capítulo siete

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Harry

Me costaba tener que pedirle el número de celular a alguien, sobre todo si es una persona a la que he visto tres o cuatro veces. Me puse nervioso cuando se me pasó por la cabeza e incluso no lo iba a hacer pero la vi irse, y me dije me gustaría volver a verlo. Es sencilla, tranquila, de pocas palabras con un talento que me gustaría ayudarla a sacarlo a luz, además de que en ningún momento pasó a llevarme, como si fuera una persona normal, con una vida normal.

Se demoró en responderme pero lo hizo, y aceptó. Apenas las escuché decir que sí, saqué mi móvil del bolsillo de mi pantalón. Escuché atento a los dígitos y me aseguré de que estuviera bien mostrándole lo que anoté, me despedí con un beso en la mejilla, esta vez sin preguntar con mis gestos. No pareció incomodarle, eso esperaba.

Guardé su nombre completo, me gustaba más que decirle simplemente Kay. Jeff me miraba con las cejas alzadas, esperándome en un pasillo que daba al comedor, intenté evitarlo pero claro, en la mesa se encontraban dos cotillas preguntando por qué había demorado tanto si solo iba a cerrar. Les dije que nos distrajimos con el agradecimiento por guardas sus cosas, no me creyeron pero dejaron de insistir. No es que quisiera decirles que me atreví a interactuar con alguien aparte de mi círculo cercano.

Me retiré temprano de la mesa con la excusa de que estaba cansado, no había hecho nada este día pero necesitaba estar solo. La constante atención de parte de Gemma y Glenne me sofocaba a veces, aunque sí me gustaba estar rodeado de esas personas que se preocupaban pero mi espacio estaba siendo más invadido de lo que esperaba. Haber estado en una banda donde literal pasaba con cuatro –luego tres– chicos las veinticuatro horas me dejó agotado y entre nosotros supimos cuándo eran los momentos donde no queríamos vernos o necesitábamos privacidad. Es algo que me cuesta decirle al resto, porque ellos sin siquiera decirles una palabra sabían que quería estar tranquilo; aislarme me ha costado demasiado. Igual es algo que si pasan muchos días llega a hacerme mal, la ansiedad que he tratado desde que un amigo me dijo que me haría bien ir a terapia, me atacaba y terminaba escribiendo las letras más tristes y desgarradoras. Si alguna vez alguien más las leyera pensaría que tengo depresión.

Tomé el móvil y la pantalla se iluminó, Mitch preguntaba si iría a los ensayos del próximo show. Este año decidimos con el equipo y Jeff que haríamos unos cuantos conciertos en Estados Unidos y Europa pero no una gira porque estaba enfocado en una que otras campañas, ayudar a fundaciones y volver a la actuación. Me divertí grabando Dunkerque, y aunque extraño mucho presentarme en cada escenario posible, se me dio la oportunidad de volver a actuar al mismo tiempo que nos encontrábamos planeando la supuesta gira. Iba a deberle mucho a mis fans, que con ansias esperaban fechas pero dar lo mejor de mí es prioridad y no me siento completamente preparado para dar un show perfecto. Es un largo trabajo donde ya tenemos las manos en obra, un nuevo disco podría compensar mi ausencia.

Jeff me había insistido tanto en que pensara bien lo que quería hacer. Sobre todo después de estar un poco más de un año sin pisar un escenario con un público enorme como solían ser mis conciertos en el 2017 y 2018, cuando estuve en el Fórum para el último Diciembre me di cuenta que tal vez cometí un error. Esa potencial energía que transmitía la gente mientras cantaban mis letras era lo que me daba vida.

Por lo menos tendría mi dosis que me dejaría tranquilo por un lapso corto de tiempo mientras preparábamos el resto.

Aquí en Los Ángeles no me rodeaba de demasiada gente, porque Hollywood no es el mejor lugar para hacer amigos. Kendall, Ariana y otras cuantas celebridades eran las con las que mantenía contacto, Jeff y Gen son los únicos considerados con una vida normal dentro de mi círculo en Estados Unidos. Ellos brindan esa parte que me hace falta constantemente. Tan placentero es caminar aquí en Malibú sin que te estén pidiendo fotos a cada paso que doy, los vecinos la mayoría ya me conocía y eso que entre una casa y otra pueden haber hasta kilómetros de separación. Es extraño que jamás haya visto a Kayleah en este sector antes, me gusta estar afuera y contemplar el mar. Me inspira a escribir muchas veces, incluso en medio de la noche llamo a Mitch y Sarah para que vengan porque se me ha ocurrido alguna idea que necesita tener forma. No me gusta que estas se me escapen por lo que intento atraparlas lo antes posible. Dios, extraño a esos chicos. Ambos se encontraban en Inglaterra visitando a la familia de Sarah, no los veo desde hace dos meses y he tenido que ingeniármelas para componer. Tengo a muchos músicos esperando por mi llamado pero siempre son ellos los que congenian con esas ideas locas que desean salir de mi cabeza, la armonía de la banda con mis letras y todo el perfeccionismo que tenemos cada uno hacen que detalles tan simples –que los fans terminan descubriendo de cualquier manera– sean significativos y nos lleven a las canciones que hoy en día se escuchan en radios y en diversas plataformas digitales.

Alive H.S. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora