, quien aceptó gustoso. Él debería estar por llegar, el bus saldría en un par de horas más pero debíamos estar antes allí en caso que se adelantara.

Terminé cerca de las ocho de empacar, mi amigo había avisado que venía en camino por lo que preparé un desayuno decente a pesar de mi nulo apetito. Puse los cubiertos, una taza y a hervir el agua, la última vez que comí tan temprano fue el último día que estuve con Harry, porque era él quien se ocupaba de que nos alimentáramos como es debido.

El rubio me abrazó efusivo cuando llegó, agradeciéndome la invitación a ir a uno de sus lugares favoritos, y es que en San Francisco vivió a temprana edad. De seguro lograba que viera a sus cercanos, ya lo habíamos conversado y necesitaba un tiempo a solas con mi padre, por lo que Simon decidió visitar a su familia.

Era mucho el tiempo que había pasado desde que vi a papá, y que ahora simplemente me dijera que me apareciera me ponía nerviosa. ¿Qué pensamientos tendrá sobre mí? ¿Qué debería contarle? Han pasado tantas cosas en mi vida que creo que nos faltarían horas para ponernos al día. Me hacía ilusión contarle de mí, ya estoy acostumbrada a su poco afecto físico por lo que un abrazo marcaría la diferencia, pero ¿se interesará en lo que me ha pasado? 

Debe ya estar con sus raíces blancas, no es un hombre muy joven. Ojalá esté más sonriente, sé que el trabajo sigue consumiéndolo, mi madre siempre se queja de eso a pesar de que ya no están juntos de hace muchos años. 

—Gracias por el desayuno, eres muy buena cocinando —me sacó de mis pensamientos mi amigo.

Me hizo dar cuenta de que ni he tocado mi comida. Su mirada atenta me llevó a probarlo y seguir con mi taza de té.

—Acá siempre tendrás lo mejor para comer, sobre todo ahora que no estoy trabajando —hice una mueca, necesitaba comenzar a hacer trabajos de honorarios antes de acabar con mis recursos—. Puedes venir cuando quieras.

—Tomaré tu palabra, niña —me sonrió de lado—. Ahora hay que apurarse antes de que nos deje el bus.

Le di unas tres o cuatro mordidas a mi pan, despistando su atención de mi actuar. Levanté todo dejándolo en el lava vajillas y emprendimos viaje a la estación. Por suerte el metro no iba muy lleno pero si nos encontramos con gente extraña, muy normal en la línea roja, la cual casi nunca tomaba, prefería la superficie ante estos vagones abandonados pero el atraso nos impedía darnos el lujo de esperar.

Simon no dejaba de hablar, no me molestaba, incluso me hacía olvidar de esa ansiedad punzante que me daba en lugares públicos. Aparte que me encantaba que tuviera tantas metas, sueños, proyecciones y entendía que las cosas debían darse con el paso del tiempo. 

No estuvimos más de treinta minutos esperando a que arribara el bus. Nos subimos de inmediato, todos los tickets estaban vendidos. Nos sentamos juntos, él en el pasillo y yo en la ventana. Nos demoramos nada en quedarnos dormidos, sentí caer mi cabeza en su hombro así que nos acomodé a ambos para que quedáramos bien para el resto del viaje.

Fueron cinco horas que pasaron volando, ni nos dimos cuenta que entramos a la ciudad hasta que el chofer anunció por el alta voz que en breve estaríamos en la estación y que viéramos que teníamos todas nuestras pertenencias.

Me fijé en los edificios, me gustaba esta ciudad porque no era tan moderna como Los Ángeles u otras de las grandes que conozco de Estados Unidos. Me gusta tomar fotos aquí y me aprovecharé también de que estoy con un modelo que no le teme al éxito ni lo que la gente que no lo conoce diga de él. 

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora